Se llama Addyi —que diseñó la farmacéutica Sprout, recién adquirida por Valeant— y su compuesto activo es la flibanserina, un químico que actúa sobre determinados neurotransmisores. Algunos sectores, incluso, la han comparado con la famosa pastilla azul que ayuda a los hombres a alcanzar una erección.
Sin embargo, ninguna tiene que ver con la otra. La píldora rosa actúa en el sistema nervioso central mientras que el viagra es un vasodilatador. Entonces, una es psíquica y la otra, física.
De acuerdo con la farmacéutica propietaria de Addyi, el medicamento modifica tres sustancias químicas claves para el cerebro, aumentando la dopamina y la norepinefrina y disminuyendo la serotonina, lo que hace incrementar la libido en las mujeres. Cabe destacar que no mejora el rendimiento sexual, como lo hace el viagra.
Otra gran diferencia es que la píldora azul se toma poco antes de un encuentro sexual, mientras que la femenina debe tomarse todos los días —durante semanas o meses, haya sexo o no—, hasta tener resultados “modestos”, como se leerá más adelante.
Polémica aprobación
Hace un par de semanas, la Administración de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos (FDA, en inglés) aprobó el fármaco Addyi para tratar a mujeres que no hayan llegado a la menopausia y que sean diagnosticadas con el trastorno de deseo sexual hipoactivo (TDSH), que se define como la “deficiencia o ausencia de fantasías y deseo de actividad sexual que causa una marcada angustia o dificultad en el trato interpersonal”.
La médica Anita Clayton, asesora de la píldora rosa, declaró que es exclusivamente para las mujeres con TDSH, no para aquellas que hayan perdido el interés por el sexo por motivos como estrés, cansancio o problemas maritales.
En cualquier caso, su autorización fue aplaudida por Even The Score, una organización que aglutina a otras 26 asociaciones que reclaman un trato igualitario para las mujeres en cuanto a los problemas de disfunción sexual. Su presidenta, Susan Scanclan, celebró en su cuenta de Twitter y escribió que la noticia es un “avance para las mujeres”.
Pese a ello, la comunidad científica se opone a que la pastilla se comercialice —su lanzamiento será el 17 de octubre en Estados Unidos—.
Primero, porque tal disfunción femenina ha sido puesta en duda por varios expertos. “No existe una norma establecida científicamente para la actividad y deseos sexuales y no hay pruebas de que el TDSH sea una condición médica”, indica Adriane Fugh-Berman, profesora asociada de Farmacología de la Universidad de Georgetown, en declaraciones a la agencia EFE. “El desorden de deseo sexual hipoactivo es un típico ejemplo de un problema que fue patrocinado por la industria para preparar el mercado para un tratamiento específico”, agrega.
Segundo, que el medicamento va acompañado de fuertes advertencias debido a los efectos secundarios, que van desde hipotensión —disminución de la presión arterial—, pasando por mareos, somnolencia, fatiga y sequedad en la boca, hasta la pérdida de consciencia, riesgos que aumentan con el consumo de alcohol y con el uso de otros medicamentos que interfieran con la descomposición de la flibanserina en el organismo.
Los médicos que la prescriban, además, deberán recibir entrenamiento específico. En esa medida va implícito el mensaje de que no se podrá adquirir libremente en las farmacias. Para terminar, las pacientes tendrán que llenar un formulario para certificar que han sido informadas sobre los riesgos —este documento libra a la farmacéutica de posibles demandas—.
La FDA, de hecho, ya había rechazado en dos ocasiones el compuesto (en el 2010 y en el 2013), después de que otro panel de asesores concluyera que había dudas sobre su seguridad y porque consideraban que no se había demostrado que el fármaco fuera eficaz para combatir el bajo deseo sexual.
Para acrecentar la polémica, la FDA está consciente de que la efectividad de Addyi es “modesta”.
Al respecto, Leonore Tiefer, prestigiosa profesora de Psiquiatría de la Universidad de Nueva York, contrapone “los minúsculos beneficios” de la píldora rosa contra el “muy grave horizonte de efectos secundarios”.
Los analistas refieren que el medicamento ha sido autorizado solo gracias a una continua pelea con las autoridades sanitarias de EE. UU., con un gran esfuerzo de mercadotecnia y relaciones públicas. A propósito, sus detractores recuerdan que la organización Even The Score ha sido financiada en gran parte por el laboratorio que lo comercializará.
Para muchos, Addyi es un medicamento riesgoso para un trastorno inventado. Los expertos indican que para mujeres con un deseo sexual inhibido, lo mejor es solucionarlo con terapias psicológicas. La polémica está servida.