Revista D

La fragilidad del artista

El 7 de agosto apuñalaron al actor y director de teatro Roberto Arana. La situación, la de siempre: ladrones ocasionales, en este caso tres adolescentes, atracaron por un celular y en el camino la historia se torció. Arana, porque la suerte estaba de su lado, no sufrió ningún daño severo, pero a punto estaba. El puyón iba dirigido a su corazón, pero no tocó ningún órgano vital. La historia se hace más patética, si se puede, en cuanto a la similitud que guarda con la de otros muchos otros chapines.

Los artistas guatemaltecos que no pueden pagar un seguro médico están desprotegidos, casi al borde del desamparo. Los servicios públicos, colapsados a niveles alarmantes, muchas veces no atienden a los pacientes que no están al borde de la muerte porque en la práctica no cuentan con la materia prima y humana en las cantidades suficientes para hacerlo.

Hay que asentar que muy por el contrario de lo que se piensa, los hospitales San Juan de Dios y Roosevelt cuentan con equipo de primera que no se da abasto para la avalancha que los requiere. En otras palabras, hay y no hay, al mismo tiempo.

En el panorama hay que sumar a los artistas que trabajan para el Estado y que están amarrados a los pagos irregulares de sus exiguos salarios. Con los nuevos contratos y sus renglones específicos muchos no tienen acceso a los servicios del IGSS y a las oportunidades que este puede significar para quien puede pagarlo. Por lo tanto, quedan en manos de lo que buenamente puedan pagar y allí es caer en otro infierno.

En el caso de Roberto, su familia y sus alumnos de teatro, entre otros, dieron la cara solidariamente, pero ¿qué pasa con los que no poseen la misma suerte?

guillermonsanto@yahoo.com

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