Revista D

Insignes escritores adularon al “Señor Presidente”

El guatemalteco Enrique Gómez Carrillo y el peruano José Santos Chocano escribieron a favor del dictador Manuel Estrada Cabrera.

Enrique Gómez Carrillo, conocido como "el Príncipe de los cronistas". Foto Prensa Libre: Hemeroteca PL.

Enrique Gómez Carrillo, conocido como "el Príncipe de los cronistas". Foto Prensa Libre: Hemeroteca PL.

A lo largo de la historia literaria de Guatemala han surgido personajes que, en busca de privilegios, han utilizado sus plumas para ensalzar a los gobiernos dictatoriales. Esta clase de personas —los aduladores— son conocidos en nuestro país como chaqueteros.
Entre ellos están grandes escritores como Máximo Soto-Hall, Enrique Gómez Carrillo, Rubén Darío (nicaragüense), José Joaquín Palma (cubano) y José Santos Chocano (peruano), por mencionar algunos ejemplos.
Epaminondas Quintana, uno de los más destacados integrantes de la generación de 1920, escribió: “Desgraciadamente, los intelectuales de la época eran poco escrupulosos en el manejo de la adulación, casi de la cual vivían. Muchos de ellos se paseaban por el continente (América) y por España, loando dictadores y lograban así, darse la gran vida. Don Manuel Estrada Cabrera (gobernante entre 1898 y 1920) se la llevaba de protector de la inteligencia y así gustaba rodearse de altos personajes de la literatura  y el pensamiento mundiales, para explotar su prestigio. Así acogió a Rubén Darío, a Santiago Argüello, a José Joaquín Palma y a otros que no recordamos…”.
Un caso particular es el del cronista Enrique Gómez Carrillo, quien en varias ocasiones se refirió al dictador. “Estrada Cabrera, en efecto, es en Centro-América el mandatario ideal. ¡Cuántas veces lo hemos dicho!… Porque realmente si hay un hombre lleno de grandes, de nobles, de inquebrantables cualidades, es este… la gloria de Estrada Cabrera en la historia estribará en haber sido el único que ha sabido reunir la energía de un militar, la inteligencia de un filósofo y la bondad de un apóstol”.
Incluso, desde París, editó revistas y panfletos exaltando los avances que había en Guatemala, haciendo eco a la supuesta vasta obra del represor.
Claro, Gómez Carrillo era bastante listo, pues, según el escritor Miguel Marsicovétere Durán, “se las arreglaba para imprimir solo unos pocos ejemplares, los necesarios para enviar a Guatemala y cobrar por ello”.
El llamado Príncipe de los cronistas también publicó la Historia del gobierno de D. Manuel Estrada, que llena 237 páginas de loas a uno de los períodos más oscuros de nuestra patria.
¿Cuál era el objetivo del cronista para quedar bien con el entonces mandatario? Para el investigador Horwinski, era para asegurar su permanencia en la capital francesa con un trabajo estable —de hecho, ahí ocupó el cargo de cónsul general, lo cual le permitió conocer y rozarse con sus pares extranjeros, logrando negocios, recomendaciones y una que otra aventura—.
Por eso no le importó seguir con la práctica de la adulación; cierta vez escribió esto: “Conversador agradable y profundo. Estrada Cabrera sabe seducir a sus auditores sin buscar efecto de frases. Todo lo que sale de sus labios está impregnado de cierta gravedad sonriente, melancólica y discreta. Es sincero. También es un hombre convencido de buena voluntad y de fe entera”.
Sin embargo, lo que en verdad sucedía era que el Señor Presidente ordenaba torturar y fusilar a cientos de opositores; de hecho, se sospecha que mandó a asesinar a Manuel Lisandro Barillas en una transitada calle de la Ciudad de México, en 1907.

El peruano

Los chaqueteros le abundaban al dictador. Otro fue el peruano José Santos Chocano, uno de los más destacados escritores de la literatura en español.

Poeta José Santos Chocano. Foto Prensa Libre: Hemerotea PL.

Pablo Yankelevich, doctor en Estudios Latinoamericanos por la Universidad Autónoma de México, estudió los nexos entre este personaje y Estrada Cabrera. Apunta, por ejemplo, que desde 1911 corría el rumor de que los continuos viajes del poeta entre Estados Unidos y Guatemala obedecían a encargos del dictador, lo cual confirmó Rafael Arévalo Martínez en su obra ¡Ecce Pericles!.
Uno de los episodios a resaltar fueron los últimos días del régimen, cuando se acorraló a Estrada Cabrera en su residencia de La Palma.
Según testigos, Santos Chocano —quien estaba ahí dentro—, aconsejó al dictador la autoinmolación: “Perezca usted antes de rendirse: la belleza de este gesto bien vale el sacrificio de su vida claudicante, y si es necesario de las nuestras. Usted ha vivido como un amo: no acepte vivir como un esclavo”. Al menos así lo describe Arévalo Martínez.
El autor de ¡Ecce Pericles! también afirma que, mientras los unionistas atacaban, el peruano dictaba un largo texto que alguien que escribía en una máquina portátil. Pero no, no se trataba de un poema, sino de la redacción de los artículos de una concesión que, a su favor, en Petén le concedería Estrada Cabrera, para explotar chicle y que pensaba vender a una firma estadounidense.
Poco después, el Señor Presidente fue capturado, mientras que la justicia popular custodió al poeta y lo encerró en la penitenciaría, donde pasó los siguientes seis meses. Detalla Yankelevich que aquella era una “celda improvisada, del tipo de una pocilga, más para cerdos que para seres humanos”.
Quintana, quien presenció aquellos hechos, escribió: “Para mala suerte del cóndor inca, le tocó estar en Guatemala a la hora de la gran expiación del régimen cabreriano. (…) El dictador echó mano de algunos intelectuales, por cierto nada despreciables, tales como Francisco Gálvez Portocarrero, Andrés Largaespada y el estudiante Heberto Correa y, entre ellos, Chocano. De motu propio u obligados, ellos rodearon a don Manuel desde el momento en que su silla de dictador vacilaba. Se quedaron encerrados en La Palma durante los ocho días trágicos y cuando cayó el amo, los intelectuales que lo rodeaban fueron detenidos y apresados”.
Santos Chocano fue salvado por la comunidad internacional, pues el pueblo guatemalteco estaba enardecido contra los aliados del caído mandatario. “El rey de España Alfonso XIII, algunos presidentes latinoamericanos y un buen número de escritores y artistas de Europa y América Latina demandaron su liberación. En octubre de 1920 abandonó la prisión para abordar de inmediato un tren rumbo a Nicaragua y Costa Rica”, detalla la versión de Yankelevich.

Fuente: De algo hay que vivir o Gómez Carrillo y el tirano Estrada Cabrera, de Rodrigo Fernández Ordóñez – Universidad Francisco Marroquín. 

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