¿Qué ha pasado?
Una de las grandes razones por las que ha habido empobrecimiento intelectual se debe al fenómeno tecnológico. Hoy, por eso, priman las imágenes sobre las ideas, el ingenio sobre la inteligencia, el humor sobre la gravedad, la banalidad sobre lo profundo y lo frívolo sobre lo serio.
El 2 de junio pasado, el Ministerio Público y la Comisión Internacional contra la Impunidad en Guatemala destaparon otro caso de corrupción que involucra a altos exfuncionarios públicos, empresarios y hasta un exfutbolista. Pese a la seriedad del tema, los memes no se hicieron esperar.
La gente empezó a tomárselo medio en serio y medio en broma. Lo banal se viralizó.
Así sucede constantemente. Se ven las cruentas escenas en Siria, las muertes en las calles de nuestra patria, los busazos por el exceso de velocidad, para luego pasar a ver los memes sobre la rivalidad entre Messi y Cristiano o las curvas desnudas de Kim Kardashian.
“Los memes tienen la capacidad de encerrar en una sola pieza el sentimiento colectivo”, refiere Eswin Quiñónez, editor web de Prensa Libre y catedrático de Comunicación. “Son las reacciones a un hecho noticioso y, como tal, caben en contenidos periodísticos como complemento”, agrega.
“Los espectadores no tienen memoria; por eso tampoco tienen remordimiento ni verdadera consciencia”, apunta el escritor mexicano Octavio Paz, Nobel de Literatura (1990).
“Este periodismo sigue esforzándose por convertir a las víctimas en piezas de un espectáculo que se presenta como información necesaria, pero cuya única función es saciar la curiosidad perversa de los consumidores del escándalo”, escribió el comunicador argentino Tomás Eloy Martínez, fallecido en el 2010.
Pero lo cierto, ahora, es que a la gente le entretiene la catástrofe. Mejor aún si va acompañado de sátira o aunque sea un meme.
Ha habido una especie de deformación noticiosa —al menos desde el punto de vista de Vargas Llosa— en que lo prioritario pasa no tanto por su significación económica, política, cultural y social como por su carácter novedoso, sorprendente, insólito, escandaloso y espectacular.
De esa cuenta, indica Quiñónez, los periódicos serios de hoy deben tener una curaduría informativa aún más cuidadosa, con más análisis y responsabilidad. Esto se logra a través de la publicación de noticias segmentadas en distintas plataformas. “Hay que alinearse para sobrevivir, pero siempre manteniendo la seriedad, objetividad, rigor y fidelidad a la verdad”, comenta.
Vargas Llosa concluye con una visión un tanto pesimista: “No está en poder del periodismo por sí solo cambiar la civilización del espectáculo, a la que ha contribuido parcialmente a forjar”.