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En busca de la preservación de las guacamayas en la reserva de la Biósfera Maya

Dentro del Parque Nacional Laguna del Tigre están dos de las áreas de anidación más importantes para las guacamayas en Guatemala, las cuales son un indicador de la integridad del bosque.

En busca de la preservación de las guacamayas en la reserva de la Biósfera Maya

Las guacamayas rojas son íconos de la selva petenera, pero es una especie que se encuentra en peligro de extinción. (Fotografía Prensa Libre: María Reneé Barrientos)

Escondido en el corazón del Parque Nacional Laguna del Tigre, en el sureste de la reserva de la Biósfera Maya, un proyecto de conservación tiene como objetivo preservar la guacamaya roja y efectúa un monitoreo biológico y manejo de la especie.

A más de tres horas en carro de doble tracción, navegando un tramo por el río San Pedro desde donde nace, y luego de recorrer caminos casi intransitables en medio del bosque, sin que hubiera entrado de lleno el invierno, llegamos hasta el laboratorio El Perú,  un campamento del Consejo Nacional de Áreas Protegidas (Conap) asignado a Wordlife Conservation Society (WCS).

En busca de la preservación de las guacamayas en la reserva de la Biósfera Maya
Vista desde el río San Pedro, que se ubica en Petén, al  norte de Guatemala y el sureste de México, donde es conocido como río San Pedro Mártir (Fotografía Prensa Libre: María Reneé Barrientos Gaytán)

Este laboratorio se encuentra muy cerca del sitio arqueológico que lleva el mismo nombre. En el camino desde donde desembarcamos a la orilla del río San Pedro para ir hacia el laboratorio observamos entre los árboles unas guacamayas que nos recuerdan que estamos en un área de anidación de la Ara macao cyanoptera, según su nombre científico.  Tanto El Perú como el Peñón de Buena Vista, contienen dos de las áreas de anidación más importantes para la especie en Guatemala.

En busca de la preservación de las guacamayas en la reserva de la Biósfera Maya
Vista desde el Peñón de Buena Vista – Parque Nacional Laguna del Tigre – San Andrés, Petén.
Fotografía Prensa Libre: María Reneé Barrientos Gaytan.

Que haya parejas de guacamayas apareándose, que tengan suficiente bosque para consumir alimentos para sus pichones y que puedan seguir regresando al lugar demuestra la integridad del bosque, explica Gabriela Ponce, directora del programa de Guatemala de WCS.

Tiene una extensión de 61,300 hectáreas, de las cuales 50,900 corresponden a bosque latifoliado, 8,800 son áreas agropecuarias, 1,300 son de humedales y 300 de cuerpos de agua. El municipio de San Andres Petén, donde se encuentra la Laguna del Tigre es el más grande en extensión del país. Ocupa 8, 874 kilómetros cuadrados.

 

Las guacamayas no elaboran sus nidos, sino que utilizan cavidades  existentes cuando se caen las ramas y uno de los árboles que más emplean para anidar es el de cantemó, en un 95 por ciento, que en idioma maya  significa “árbol de guacamaya”.  Son árboles de gran altura que no tienen mucha conexión con la demás vegetación, lo cual las libra de muchos peligros. A la vez, dentro del nido mantienen una temperatura estable de unos 26°C o 27°C, cuando en en pleno verano la región supera los 40°C.

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Uno de los técnicos sube a un árbol de cantemó a revisar uno de los nidos de guacamaya. (Fotografía Prensa Libre: María Reneé Barrientos Gaytan)

Este año están monitoreando alrededor de 30 nidos. Lo que se busca es preservar dos pichones por nido. Una guacamaya pone hasta cinco huevos, pero no el mismo día, lo cual dificulta que incuben el tercero y el cuarto. Entonces, estos últimos son los que se llevan al laboratorio de campo.

Al principio la labor del proyecto  consistía en subir a estos árboles y bajar pichones para revisarlos, pero  después, con las incubadoras del laboratorio, comenzaron a bajar huevos para asegurar que las crías nacieran en óptimas condiciones.

Revisión de uno de los pichones. (Fotografía Prensa Libre: María Reneé Barrientos Gaytan)

Sin embargo, los pichones que se quedan en los nidos también afrontan otras amenazas, como las abejas africanizadas, las cuales  entran en enjambre y los pican. Esto, sin mencionar el robo de estas especies para tráfico ilegal.

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Los pichones en la incubadora del laboratorio El Perú. (Fotografía Prensa Libre: María Reneé Barrientos Gaytan)

 

El proyecto de manejo de pichones de  guacamaya de WCS comenzó en el 2009, indica Rony García Anleu, director del proyecto de investigación de la organización.  Sin embargo, durante los últimos dos años, por falta de recursos, estaba en una pausa, pero con el apoyo económico que dio Grupo AJE se retomó en 2022.

Forma de operar

Para  ingresar al pequeño  laboratorio El Perú hay que pasar por un breve proceso de desinfección de calzado con el fin de evitar llevar alguna enfermedad que diezme a la población de guacamayas.

Fue la ciudad real del Maya Clásico más importante del oeste de Petén y está asociada a una de las rutas navegables más utilizadas por los Mayas de las Tierras Bajas, entre los centros mayores de Petén Central y los reinos de la región del Usumacinta. El Perú dominaba la confluencia entre los ríos San Juan y San Pedro. El tamaño y posición geográfica estratégica de El Perú sugieren que fue un centro político y económico muy importante en el Mundo Maya.

En el laboratorio hay personal permanente de planta. En diciembre y enero se comienza a reproducir esta especie y una vez ingresa el primer huevo, debe haber al menos dos personas y siempre hay turnos, hasta que todos los pichones pueden volar.

Un equipo de cinco técnicos por turno se encarga de escalar para  supervisar y verificar nidos, cámaras trampa,  y alimentar a los pichones en el laboratorio.

Cuando se colectan los huevos y llegan al laboratorio, ingresan a la incubadora. Se cuenta con dos, por si alguna falla.  Allí, los huevos permanecen entre 30 y 40 días. En algunos casos se desconoce  la edad del huevo, pero cuando los pichones comienzan a picarlo  y a piar, revisan con luz su comportamiento.  Una vez rompen el cascarón, los colocan en jaulas por edades, donde van desarrollándose.  A los 90 o 100 días ya pueden volar.

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En el laboratorio se efectúa el proceso de alimentación, cuya fórmula elaborada con croquetas de perro, Cerelac y mantequilla de maní debe tener una temperatura adecuada. (Fotografía Prensa Libre: María Reneé Barrientos Gaytan)

 

Por lo general se trabaja  con grupos de 10, pero este año el laboratorio liberará 24. Les colocan anillos para monitorearlos y así es como han controlado que algunas regresan.

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Los pichones se agrupan por edades en el laboratorio. (Fotografía Prensa Libre: María Reneé Barrientos Gaytan)

Cuando termina la época reproductiva,  las guacamayas se van del lugar. Según los estudios llevados a cabo, emigran hacia México. Hacen un vuelo largo de más de 190 km y allí se reúnen con otras aves de su especie.

No se conoce el tamaño de la población de guacamayas, pero sí el índice reproductivo, el cual se ha incrementado en los últimos años, dice García Anleu.

Tras liberar a las guacamayas el laboratorio comienza con labores de mantenimiento, tanto de los nidos como del local y equipo.  El costo de funcionamiento es de unos US$50 mil anuales —Q400 mil—.

El laboratorio opera con energía solar, aunque en días nublados se utiliza una planta de energía, la cual también funciona algunas horas cada noche para que los colaboradores cocinen.

El campamento cuenta con dormitorios y cocina para los técnicos de campo, quienes trabajan tres semanas y descansan una.

Las principales amenazas para las guacamayas son la pérdida de hábitat y el tráfico de especies, pues es muy solicitada en el mercado negro.

Según  el documento Estrategia nacional contra el tráfico ilegal de vida silvestre en Guatemala 2020-2029, un colector de guacamayas la vende en Q500, pero el precio en el mercado ilegal puede llegar a ser 10 veces mayor.

WCS también hace un estudio sobre los jaguares en el área, para lo cual han instalado cámaras para identificarlos en su paso por el bosque. Estos son animales crepusculares, así llamados porque salen a explorar cuando comienza a caer la noche. Se calcula que hay entre 800 y 1,200 jaguares en toda Guatemala.

 Estrategia integral

Pese a su importancia biológica y cultural, esta región se encuentra  amenazada por incendios forestales, tala inmoderada, cacería y aprovechamiento ilegal de especies silvestres, además de usurpaciones y cría de ganado ilegal.

El proyecto de WCS busca mantener la integridad del bosque, por lo que trabaja en la prevención de hábitat y de incendios forestales, e imparten capacitaciones sobre las especies, así como iniciativas comunitarias que generen compromisos en el largo plazo, explica Ponce.

Paso Caballos es una de las comunidades más antiguas de Petén y está asentada en la entrada este del Parque Nacional Laguna del Tigre. Desde allí exportaban chicle, xate y madera a México en la década de 1970, pero por el conflicto armado interno fue abandonada y después llegó una comunidad maya q’eqchi’, cuenta Rómulo Bedolla, de la Asociación Balam, la cual hace investigación en el lugar y trabaja proyectos de turismo.

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Comunidad Paso Caballos, en el  Parque Nacional Laguna del Tigre, en el municipio de  San Andrés, Petén. (Fotografía Prensa Libre: María Reneé Barrientos Gaytan)

Esta comunidad se estableció en el área  entre 1990 y 1992, y en  1997 firmó un acuerdo de buena intención con Conap para ordenar su permanencia en el lugar, para lo cual se delimitó un polígono  de 112 parcelas para agricultura, donde siembran maíz, frijol y pepitoria, así como  un área de reserva forestal. Suman 285 familias q’eqchi’s, compuestas por  1,667 habitantes, quienes ocupan 5,704 hectáreas. Cada dos o tres años Conap elabora un censo de población para evitar el ingreso de nuevas familias.

Hace algún tiempo desarrollaron con los niños una adopción de nidos de guacamaya y  de esta manera consiguieron que no hubiera más robo de pichones dentro de la misma comunidad.

De los 16 ecosistemas que forman la Reserva de la Biósfera Maya, 13 se encuentran dentro del parque Laguna del Tigre, el cual también tiene la categoría de sitio ramsar por su extensión, riqueza y característica de humedales. Guatemala tiene siete sitios designados como humedales de importancia internacional y uno de ellos es el Parque Nacional Laguna El Tigre, designado como tal en 1993. En la página web de Ramsar.org se describe como: un extenso complejo de bosques bajos inundados estacionalmente, ríos de corriente lenta, pantanos, lagunas permanentes y cuerpos de agua estacionales que forman parte del humedal más grande de Guatemala.

El enfoque de conservación se desarrolla de manera interinstitucional e incluye acciones de protección de hábitat, fortalecimiento de las capacidades institucionales para la prevención y detección temprana de amenazas y la participación comunitaria para el desarrollo de acciones de conservación y fomento del bienestar humano.

Los pobladores han aprendido a manejar un semáforo para  efectuar las quemas agrícolas de sus parcelas con un sistema de alerta temprana coordinado por el Cocode.  En un campo de la comunidad se observa la bandera que avisa en qué fase se encuentran. La  verde indica que las temperaturas son bajas, con la amarilla se debe tener cierta precaución y con la  roja es prohibido hacer quemas. A la vez, los campesinos cavan brechas de cuatro metros para evitar incendios descontrolados y respetan los límites del parque, puntualiza Vinicio Morales, técnico de protección ambiental de WCS.

En fecha reciente,  hicieron una medición catastral, la cual servirá como base para  optar a proyectos de incentivos forestales con el Instituto Nacional de Bosques (Inab), con lo cual podrán aplicar para dedicar una parte de su parcela a la siembra de árboles. En el 2022, cuatro pobladores  obtuvieron un primer pago, y como resultado se inició la nueva medición del polígono que permita que en el futuro haya más beneficiarios.

Otro proyecto que maneja WCS con esta misma comunidad es un apiario que  comenzaron a trabajar  con la autorización del Conap a principios del 2023.

La apicultura aporta recursos económicos sin dejar un impacto ambiental negativo. La abeja hace una polinización cruzada, lo que genera mejores y mayores cantidades de frutos en el bosque y promueve la conservación de especies bandera, como el jaguar y la guacamaya, enfatiza Melvin Mérida, coordinador de medios de vida y ganadería sostenible de WCS.

La cantidad de alimento disponible en el bosque se relaciona con el número de huevos que ponen las guacamayas rojas, añade Mérida. La fenología, que mide la cantidad de alimento disponible, afecta el número de huevos que ponen. Si hay mucho alimento, llegan a ser tres, cuatro e incluso cinco.

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En la comunidad q’eqchi’ Paso Caballos, ubicada en el departamento de Petén,  cuatro pobladores participan en un proyecto de economía sostenible de producción de miel Amayu con el primer apiario escuela dentro del Parque Nacional Laguna del Tigre con el fin de conservar el bosque y su biodiversidad.  (Fotografía Prensa Libre: María Reneé Barrientos Gaytan)

Cuatro pobladores de Paso Caballos se involucraron y desde enero  trabajan con 25 colmenas. A finales de mayo ya se tenían dos cosechas y la producción fue de un tonel y medio de miel, la cual Grupo AJE ya se comprometió a adquirir y también apoyó con asesoría técnica para la producción e instalación del apiario.

El propósito de esta iniciativa es involucrar a más pobladores de la comunidad para que tengan otra fuente de ingresos distinta a la agricultura que sea sostenible.  Por el momento,  se encuentran en una fase inicial de capacitación, la cual  tomará alrededor de dos años, de acuerdo con el calendario apícola, concluye Mérida.

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