Murales
“Julio Estrada de la Hoz, quien fue presidente del Legislativo, estuvo en el exilio en México, donde apreció el arte de maestros de la talla de Diego Rivera, José Clemente Orozco y David Alfaro Siqueiros. Al volver al país consideró necesario que hubiera un mural que contara nuestra historia”, indica Aragón Caballeros.
De la Hoz pidió que un salón utilizado para almacenar toda clase de enseres fuera limpiado para darle un nuevo uso, el de biblioteca. “Vio que en la parte superior de las paredes se podría pintar y se comunicó con el director de la Enap, quien delegó esa responsabilidad en tres jóvenes egresados. Los elegidos fuimos Juan de Dios González, Miguel Ángel Ceballos Milián y yo”, explica.
De la Hoz, cuenta el pintor, propuso el tema y les dio la libertad para desarrollarlo, destinaron cada uno de los cuatro muros para narrar un momento decisivo del país. En el primero plasmaron el pasado prehispánico, en el siguiente, la Independencia; en el tercero, la Revolución Liberal de 1871; y en el último, la Revolución del 20 Octubre de 1944.
“Al mostrarle los bocetos nos dio su aprobación. Eso ocurrió en 1950. Demoramos casi un año en la primera fase, que fue la de marcar en planchas de madera todo el diseño. La segunda etapa también duro cerca de un año y en esta pintamos sobre las paredes que fueron preparadas con una base apropiada. El trabajo lo desarrollamos por las tardes. Teníamos una pieza que habíamos alquilado como taller, quedaba por la Avenida Elena y 13 calle de la zona 1 capitalina”, dice.
Los artistas no firmaron su obra debido a los rumores de un golpe de Estado, este se concretó en julio de 1954, cuando Carlos Castillo Armas llegó a la presidencia. “Dejamos anónima la obra porque sabíamos el tipo de política que representaba Castillo Armas, contrario a nuestros ideales, éramos socialistas”, detalla.
En 1992, casi al mismo tiempo de jubilarse del Instituto Geográfico Nacional de Guatemala, Aragón Caballeros fue contactado para restaurar las piezas. “Estaban muy manchadas por la humedad. Localicé a mis colegas pero sus nuevas responsabilidades, no les permitieron acompañarme en el proceso. González argumentó que su estilo pictórico ya era otro y Ceballos Milián estaba de lleno en la publicidad. Yo, recién jubilado, me dediqué a tiempo completo. La parte central de uno de los paneles estaba tan dañada por la humedad que tuve que volver a pintarla. Esta restauración demoró un año”, detalla.
Hace tres años, cuenta el artista, del Congreso lo contactaron nuevamente para intervenir la obra por pequeños daños causados por filtración de agua. “Pero a diferencia de la primera vez, no podía subirme a los andamios debido a dos operaciones en mis piernas, pues tuve dos caídas ocurridas en distintas ocasiones. Dirigí el proceso apoyado por otros artistas, entre ellos Marvin Olivares”, concluye.
Recuerdos
Cuando una hija le pidió un paisaje de las calles antigüeñas, trabajó una composición de varios sitios, como la segunda casa de su infancia o el lugar donde estudió, y otros lugares que guardan importancia para el pasado de su familia. “Incluí la fachada del Palacio de los Capitanes Generales porque una mañana con un amigo nos escapamos de clases y nos fuimos a jugar cincos cerca del Parque Central. Un policía nos vio y regañó por no estar estudiando y para escarmentarnos nos llevó a la comisaría. Después del susto, nos dejó ir”, recuerda.
Otra pieza imprescindible en la memoria del artista es el fresco en su sala, en el que representó una escena del Popol Vuh. “Es el segundo, pues el primero que hice se derrumbó durante el terremoto de 1976, este mostraba cazando a los gemelos Hunahpú e Ixbalanqué. Al reconstruir la casa, el espacio para pintarlo se redujo y por eso ahora solo se ve a uno de los guerreros”.