Lucha mestiza
Juan de Solórzano Pereira, quien fue miembro del Consejo de Indias, escribió en la primera mitad del siglo XVII que las mestizas y mulatas tenían prohibido vestir como las españolas, pues la indumentaria era un indicador social, apunta la investigadora Pilar Sanchiz en La sociedad de Santiago en el siglo XVI. Valores y relaciones interétnicas, publicado en la Historia General de Guatemala.
Por eso, las mestizas de los siglos XVII y XVIII no debían ataviarse como las damas provenientes de Ávila, España, quienes acostumbraban usar faldas anchas de colores vivos; tampoco como las de Salamanca, con corpiño de seda, chal y delantal, mucho menos como las de Galicia, que lucían delantales de grandes proporciones.
“Es probable que esa pieza haya sido introducida a España durante el reinado de la Casa de Habsburgo, que provenía de Austria, pues era una costumbre entre las mujeres centroeuropeas”, comenta Chajón.
“Quizás esas influencias hayan venido a Guatemala con los inmigrantes europeos”, profundiza el historiador en su documento El delantal, símbolo visible de la mujer honrada.
Religiosidad
Otro factor de influencia fue la Iglesia. En la Colonia, el catolicismo idealizó el matrimonio y el papel femenino fue restringido a la actividad doméstica. Pero, como esto no siempre podía cumplirse, las mestizas se incorporaron a distintas actividades productivas tanto para sobrevivir como para no ser consideradas pecadoras.
“Ellas mostraron que eran honradas ‘de las manos’, es decir, que obtenían ingresos económicos de forma honorable, con el fruto de su trabajo, pese a que no habían logrado casarse”, expresa Chajón.
Fue así que de a poco empezaron a ponerse el delantal y, a la vez, la pieza fue percibida, quizás inconscientemente, como el símbolo de la mujer trabajadora y honrada.
Siglo XIX
Para esa centuria, muchas mestizas estaban motivadas a buscar independencia económica, ya sea por deseo de superación o por circunstancias de la vida. “Así quedó firme este fenómeno sociocultural: que la honradez podía expresarse a través del vestuario”, dice Chajón.
Con el ascenso social de este segmento de población, en época de reciente emancipación, también se transformó su indumentaria; así surgió la mengala, que consistía en falda y blusa de colores vivos.
En la segunda mitad de ese siglo, mestizas de Santa Cruz del Quiché empleaban blusas similares, añadiéndole un delantal. Ambas prendas estaban decoradas con vistosos encajes. Algo similar sucedió entre las chortíes de Chiquimula.
En 1935, el escritor Flavio Herrera describió así a las que vestían de esa forma: “Mengalas de Amatitlán. Mozas gárrulas y morenas… Listón en la trenza reluciente… Camisa de trapo vivo. La enagua con fru-fru de almidón cogida sobre la grupa por la cintura del delantal… Amatitlán es de las mengalas criollas”.
“Desde la mitad del XIX hasta mediados del XX, los trajes de mengala se usaron entre las mestizas, desde la capital hasta Chiquimula, en especial en la región de Petapa y Amatitlán”, escribe Chajón. “Se usaba delantal confeccionado con telas llamativas y decoradas con encajes y alforzas”.
Honradez
“El delantal sigue siendo el símbolo de la honradez, de quien trabaja dignamente para vivir”, comenta Chajón.
Hoy lo portan tanto mujeres de avanzada edad como jóvenes, ya sea delante de unos pantalones de lona, un pants, una falda o lo que sea. Aunque las modas van y vienen, el llevar delantal sigue siendo parte de la vestimenta. Es la prenda que “refleja los valores de un grupo social que se niega a abandonar su uso”, concluye el historiador.
En el mundo
Algunas fuentes indican que el delantal tuvo su origen alrededor del año 1200, época en la que era utilizado por hombres dedicados a la cocina y la artesanía. Un siglo después, las mujeres lo adoptaron para las tareas domésticas.
Mucho tiempo más tarde, en el siglo XIX, se siguió usando con la intención de mantener la ropa limpia.
Durante la Gran Depresión, que empezó en 1929 y se prolongó durante la siguiente década, el delantal cobró importancia en Estados Unidos, pues servía para cubrir las escasas ropas que tenía la gente producto de la pobreza y para concretar duras labores cuando se conseguía trabajo. Fue entonces que también aparecieron los overoles.
Para los cuarentas y cincuentas empezó a verse sobre todo en mujeres dedicadas a su hogar, un estereotipo que fue reforzado por las campañas publicitarias de la televisión.
Sin embargo, en la década de 1970, surgió un nuevo fenómeno social, sobre todo en los países desarrollados: las mujeres se preocuparon más por su formación académica y se abrieron brecha en el mercado laboral. De esa cuenta, empezaron a dejar a un lado el delantal, que para entonces era una especie de símbolo de la “mujer sumisa o dedicada exclusivamente al hogar”, refiere Chajón.
Hasta ahora se le ve como un accesorio utilitario que cubre la ropa, empleado por hombres y mujeres.