El médico Sergio Ralón Carranza, jefe de la Unidad de Primera Cirugía de Adultos del Hospital General San Juan de Dios, con un posgrado en Cirugía General y Cáncer por la Universidad de Tel Aviv, en Israel, se refiere en esta entrevista a su labor como médico, al trato que brinda a las pacientes, a las medidas de prevención de este tipo de cáncer y sobre las carencias del sistema de Salud.
Para usted, ¿qué significa ser médico?
Es estar en contacto con la gente para ayudarla. Es ser parte de la solución a sus problemas. Por supuesto, no siempre se puede curar, pero al menos es posible aliviar.
Esa visión la han perdido muchos médicos en estos tiempos, ¿no cree?
Sí, es cierto; la práctica médica se ha deshumanizado y es un fenómeno que se discute a nivel mundial. Por eso trato de inculcar a las nuevas generaciones la importancia de ser empáticos con las personas que se atienden; hay que saber escucharlas y ponerse en su lugar.
El médico Sergio Ralón Carranza nació en la Ciudad de Guatemala el 29 de septiembre de 1963.
Es jefe de la Unidad de Primera Cirugía de Adultos del Hospital General San Juan de Dios.
Es catedrático titular de Cirugía de la Universidad de San Carlos (Usac), institución de la que se graduó de Médico y Cirujano en 1987.
También imparte cátedra de Cirugía en la Universidad Francisco Marroquín.
Tiene dos posgrados; uno en Cirugía que obtuvo en el Hospital General San Juan de Dios (1992), y otro en Cirugía General y Cáncer en la Universidad de Tel Aviv, Israel (1994).
Cursó Mastología en el Instituto Nacional de Cáncer, en Río de Janeiro, Brasil (1995). Asimismo, recibió entrenamiento de cromoendoscopia para la pronta detección de cáncer gástrico en el Instituto Nacional de Cáncer de Tokio, Japón (2005).
Ha sido becado por el Colegio Americano de Cirujanos y por la Federación Internacional de Cirugía para estudiar en las universidades de Stanford, Brown, Boston y Harvard, en EE. UU., y Cardiff, en el País de Gales.
Pertenece a diversas asociaciones quirúrgicas nacionales e internacionales, entre ellas la Sociedad Americana de Cirugía Oncológica y la Sociedad Internacional de Cirugía.
¿Usted cree que está cerca de sus pacientes?
Mire, no hay nada como tomar de la mano a alguien antes de que vaya a la sala de operaciones. Así que mi respuesta es sí, siempre trato de estar cerca de ellos.
Una de sus especializaciones es el cáncer de seno. ¿Quiénes podrían desarrollar esta enfermedad?
Las mujeres, porque más del 99 de ese tipo de padecimiento se da entre ellas.
Así que lo primero es que ellas estén conscientes del riesgo que tienen por el solo hecho de ser mujeres.
Exacto. Otros factores que aumentan los riesgos son no haber dado a luz, embarazarse después de los 30 años, no haber amamantado, haber tomado anticonceptivos durante 10 años o usado hormonas por más de tres —esto último, en el caso de quienes hayan llegado a la menopausia—. Asimismo, hay ciertas enfermedades mamarias específicas que predisponen a ese tipo de cáncer. Por último, pero no menos importante, es la genética.
¿Por no haber dado lactancia? ¿Por qué?
Porque la mayoría de tumores de la glándula mamaria están relacionados con la producción de la hormona estrógeno. Sucede que durante el embarazo y la lactancia hay cambios hormonales que, básicamente, protegen contra el cáncer. En consecuencia, quienes no hayan pasado por esta etapa, no han tenido ese efecto protector.
Se dice que las mujeres que han menstruado a temprana edad corren más riesgo de padecer este mal. ¿Es verdad?
Sí. Antes era normal que las chicas empezaran a menstruar alrededor de los 12 años. Incluso, en la época de mi mamá, era a los 15. Ahora, uno se entera de casos de niñas que menstrúan a los 9. Estos cambios se deben al tipo de dieta, pues ahora se consume mucha grasa saturada. La consecuencia de esto es que, entre más temprano empiecen a menstruar, más tiempo estarán expuestas al estrógeno y, por tanto, tendrán más probabilidad de desarrollar cáncer de seno.
¿Qué medidas se pueden tomar como prevención?
Aparte de llevar una dieta y un estilo de vida saludable, las mujeres, desde los 20 años, deben practicarse un autoexamen mamario al menos cada mes, en busca de algún bulto extraño que esté en sus senos; hay que ponerles atención a todos, aunque no duelan. Asimismo, antes de los 30, se aconseja efectuarse un ultrasonido mamario cada año. Después de los 40, una mamografía, que, hasta ahora, es el método ideal para la detección temprana.
¿En qué momento se considera que el cáncer de seno se ha detectado tempranamente?
Esta es una enfermedad de crecimiento biológico lento. Entonces, cuando una mujer se palpa una masa de un centímetro, quiere decir que tiene uno o dos años de haber empezado el proceso de desarrollo del tumor. En ese momento, el médico clasifica el cáncer en etapas, que va de cero a cuatro. En los estadios cero, uno y dos se considera que es cáncer temprano, aunque eso depende de una serie de factores como el tamaño del tumor, presencia de ganglios o enfermedad diseminada.
¿Cuánto tiempo habrá pasado para que se le clasifique en la etapa dos, por ejemplo?
Varía; no hay una respuesta concreta porque depende de los factores ya mencionados. Lo que sí se cree es que desde el momento en que la célula molecular muta, hay una ventana de dos años.
¿Tiene cura?
Un diagnóstico temprano significa curación, porque hay tratamientos menos agresivos, no hay que extirpar todo el seno, solo el segmento enfermo. En algunos casos tampoco hay necesidad de quimioterapia ni de eliminar todos los ganglios.
¿Cuántas mujeres con este tipo de cáncer atienden en el Hospital General San Juan de Dios?
En la clínica de mama y tumores, que pertenece a la Unidad que dirijo, se atienden alrededor de cuatro mil 500 pacientes, pero solo al 20 por ciento se le diagnostica cáncer de seno. De ellas, el 35 por ciento viene con cáncer avanzado, en muchos casos por falta de información para prevenirlo. Estas últimas tienen una esperanza de vida del 50 por ciento a los cinco años. Por eso insisto en la prevención.
¿Cuáles son los principales problemas que afronta el Hospital para tratar esa enfermedad?
Que el sistema de Salud nacional no tiene equipo de radioterapia desde hace unos 50 años, solo las empresas privadas cuyos tratamientos cuestan alrededor de Q80 mil. Sin embargo, en su labor social, prestan el servicio a quienes referimos por un costo de Q13 mil, pero eso aún es inalcanzable para mucha gente. A eso hay que sumarle la compra de medicamentos de quimioterapia que tienen un valor de alrededor de Q12 mil por sesión y por lo general se necesitan seis u ocho después de la cirugía. A veces, un tratamiento de 18 meses podría llegar a Q1 millón 200 mil. Por eso se agradece la ayuda que nos brinda la Fundación de Amigos contra el Cáncer (Fundecan), que regala tratamientos para nuestras pacientes.
¿Qué opina de la burocracia que existe en el Sistema Nacional de Salud?
Es un problema enorme. Por ejemplo, hay un convenio entre el Hospital General San Juan de Dios y el Instituto Nacional de Cancerología (Incan), pero en el trámite burocrático, los pacientes pierden meses para recibir los tratamientos.
Si dependiera de usted, ¿cuánto presupuesto le daría a su área en el San Juan de Dios?
—Respira profundo—. Toda la necesaria. El cáncer no discrimina y puede padecerlo cualquier persona, rica o pobre. El problema es que la enfermedad oncológica es sumamente cara; quizás lo más barato es la cirugía. De ahí, los medicamentos y la radioterapia son costosos. La Constitución Política de la República garantiza que a los guatemaltecos se les cubra el cien por ciento de la salud; precisamente eso es lo que se debe lograr.