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El arqueólogo estadounidense Herbert Spinden (1879–1967) relata que desde el 17 de noviembre había actividad sísmica, pero la noche de Navidad comenzó la desvastación. “Ocurrió cerca de las 22.20 horas. Causó un daño considerable y sirvió como un fuerte aviso que sin duda salvó muchas vidas porque, a las 11.23 horas, hubo otro extremadamente fuerte que derribó muchas casas y mató, quizá, a 50 personas”, anota Spinden. “Durante toda la noche, bajo una Luna llena ajena a los problemas, la población se acurrucó en los parques mientras la tierra se estremecía”, agrega.
Nuevos temblores sobrevinieron el 29 de diciembre y el 3 de enero, pero sin duda el más fuerte fue el del 24 de ese mismo mes.
Spinden estaba hospedado aquel día en un hotel frente a la estación central del ferrocarril. “Llegué a la ciudad de Guatemala unos 20 minutos antes del terremoto. Los demás hoteles estaban en ruinas y en las plazas había campamentos de refugio temporales hechos con chozas”, prosigue. Unos minutos después del ocaso sintió que los platos de la mesa “comenzaron a vibrar y a bailar; las paredes y el techo crujieron y se tambalearon. Nos aglomeramos en las puertas, cayendo y tropezándonos para intentar llegar a la calle… El miedo fue tal que pensamos que la tierra misma cedería para formar un volcán en medio de la ciudad”, relata.
Ciudad en ruinas
El servicio de agua quedó inutilizado, las tumbas del cementerio quedaron hechas añicos y pasaron semanas antes de que la gente pudiera regresar a sus viviendas. “Quizá cinco de cada cien casas podrán ser reparadas”, anotó otro estadounidense, Marshall Howard Saville (1867–1935), quien también se hallaba en el país.
“Se levantaron campamentos con chozas hechas usando carruajes, muebles, puertas y ventanas dañadas; estas se cubrían con láminas, sábanas, manteles o alfombras”, narra Saville.
Los terremotos de 1917-1918 cambiarían totalmente la apariencia de la ciudad. “Los palacios coloniales situados alrededor de la Plaza Central se desplomaron, así como la mayoría de edificios públicos construidos al final del siglo XIX, entre ellos el Palacio Presidencial, el de la Aduana, el Palacio de La Reforma”, refiere la Historia General de Guatemala.
En total hubo 14 campamentos de refugiados. En el del Potrero de Corona, hoy barrio Moderno, estaba uno de los más grandes y precarios. Había otros campamentos populares en Gerona, La Parroquia, La Candelaria. En El Sauce, hoy zona 2, se erigió otro asentamiento, porque allí vivían extranjeros.
La concentración de personas trajo una consecuencia adicional: permitió la comunicación entre vecinos y de alguna manera consolidó el malestar colectivo en contra de la dictadura de Manuel Estrada Cabrera.
Las finanzas del Estado estaban mal por la caída de los precios del café en 1917, y las malas cosechas en 1918 y 1919. Si bien no fue el único factor, se convirtió en uno de los más relevantes de cara a la expulsión del dictador, que ocurriría en abril de 1920.
Un enjambre sísmico
Si bien se enumeran cuatro grandes sismos entre el 25 de diciembre de 1917 y el 24 de enero de 1918, el Insivumeh considera que se trató de un enjambre sísmico. No se conoce el epicentro a ciencia cierta, pero por la magnitud de los daños se calcula que tuvieron una intensidad de 6 a 7 grados Richter.
Con información de testimonios de Sauville, Spinden e Historia General de Guatemala.
Serie histórica (69)