Revista D

Los rincones de luz y sombra que recuerdan a Rafael Landívar en la Antigua Guatemala

Pasillos, bóvedas y muros en Antigua Guatemala evocan la historia del gran poeta jesuita, autor de Rusticatio Mexicana.

Rafael Landívar es recordado en distintos espacios arquitectónicos por su trayectoria.

En el mausoleo donde se encuentran los restos de Landívar se erige un busto de mármol hecho por Rodolofo Galeotti y vitrales hechos por Julio Urreola. (Foto Prensa Libre: Alejandro Ortiz)

Los caminos de Antigua Guatemala resguardan buena parte del génesis cultural de la sociedad del país durante los últimos siglos. Sobre el adoquín, en algunos callejones y algunas vías principales permanece el espíritu de muchos personajes que, con insignes aportes, definieron parte de la Historia. Uno de ellos, el clérigo e intelectual Rafael Landívar.

Cuando se habla de este personaje es necesario volver la mirada a la ciudad colonial por excelencia en el país, en una de sus más prístinas etapas, cuando se le conoció como la Muy Noble y Muy Leal Ciudad de Santiago de los Caballeros de Guatemala.

Rafael Landívar nació el 27 de octubre de 1731, en esa ciudad, durante el siglo de las luces (XVIII), en una familia de alto abolengo encabezada por Pedro Landívar y Caballero y Juana Ruiz de Bustamante.

El seno familiar del personaje en cuestión estuvo marcado por los privilegios que suscitaron las distintas facetas de Pedro Landívar y Caballero, quien fue comisario general de Caballería, capitán de la sala de armas, regidor y alcalde ordinario de la ciudad.

Pedro Landívar y Caballero tuvo un rol importante para la entonces ciudad de Santiago de los Caballeros, ya que fue uno de los “asentistas”, a quienes la corona Española concedía el derecho para la fabricación y distribución de la pólvora, basados en un contrato de concesión.

Landívar se caracterizó desde joven por una clara inclinación hacia la trascendencia del intelecto y el espíritu. (Foto Prensa Libre: Hemeroteca)

A propósito, fue construida una fábrica de pólvora hacia finales del siglo XVIII. De acuerdo con la investigación, La Real Fábrica de Pólvora en Santiago de Guatemala, escrita por el historiador y arqueólogo René Johnston Aguilar, la última persona en recibir el título en la dinámica “de asiento” fue Rita Josepha de Landívar, también hija del comisario general de Caballería.

Fue este contexto socioeconómico el que rodeó los primeros años de vida de Rafael Landívar y a su familia. Su posición de alta sociedad le permitió en paralelo acceder a la mejor educación de la época.

Según apuntó el jesuita mexicano Félix de Sebastián en una biografía que escribió de Landívar, Landívar (hijo) se caracterizó por su vivacidad y un deseo de “saberlo todo”.

Inició sus estudios en el colegio de San Lucas y vivió en el internado del colegio jesuita San Borja. Con tan solo 16 años obtuvo el título de maestro en Filosofía por la Universidad de San Carlos. Al mismo tiempo logró graduarse de la misma institución como maestro en Artes.

El antiguo Colegio San Borja, donde estudió Landívar, ocupaba el espacio donde yace actualmente el Centro de Formación de la Cooperación Española en La Antigua Guatemala. (Foto Prensa Libre: Hemeroteca)

Detrás de esa lucidez intelectual también brillaba la llama de la religiosidad, que surgió luego de su acercamiento con los frailes jesuitas, quienes le hicieron concebir su entrada a la Compañía de Jesús, según apuntó el sacerdote y exrector de la Universidad Rafael Landívar Santiago de Villa.

En 1749, a los 18 años, Landívar vivió dos de los hechos que se convirtieron en grandes precedentes para su historia: la muerte de su padre y el inicio de un camino en el noviciado en Tepozotlán, México.

Ya para 1755, el joven recibió la ordenación sacerdotal y permaneció en el noviciado hasta 1758. En México también residió en Puebla. Durante su estancia, en la que recorrió otras instituciones como el Colegio Máximo de México, Landívar se desempeñó como profesor de Gramática y Retórica. Para entonces también escribía poesía en latín.

Fachada de la Real y Pontificia Universidad de San Carlos. (Foto Prensa Libre: Hemeroteca)

Landívar residió en la también conocida como Nueva España durante nueve años hasta su regreso a Guatemala, ya convertido en jesuita. En el país fue docente en el colegio San Lucas y también fue rector del colegio San Borja.

No obstante, las órdenes políticas de aquel entonces dieron un giro que marcó a Landívar. El 26 de junio de 1767 los jesuitas fueron expulsados de Guatemala por orden emitida desde España por el rey Carlos III.

Dicha expulsión, que abarcaba a esa orden en todos los territorios españoles y americanos, significó el exilio para muchos religiosos, que buscaron asilo en Italia. Santiago de Villa apunta que en Guatemala se supo de la expulsión de tres laicos y 14 sacerdotes, entre ellos Landívar.

Lejos de la Muy Noble y Muy Leal Ciudad de Santiago de los Caballeros de Guatemala, el sacerdote, filósofo, maestro y poeta fue acogido en Bolonia, Italia, por la calidez de la religiosidad y su hermandad.

Iglesia de Santa Maríadelle Muratelle en Bolonia, Italia, donde fue sepultado Rafael Landívar. (Foto Prensa Libre: Hemeroteca)

A pesar del refugio asegurado, las cosas en Guatemala se complicaron. La hermana del clérigo falleció a los pocos meses de su partida y seis años más tarde también murió su madre.

La distancia y sus adversidades detonaron en una catártica muestra del bagaje intelectual y emocional que Landívar poseía. En Bolonia, además de dedicarse a la vida sacerdotal, encontró un escape en la poesía.

De esa pena emanó su máxima obra Rusticatio Mexicana. La pieza se compone de 15 divisiones poéticas en las que el autor manifiesta en latín su amor, angustia y añoranza por Guatemala, tierra que nunca más lo vio regresar en vida. Rafael Landívar falleció el 27 de septiembre de 1793 y fue sepultado en la iglesia Santa María Delle Muratelle, Italia.

La última morada

183 años después de que Landívar partió de la tierra que lo vio nacer, gracias a varias gestiones del entonces rector de la Universidad de San Carlos de Guatemala Carlos Martínez Durán y del gobierno de Jacobo Árbenz Guzmán sus restos fueron repatriados y llegaron en marzo de 1950.

Para conmemorar al poeta exiliado se eligió la finca donde estuvo ubicada la casa de la familia Landívar, hoy 5ª calle poniente, Alameda de Santa Lucía, Antigua Guatemala.

Los restos del sacerdote exiliado yacen desde el 6 de noviembre de 1953 en el terreno que pertenece a la Usac y lleva por nombre Monumento a Rafael Landívar.

En este lugar, rodeado de árboles y plantas de distintas especies, figura lo que parece ser un templo de otro siglo, el cual resguarda el espíritu de Landívar.

Osmín de la Maza, arquitecto e ingeniero experto en conservación del patrimonio cultural, comenta que este mausoleo es único, ya que alberga de manera exclusiva la sepultura de un personaje importante fuera del cementerio y demás iglesias de Antigua Guatemala, aparte del sepulcro del Santo Hermano Pedro, en el Templo de San Francisco, en la localidad.

El monumento a Landívar, en la Alameda Santa Lucía, es de concreto reforzado. (Foto Prensa Libre: Alejandro Ortiz)

De la Maza, quien además es catedrático de Historia, apunta que el mausoleo dedicado a Landívar toma su diseño como copia de distintos elementos que se pueden encontrar en la antigua Universidad de San Carlos, que hoy funciona como el Museo de Arte Colonial.

Elevado sobre unos escalones desde el centro de la finca, es posible ingresar a este templo-portal, formado por gruesos pilares estriados que sirven de apoyo a cinco arcos de forma mixtilínea, los cuales están cubiertos por una bóveda que se extiende a lo largo de un corredor, por el que se puede acceder a una cámara principal donde se encuentran los restos de Landívar.

En el centro del mausoleo, de concreto reforzado, figuran unos vitrales cromados obra del artista Julio Urruela, quien para la década de 1950 también fue contratado para crear los vitrales del ahora Palacio Nacional de la Cultura. Al fondo e imponente se encuentra un busto de Landívar, que fue esculpido por Rodolfo Galeotti Torres.

Delante del busto se encuentra la tumba del clérigo, la cual fue elaborada de concreto martelinado, que se asemeja a un material rocoso.
Arriba de este corazón arquitectónico se observa una cúpula con símbolos eclesiásticos que, de acuerdo con Osmín de la Maza, representan una conexión con el cielo.

El sepulcro de Landívar rinde homenaje estético al poeta. En el recinto se pueden observar los vitrales obra del artista Julio Urruela. (Foto Prensa Libre: Alejandro Ortiz)

Los detalles de la cúpula que se eleva sobre pechinas recuerdan al Salón Mayor o capilla de la Real y Pontificia Universidad de San Carlos, apunta De la Maza.

Afuera, aunque se mantienen vacíos, por las restricciones impuestas para frenar la pandemia del covid-19, los jardines han sido frecuentados por personas que buscan recrearse o simplemente respirar la paz que reina en ellos.

El espacio, además, ha funcionado como un centro cultural que también se vale de las explanadas y pasillos del mausoleo para ser escenario de teatro al aire libre, apunta Maritza Moreira, administradora del Monumento a Rafael Landívar.

Vista del salón de estudio y biblioteca en el centro cultural Monumento a Rafael Landívar. Este espacio solía utilizarse como bóveda mientras operaba la fábrica de la pólvora de la familia Landívar. (Foto Prensa Libre: Hemeroteca)

Para entrar a este recinto donde confluye la belleza natural y la memoria es necesario atravesar un salón antiguo que también fue habitado por el poeta antigüeño, pues fue parte de su hogar.

Este espacio, que en su tiempo fue una bóveda, es actualmente llamado Salón Mayor y acoge una biblioteca, también administrada por la Usac, que abrió sus puertas en el 2018 y donde se puede acceder no solo a libros, sino también consultar información en internet, ya que hay varias computadoras a disposición del público.

En los blancos y centenarios muros de concreto de este recinto se pueden observar varias fotografías de cuando fue repatriado el cuerpo del escritor. En las fotos, blanco y negro, se pueden apreciar algunos acercamientos al cráneo del clérigo.

“Qué mejor que haya una biblioteca en lo poco que queda de su casa, si él fue el primer escritor en cantarle a Guatemala, con su Rusticatio Mexicana, la cual en ningún momento exagera las bellezas de nuestro país”, expresa Maritza Moreira sobre el Monumento a Rafael Landívar.

Un recuerdo que se desmorona

En la misma cuadra de la 5ª calle poniente, Alameda Santa Lucía, a la par de la bóveda, una fachada se levanta entre el victorioso recuerdo de quienes habitaron sus interiores y su indudable desgaste.

En lo que queda de ese inmueble funcionó la antigua fábrica de pólvora que el padre de Rafael Landívar administraba, gracias al papel como asentista que le otorgó la corona española. Este terreno abarca casi toda una manzana.

De la Maza señala que antes del terremoto de 1973, la fábrica había cambiado de lugar, por lo que el terreno quedó abandonado y posteriormente fue rentado por la familia Ruiz Bustamante, que administraba los bienes que dejó la familia Landívar. Posteriormente, comenta el especialista, la propiedad pasó a manos de la Municipalidad de Antigua.

El experto en conservación del patrimonio cultural cuenta que en este sitio había patios para procesar azufre, salitre y carbón —componentes de la pólvora— además de habitaciones y cocinas para los trabajadores.

El descuido y el paso del tiempo amenazan la existencia de la Casa Landívar, considerada patrimonio cultural. (Foto Prensa Libre: Alejandro Ortiz)

De la Maza apunta que, de acuerdo con estudios arqueológicos del siglo XX, en el interior hay importantes vestigios de la antigua fábrica.
Actualmente, sobre la acera, se levanta una fachada con el numeral 40-C, en la que se mantiene, resiliente, un letrero metálico en el que se lee: “El 27 de octubre de 1731 nació en esta casa el gran poeta de la América Colonial Rafael Landívar”.

No obstante, este es el único mérito que el inmueble puede retribuirle al intelectual guatemalteco que murió en Bolonia. Orificios, partes descarapeladas y maleza en el tejado dejan ver el paso del tiempo y la poca importancia que se le ha prestado al lugar que habitó Landívar.

Detrás de la fachada de la hoy conocida como Casa Landívar habitan varias personas e incluso se han establecido algunos negocios.

El inmueble no pertenece a la Usac. Fue ocupado por varias familias que buscaron refugio luego del terremoto de 1976. Algunas personas aseguran que las propiedades son municipales y fueron dadas en usufructo.

Un letrero en la fachada de la Casa Landívar da cuenta de que el poeta vivió en este inmueble. (Foto Prensa Libre: Alejandro Ortiz)

Aunque se trata de una fachada por la que muchos visitantes han pasado pero pocos se detienen a apreciar, resulta ser una valiosísima pieza para el patrimonio histórico y cultural, señala De la Maza.

Algunas personas han manifestado su descontento con el aspecto del inmueble. En enero de este año, un usuario de Facebook escribió que es una “gran vergüenza”, pues ahí vivió una gran figura para el país.

Ante comentarios como ese, surge el cuestionamiento por la falta de cuidado al patrimonio cultural.

La Ley para la Protección del Patrimonio Cultural establece que son considerados bienes culturales los “que tengan más de cincuenta años de antigüedad, a partir del momento de su construcción o creación, y que representen un valor histórico o artístico”.

Inclusive bienes que no tengan esa antigüedad son considerados patrimoniales, pero deben ser “de interés relevante para el arte, la historia, la ciencia, la arquitectura, la cultura en general y contribuir al fortalecimiento de la identidad de los guatemaltecos”, apunta la norma.

De la Maza, sostiene que estructuras como la Casa Landívar son prueba de lo expuesto, sobre todo por el valor que la fábrica de pólvora tuvo para Guatemala y, por si fuera poca razón, el que los Landívar la hayan ocupado.

La 5ª calle poniente, Alameda de Santa Lucía, Antigua Guatemala, donde se encuentra la antigua casa de Rafael Landívar. (Foto Prensa Libre: Alejandro Ortiz)

Existen iniciativas como las del Patronato de la Antigua, agrupación que ha intervenido y mejorado inmuebles patrimoniales, que con el apoyo de Universidad Rafael Landívar, por medio de su actual vicerrector Federico Linares, han ofrecido a las últimas dos administraciones ediles de la ciudad colonial ayuda técnica para rescatar la casa de Landívar y ponerla al servicio de los visitantes.

De la Maza, integrante del mencionado patronato, comenta que a la fecha no han logrado concretar la propuesta, pues “existe un problema legal que previamente deben resolver las autoridades edilicias, antes de cualquier intervención”.

A esta situación se suma el hecho de que el inmueble no posee una ficha informativa que “respalde” su importancia en el Registro Especial de la Propiedad Arqueológica Histórica y Artística del Consejo Nacional para la Protección de La Antigua Guatemala.

La situación se vuelve compleja porque en los archivos documentales de la entidad no hay un aval técnico. No obstante, el valor que demuestra la fachada de la casa es indudable.

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