Revista D

El primer Teatro Escolar

Se inauguró en 1912 con el objetivo de atender a la niñez, pero a partir de 1930 se convirtió en el Teatro Municipal de Huehuetenango.  

Vista interior del Teatro Municipal de Huehuetenango

Vista interior del Teatro Municipal de Huehuetenango

Hace un siglo los infantes de la ciudad de Huehuetenango caminaban pocos metros para sentarse cómodamente en la luneta, el palco o la galería del recién estrenado teatro para observar a sus compañeros que participaban en dramatizaciones, concursos de canto, poesía  o actos de clausura del ciclo educativo.
“En 1911 se trabajaba activamente en la construcción de lo que  constituyó el primer Teatro Escolar de la república, cuyo objetivo primordial era dar respuesta a la necesidad de contar con un establecimiento apropiado para las escuelas”, refiere Eva Julieta Maldonado González en su tesis Puesta en valor del teatro de Huehuetenango, previo a obtener el título de licenciada en Arquitectura por la Universidad de San Carlos.
Pero esta exclusividad solo  duró dos décadas porque en los años de 1930 las autoridades locales decidieron abrirlo a toda la población y cambiaron su nombre por Teatro Municipal. Con esta apertura los grupos literarios y de artesanos pudieron   presentar sus funciones artísticas, y también colectividades artísticas invitadas, especialmente, de Chiapas, México, y Quetzaltenango.


El edificio se comenzó a construir en 1908 y fue inaugurado el 21 de  noviembre de 1912 —ese año se lee  en la  fachada—, pero debido a que faltaban algunos acabados en su interior se abrió un año después. “Fue abierto definitivamente el 21 de noviembre de 1913”, cita el historiador Adrián Recinos (1886-1962) en su Monografía del departamento de Huehuetenango, publicada en 1913.
En esa fecha celebraba su cumpleaños el presidente Manuel Estrada Cabrera (1898-1920) quien acostumbra festejarlo con gran pompa e inauguraciones de obras públicas. Ese año no fue la excepción, pero no viajó a Huehuetenango; en su nombre asistió el ministro de Fomento Luis Mendizábal.
Esta centenaria edificación, según la esquematización del Instituto de Antropología e Historia (IDAEH) del Ministerio de Cultura, pertenece a la época Republicana (1821-1918) y tiene rasgos neoclásicos.

Complejo arquitectónico

El inmueble forma parte de una triada —en la misma cuadra—  que completan la  Escuela Oficial para Niñas Jacinta Molina, inaugurada el 21 de noviembre de 1910, y la Escuela de Párvulos Edelmira Mauricio, estrenada el 21 de noviembre de 1912.
Recinos describe este complejo de la siguiente manera: “La escuela de niñas posee un hermoso edificio, amplio y de elegante construcción; levantado en 1910 y puesto al servicio en 1911. Está dotado del mobiliario respectivo y es una de las nuevas edificaciones que contribuyen al ornato de la ciudad. Cercano al anterior se levanta otro construido para el kindergarten”.
“En el mismo lugar  —continúa— se ha erigido el Teatro Escolar, de elegante arquitectura y risueño aspecto. Consta de dos pisos y tiene tres órdenes de localidades, palcos, galerías y un amplio lunetario”, agrega el historiador, autor de la primera traducción del Popol Vuh, en 1947.
Las tres obras se levantaron donde funcionó durante el siglo XIX la Escuela Nacional de Varones, hoy la 3a. calle entre 3a. y 4a. avenidas, zona 1, a unos cien metros de construcciones emblemáticas e históricas como la Plaza Central, la Catedral, la Gobernación Departamental y la Municipalidad.

Influencia alemana

El teatro de Huehuetenango tiene influjo del quetzalteco, inaugurado, sin fachada, en 1895, y este a su vez del Colón o Carrera, abierto el 23 de octubre de 1859, el día del cumpleaños del presidente Rafael Carrera. En 1924 se estrenó el  de Totonicapán. 

“Estos tres teatros de occidente fueron influenciados por el Colón, que también presenta todos los rasgos y características de los europeos surgidos en 1800. Por ejemplo, la fachada del Teatro Nacional de Berlín, de Schinkel”, refiere Maldonado González en su tesis.
 “… su estilo (el teatro de Berlín) representa el historicismo griego que en la época en que se construyó, 1818-1821, se había convertido en el diseño aceptado internacionalmente para los edificios públicos”, explica Nikolaus Pevsner en Historia de las tipologías arquitectónicas, citado por Maldonado. 

Dinero de ornato

Debido a que fue construido para escolares, el edificio es más pequeño que el de Quetzaltenango. Consta de dos pisos y mide 36 metros de largo por 17 de ancho, mientras que la fachada tiene 11.50  de ancho por 11.50  de alto, hasta el vértice superior del mojinete, según el estudio de Maldonado.
La obra se ejecutó con las contribuciones de ornato y de matrícula de mozos, y su costo  fue de 273 mil  pesos. Los trabajos estuvieron a  cargo de  José Ángel López, jefe de albañiles, y Otto Zeissig, de carpinteros. El Jefe Político fue  Joaquín Mont, según el profesor Héctor Leonel Álvarez Galindo en su blog Aquí Huehuetenango. Otras fuentes refieren que este cargo lo ocupaba Lorenzo Castillo.
Durante el acto de apertura se entregaron, entre otras cosas, 450 sillas —200 para palco y 250 para luneta—  elaboradas en los talleres Belén de Antigua Guatemala, Sacatepéquez, y los telones fueron diseñados y fabricados en la capital. “También se otorgó  un  piano —aún existe—,   cuyos acordes se escucharon durante muchos años en las añoradas veladas artístico culturales de antaño”, rememora Álvarez Galindo.

Sin rumbo

A partir de la década de 1940 el teatro perdió su norte, “cuando la  Municipalidad lo arrendó a  una compañía de cine, y posteriormente a otras dos. La última lo alquilo por más de 20  años”, alude la investigación Puesta en valor del teatro de Huehuetenango
Debido a que el centro cultural fue diseñado para los infantes de las escuelas contiguas  —había  puertas directas a los centros escolares— no contaba con  sanitarios por lo que los arrendatarios construyeron en los espacios destinados a los  vestidores de los artistas, a ambos lados del escenario, para los asistentes a los palcos y la  luneta.
En el segundo piso, el palco de honor o presidencial, que era de lujo, lo transformaron  en cabina de proyección, mientras   que para los asistentes a galería se cimentaron en el descanso de las escaleras. “También se cerraron las puertas laterales (de emergencia y de ingreso para infantes), para evitar la filtración de luz y de  personas”, afirma Maldonado.
Al establecerse como empresa lucrativa, únicamente se tuvo en cuenta que “a mayor afluencia de público, mayores ingresos”, lo cual se agravó por la falta de un reglamento interno que normara la cantidad de personas que podían ingresar,  agrega la profesional.
La lluvia, la humedad, el viento y otros agentes naturales también ocasionaron graves daños a la estructura y el ornato del inmueble a mediados del siglo XX. El mal estado del techo y la falta de canales permitieron que el agua se filtrara y humedeciera las paredes, vigas, escaleras, piso y muebles.

La gran decadencia

El terremoto que azotó al país el 4 de febrero de 1976 no ocasionó graves daños al edificio. “Se puede resumir que las alteraciones del Teatro, fueron causadas por la falta de mantenimiento, la filtración del agua y la acción del hombre al alterar espacialmente algunas áreas del inmueble, para el cambio de función del mismo”, asegura Maldonado.

Esta década fue quizás la de mayor decadencia del antiguo Teatro Escolar, pues sus instalaciones fueron empleadas para cualquier actividad. Uno de los usos más denigrantes fue la instalación de un gimnasio en una sala. Este hecho  “causó gran indignación, por lo que un grupo de vecinos propició su restauración”, expresó el historiador huehueteco Arnoldo Tánchez Palacios, durante una entrevista con Prensa Libre en el 2011.

El resurgimiento

A raíz de esta crisis el Comité Pro mejoramiento de Huehuetenango, presidido por Hélida de Díaz gestionó  apoyo  para su   restauración, el cual encontró en la Dirección General de Obras Públicas, que ejecutó los trabajos entre 1980 y 1985, bajo la dirección del ingeniero Hugo Vélez, según una plaqueta de reconocimiento colocada en el ingreso.
“Se repararon los palcos, la luneta, la galería, el escenario, prácticamente todo el interior”, relata Yolanda Alfaro, vicepresidenta de la Casa de la Cultura, quien a mediados del siglo XX participó en este recinto en algunas obras. “En 1957 actúe con la compañía mexicana de teatro Albani de Teresa”, rememora.    
A partir de esa fecha se han llevado a cabo funciones en las que se han presentado el  Ballet de Guatemala, la Orquesta Sinfónica Nacional, la Marimba de Bellas Artes, ensambles de marimbas, espectáculos de tango y jazz, así como elecciones de reinas de la feria departamental, infantil e indígena y el rey feo del Centro Universitario, entre otros actos, relata Alfaro.
Mynor Herrera, encargado del teatro desde 1988, afirma que el palco de honor ha sido ocupado por presidentes de la República y del Congreso, así como embajadores de países como Japón y Alemania. Uno de los espectáculos que más recuerda son los festivales de Eurocine que cada año lleva a cabo la Unión Europea.

El cantor del paisaje

Desde el  24 de octubre del 2008 el recinto fue  bautizado como Teatro Municipal José Ernesto Monzón Reyna, en homenaje al compositor que le cantó a todo el país y que falleció el 24 de septiembre del 2003. “Es una gran honor que el teatro de su querido pueblo lleve su nombre”, comenta Hilda de la Peña de Monzón, esposa del Cantor del Paisaje.  

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