Refugiado en su casa
Era tanta su rabia ese 1 de julio que no respetó el camino correcto de su dimisión, que consistía en entregar su renuncia a la Asamblea Nacional, para que esta le diera posesión al primer designando a la Presidencia, por lo que los castrenses debieron llevarla al Parlamento.
Después de entregar la hoja de papel, furibundo y desconcertado, se marchó a su residencia —formada por dos casas contiguas situadas en la 14 calle entre 3a. y 4a. avenidas, zona 1, de la Ciudad de Guatemala— donde permaneció aislado, porque ni sus amigos, ni sus familiares lo visitaron por temor a represalias del Gobierno y de los pobladores. La única persona con quien mantuvo comunicación fue con su esposa Marta Lainfiesta; ella ocupaba una de las dos casas.
“Ubico vivía en la principal y su mujer, en la de al lado, conectadas por una puerta interna. Durante su mandato había tenido una gran cantidad de amantes fijas y ocasionales, pero nunca quiso divorciarse, en el fondo quería a su esposa, por lo que habían llegado a este peculiar arreglo”, explica el periodista y escritor argentino Carlos Sabino en su libro Tiempos de Jorge Ubico en Guatemala y el mundo.
La abogada Marta Altolaguirre —sobrina nieta del caudillo— quien en esos años era niña, recuerda que una vez que los visitó, junto con sus padres, por curiosidad se paró frente a un arco y él se le acercó y le dijo: “Allá vive tu tía y aquí yo”. “Discrepaban mucho, no se llevaban bien, pero él no creía en el divorcio, por eso compraron dos casas. Cuando estaban de buenas cenaban juntos”, cuenta.
Durante los casi cuatro meses que vivió en esa casa, después de ceder el poder —del 1 de julio al 20 de octubre de 1944—, no dejó de preguntarse, ¿cómo era posible que hubiera caído, si estaba seguro de que contaba con el apoyo de la población, especialmente de la provincia?, ¿qué había pasado con el Ejército que le había jurado lealtad?, Estados Unidos no le había solicitado que renunciara, pero tampoco había intervenido, lo cual consideraba un desaire. Se sentía traicionado.
Aquellos días los vivió solo y sin hacer nada, “estaba agotado” por los problemas políticos y manifestaciones populares que había enfrentado durante los últimos meses de su gobierno, y porque durante los 14 años que ejerció la Presidencia se dedicó a resolver todo tipo de asuntos, para lo cual recorrió el país, comenta el abogado y escritor Jorge Mario García Laguardia.
Altolaguirre rememora que sus únicos acompañantes fieles fueron sus cuatro perros de pelo rojizo —no recuerda la raza— que siempre estuvieron a su lado; entre ellos un chihuahua, que muchas veces lo llevó durante sus jornadas de trabajo. “Los canes fueron muertos a balazos el 20 de octubre, cuando la casa fue asaltada por grupos de manifestantes”, indica.
¿El poder tras el trono?
Muchos aseguran que atrás del gobierno de 110 días del general Ponce Vaides estuvo la figura de Ubico; sin embargo, algunos no comparten esta teoría porque el exmandatario no estaba de ánimo para continuar en política y, posiblemente, ya sentía los efectos del cáncer que lo llevó a la tumba 19 meses después.
“A pesar de que en algunos textos se señala el breve gobierno de Ponce Vaides como una continuación del de Ubico, dejando entrever que el caudillo todavía retenía las riendas del poder, no hay ningún testimonio, ningún dato o información concreta que apunte en esa dirección”, afirma Sabino en su libro.
La hipótesis de que fue el poder tras el trono quizás está fundada en que Ponce Vaides continuó usando métodos autoritarios similares a los de Ubico y atacando a sus adversarios políticos con la Policía. El diario el Imparcial publicó editoriales contra las intenciones del nuevo gobernante de perpetuarse en el poder.
A raíz de esas críticas, el 1 de octubre el periodista Alejandro Córdova —fundador y director de dicho periódico— fue asesinado en la capital. El crimen aceleró los preparativos del movimiento cívico-militar del 20 de octubre, cuenta el también periodista Jesús Alvarado Mendizábal, quien fue testigo de esos momentos.
Aquellos sucesos crearon consternación en la sociedad guatemalteca y fueron el preludio de la Revolución del 20 de Octubre, cuando ocurrió el levantamiento popular en el que participaron abogados, maestros, obreros, estudiantes universitarios y una parte del Ejército.
“Probablemente intervino bajo de agua en el nuevo régimen, porque él (Ubico) impuso a los del triunvirato, en lugar de que asumiera el primer designado como lo ordenaba la Constitución”, agrega Mendizábal.
Escalera salvadora
Ubico y su esposa, quienes no procrearon hijos porque él era estéril debido a un golpe que sufrió en los testículos que algunos dicen sucedió en la Escuela Politécnica, mientras que otros, cuando montaba caballo, no planeaban abandonar el país.
Permanecían refugiados en sus casas de la 14 calle y 3a. avenida de la zona 1, mientras se diluía el ambiente político, luego de su renuncia. “Nunca pensaron que fuera a suceder la Revolución del 20 de Octubre”, expresa García Laguardia.
“Durante toda la madrugada de ese viernes —20 de octubre— se oyeron los disparos de la artillería y de los tanques. Luego comenzaron a circular diversos rumores y toda clase de comentarios, ante la ausencia de noticias por parte del Gobierno y de los alzados. Hubo soldados y policías que se despojaron de sus uniformes para confundirse con la multitud, vehículos con gente armada que circularon a gran velocidad haciendo sonar las bocinas, en pocas palabras, un caos”, resalta Sabino.
Este ambiente espantó a Ubico, quien comenzó a urdir y concretar un plan de escape. “Es de imaginar lo que sintió esa mañana. La ciudad estaba sin policías, sin autoridades, y ya desde temprano curiosos observaban las casas de la 14 calle, que no tenían ninguna protección especial. Se escuchaban gritos contra su persona y el ambiente comenzaba a hacerse cada vez más amenazante”, relata Sabino.
Altolaguirre, quien en esos años vivía por la iglesia La Recolección —3a. calle y 3a. avenida, zona 1—, cuenta que ese día la despertaron los gritos de la señora que trabajaba en su casa, quien se asustó al observar un cañón frente a su residencia. Los soldados llevaban la orden de catear el inmueble de su padre Arturo Altolaguirre Ubico. “Las calles estaban llenas de turbas”, rememora.
Hacia el mediodía, Ubico y su mujer comenzaron a buscar el modo de salir de su casa, porque la multitud que la rodeaba se había vuelto hostil. Como no podían hacerlo por la puerta delantera se dirigieron hacia el fondo, que daba a la vivienda de Casimiro Rendueles, quien era cónsul de España en Guatemala.
El jardín colindaba con la casa de Ubico, por lo que el cónsul, enterado del problema “colocó una escalera sobre la medianera y Ubico, aparentemente, colocó otra y así él y su esposa pasaron a la vivienda de Rendueles, quien en su automóvil los llevó a refugio seguro en la Legación Británica, en la 11 calle poniente No. 10, a solo 3 cuadras de su casa”, informa Sabino.
En la tarde, una turba saqueó las dos propiedades. Se llevaron todo, hasta las tuberías y los sanitarios, pero lo más reprobable, según Sabino, fue el robo de las joyas de la señora Lainfiesta y otros utensilios, como un juego de cubiertos de plata que pertenecían a la madre del militar.
Cachurecos
En la sede diplomática se mantuvo el matrimonio Ubico varios días. El miércoles 25, acompañados por el encargado de negocios británico y en un carro diplomático, se desplazaron al Aeropuerto La Aurora donde los esperaba un DC-3 para llevarlos en vuelo directo a los Estados Unidos. “Llevaban breves y sendas piezas de equipaje, y cada uno declaró US$1 mil en efectivo, extremo que fue corroborado por las autoridades. El avión, con solo estos dos pasajeros, despegó a las 13 horas”, cuenta Sabino.
Antes de partir el exmandatario dio una corta declaración en la que manifestó que se encontraba triste y ofendido por el trato. “Es una injusticia que me echen como un perro, pero ahora que se han dejado meter en esta aventura, muestren que poseen valor suficiente para llevarla adelante, y estén alertas contra los comunistas y los conservadores”, expresó. Otras fuentes citan que dijo: “Insto a los guatemaltecos a cuidarse de los cachurecos y los comunistas”.
Abatido por la depresión
Ubico y su esposa se establecieron en Nueva Orleáns, EE. UU. donde permaneció en soledad. Nadie lo visitaba. “Oí a mi padre decir que tenía pánico de viajar a EE. UU. para verlo, porque temía que a su regreso no lo dejaron ingresar al país”, cuenta Altolaguirre.
En la ciudad estadounidense alquiló una casa pequeña y adquirió una lancha que la empleaba para ir a pescar, que era uno de sus pasatiempos favoritos, así como montar motocicleta. “Vivió con los US$200 mil que transfirió a una cuenta personal”, evoca la sobrina nieta del caudillo.
En 1966, Altolaguirre conversó con el abogado que atendió los casos legales del exmandatario en Nueva Orleáns. El profesional le contó que en una ocasión platicó con el médico que había atendido a Ubico y le confió que, efectivamente, padecía un cáncer pulmonar, pero que “era incipiente” como para creer que ese mal había acabado con su vida. “Fue su estado anímico el que contribuyó a acelerar la enfermedad. Estaba muy abatido, no tuvo fuerzas para luchar por su vida”, afirma.
Falleció el 14 de junio de 1946, a los 67 años, en el Hospital Bautista de Louisiana.
De regreso a su país
Los restos de Ubico fueron sepultados en el Mountt Hope Cementery de Nueva Orleáns, donde permanecieron por más de 17 años, hasta que fueron repatriados el 13 de agosto de 1963.
Uno de los promotores del retorno del exmandatario fue su amigo Pedro López Moro, quien luchó, primero porque le concedieran una pensión vitalicia a la viuda del general (Q300) y luego la repatriación de los restos ante el presidente Miguel Ydígoras Fuentes —quien la negó— y después con Enrique Peralta Azurdia, quien aceptó la petición, indica el coronel Enrique Ardón en el libro El señor general Ubico (1968).
Una repentina enfermedad de la viuda impidió que ella efectuara los trámites del retorno, por lo que López Moro tomó la batuta y gestionó ante la compañía Panamerican de aviación el traslado del cadáver. Además, se acordó que aviones de la Fuerza Aérea Guatemalteca acompañaran el avión comercial, desde la frontera.
El 13 de agosto, a las 15 horas, aterrizó en el Aeropuerto La Aurora el avión del vuelo 505 de Panamerican y, enseguida el féretro fue colocado en un armón de artillería que recorrió las Avenidas Las Américas y de La Reforma, y la 7a. avenida, zona 9, hasta la Plaza de Armas y el Palacio Nacional.
Sus restos pasaron en capilla ardiente esa noche, en el emblemático edificio que construyó, y el 14 fue sepultado en el panteón familiar, a las 12.30 horas. “El general de división Jorge Ubico, expresidente de la República de Guatemala, descansa en paz, en un pedazo de la tierra del quetzal”, comenta Ardón, en su libro.