Amable, culta y amante de las Bellas Artes. Así es Anastasia Khokhólikova (Moscú, 9 de junio de 1966), esposa de Alexander Khokhólikov, actual embajador de la Federación Rusa en Guatemala. “Hemos vivido en América Latina desde hace 30 años; es la segunda vez que estamos en este hermoso país”, declara en perfecto español.
En esta entrevista, Khokhólikova habla sobre el carácter de su gente, así como de la cultura, historia y gastronomía de su patria. Aprovecha la ocasión para desmitificar ciertos estereotipos que en occidente imperan sobre la forma de ser de los rusos.
Los guatemaltecos los imaginamos serios y distantes. ¿En realidad son así?
Es cierto que somos serios; nuestra personalidad tiene que ver mucho con las circunstancias climáticas e históricas, ya que hemos tenido un pasado bastante duro. Entonces, aunque al principio cueste un poco, si entabla una amistad con un ruso puede estar seguro de que será para siempre. Así se dará cuenta de que también somos abiertos, cálidos y hospitalarios.
¿Cómo es Moscú?
Es un enorme conglomerado en el que habitan alrededor de 12.3 millones de personas. Se caracteriza, además, por una hermosa arquitectura en la que destacan sus teatros y templos ortodoxos. Es un sitio en el que se mezcla la historia, el arte y las tradiciones con el modernismo.
Dicen que el metro moscovita es el más bonito del mundo.
Me parece que sí; es una joya del arte. Mi estación favorita es Mayakovskaya, construida en 1938. En su techo tiene 34 mosaicos del pintor Alexander Deneyka con el tema 24 horas en el cielo soviético.
A propósito, Rusia se ha destacado históricamente por su aporte a las Bellas Artes.
Sí, nuestro país ha contribuido en la formación y desarrollo de la Música, Danza o Literatura. De esa cuenta tenemos a grandes músicos como Glinka, Rimski-Kórsakov, Tchaikovsky, Rajmáninov o Shostakóvich; asimismo, nuestra escuela de ballet, desde mi punto de vista, es la más avanzada del mundo. En cuanto a escritores, tenemos a grandes de la literatura universal como León Tolstói, Aleksánder Pushkin, Fiódor Dostoyevski, Máximo Gorki o Antón Chéjov.
En otras expresiones artísticas como pintura, teatro o cine destaco su originalidad, expresividad, espiritualdiad, nacionalismo y sentido humanista.
¿Le gusta leer?
Bastante. Mi autor ruso favorito es Pushkin, a quien considero una enciclopedia de la vida de nuestro país. También me gusta Tolstói, quien en su obra Guerra y paz, expone el carácter y el espíritu altivo de los rusos.
¿Qué otro pasatiempo tiene?
Estudié en la Universidad de Bellas Artes y ahí perfeccioné mi habilidad con los bordados, algo que siempre he hecho.
¿Qué extraña de su país?
A mis amigos, a mi mamá y demás parientes, así como las comidas, pese a que aquí las preparamos.
¿Cuáles son los platillos rusos que todo visitante debería probar?
Primero, le tengo que decir que Rusia no solo es vodka y frío —ríe—. Aparte de nuestra riqueza cultural, espiritual y artística, tenemos una excelente gastronomía. Así que, en verano, recomiendo probar la okroshka, que es una sopa fría a base de kvas, la bebida nacional, hecha de pan negro. También hay que degustar otras sopas como la borsh —de remolacha y carne— y la shchi —verduras y carne—, así como los postres vedovik —por lo regular se consume durante la Cuaresma—, praga y napoleón —este último es un pastel tipo hojaldra con crema que, según la leyenda, fue inventado para honrar los cien años desde la victoria de los rusos contra el ejército francés en 1812—. Son obligatorios los blini, que son panqueques con caviar, salmón o carne.
¿Rusia se caracteriza por algún producto gastronómico específico?
A Perú se le conoce como el país de las papas y a Francia como la nación de los quesos. Rusia es la patria de las manzanas, ya que tenemos unas 900 variedades.
¿Qué comidas guatemaltecas son sus favoritas?
Los frijoles volteados. Cada sábado preparamos el desayuno típico de acá, con huevos, frijoles y plátanos.
Hace poco mencionó el frío de su patria.
Sí, el invierno es fuerte, pero me gusta. Además, los chicos esperan esa época porque patinan, esquían, pasean en los trineos o hacen muñecos de nieve; es muy divertido. Pero no siempre es así, al menos en Moscú, por supuesto, porque en el verano la temperatura sube bastante, con un sol radiante.
Antes de salir de Rusia, ¿cómo imaginaba América Latina?
Estudié en el Colegio Español, en Moscú, donde efectuábamos veladas internacionales, entonces desde muy pequeña supe bastante sobre la cultura de esta parte del mundo. Ahí aprendí español. Luego, mi sueño de viajar se hizo realidad porque al casarme con Alexánder nos fuimos a Perú y ahí encontré lo que siempre quise. Además, hemos estado en Costa Rica, Colombia y México. En general, los latinoamericanos son hospitalarios y cálidos.
¿Qué le gusta de Guatemala?
Esta tierra es hermosa. La primera vez que estuvimos aquí fue hace 20 años; al regresar nos hemos dado cuenta de que la capital ha tenido un gran desarrollo. Aparte, me gusta Momostenango, Totonicapán; el Lago de Izabal y Antigua Guatemala. Esta nación, en un espacio pequeño, tiene de todo, desde variedad climática hasta riqueza natural.