La innovación arquitectónica vino de la mano de las nuevas tecnologías, pero también ha sido impulsada por los recurrentes eventos sísmicos que, si bien han dejado grandes pérdidas humanas y económicas a su paso, también “han jugado un papel importante en el desarrollo histórico, arquitectónico y cultural”, indica Elizabeth Bell en su libro La Antigua Guatemala.
Los pobladores vuelven a levantarse tras cada desastre, aunque hasta la fecha la construcción tanto empírica como profesional, urbana o rural, carece de una normativa sismorresistente que exija el empleo de técnicas constructivas, calidad de materiales, estructuras e incluso un terreno apto para edificar.
Historia sísmica
Guatemala se encuentra en una zona sísmica. En el territorio convergen tres placas tectónicas —Norteamérica, Cocos y el Caribe— que provocaron, por ejemplo, el traslado de la ciudad de Santiago, en 1541, al valle de Panchoy, debido a fuertes inundaciones y temblores. Más tarde, en 1777, al Valle de la Ermita.
Otros daños se registraron a inicios del siglo XX. Una serie de fuertes sismos entre el 25 de diciembre de 1917 al 3 de enero de 1918, de 6.0 grados de magnitud en la escala de Richter, y con saldo de 250 personas, destruyó gran parte de la capital. “Se abrieron grietas en las calles y aproximadamente el 40 por ciento de las casas fueron dañadas seriamente”, refiere Bell.
“Además de la intensidad del temblor, el tipo de materiales usados —adobe y bajareque— causaron la destrucción. Era una arquitectura muy pesada. Los edificios públicos carecían de una estructura adecuada”, comenta la doctora en urbanismo Amanda Morán, del Centro de Estudios Urbanos y Regionales de la Universidad de San Carlos (Ceur).
A pesar de los destrozos, los pobladores reconstruyeron sus casas con los materiales tradicionales, comenta Morán, aunque en edificaciones mayores se comenzaron a emplear nuevos, como bloc, cemento y concreto armado.
Héctor Monzón-Despang, presidente de la Asociación Guatemalteca de Ingenieros Estructurales (Agies), cuenta que en esos años empezaron a funcionar las primeras fábricas de cemento en el país (1899). Dentro de este esfuerzo de reconstrucción, el gobierno invitó a varios ingenieros y arquitectos europeos.
“Los italianos trajeron las primeras técnicas sismorresistentes, producto del terremoto de Messina, Italia, en 1908”, refiere Monzón-Despang.
Medio siglo después, los guatemaltecos continuaron con el uso de materiales vernáculos. El III Censo Nacional de Habitación de 1973 contabilizó un millón 13 mil 817 viviendas, de las cuales solo el 8.61 por ciento estaba construido con ladrillo o bloc. Más del 90 por ciento de las casas estaban edificadas con adobe (39.2%), madera (17.1%), bajareque (11%), lepa, palo o cañas (22.4%) y otros materiales (1.6%).
Un giro constructivo
El terremoto del 4 de febrero de 1976, cuya magnitud fue de 7.5 grados, ha sido el más fuerte en la historia sísmica del país. Hubo más de 23 mil muertos, y cerca de 250 mil casas de adobe y teja se desplomaron.
“Pueblos enteros se cayeron. Las únicas casas que quedaron en pie fueron las de bloc”, explica Monzón-Despang.
Los daños se reportaron en 17 departamentos, recuerda Morán. Una de las consecuencias sociales de esta tragedia fueron las migraciones masivas a la capital. “Después de 1944, esta fue la segunda oleada poblacional que provocó que se extendieran los asentamientos urbanos precarios”, comenta.
La reconstrucción posterremoto, especialmente en la capital, incrementó el uso del bloc y el ladrillo. “Los sismos han sido la mejor muestra de que el sistema de construcción con adobe no es el adecuado para el país”, resalta el ingeniero Mario Fernando Yon, integrante de Agies.
Los cambios en el uso de materiales también trajeron de la mano el fomento de técnicas de autoconstrucción —mano de obra familiar—, promovidos, en parte, por el desaparecido Banco de la Vivienda (Banvi), dice Morán.
Evolución de materiales
El censo de habitación de 1981 contó un millón 256 mil 156 viviendas. Evidenció también que el adobe continuaba como el material dominante (30.6%), aunque en menor proporción al anterior conteo, seguido por la madera (21.1%) y, en tercer lugar, las construcciones de ladrillo, bloc y concreto (19.3%).
Fue hasta el siguiente censo (1994) cuando el ladrillo, el bloc y el concreto tomaron la delantera en las preferencias de vivienda (34.9%), aunque las construcciones de adobe ocuparon todavía un segundo lugar (29.8%), con más de medio millón.
El último registro (2002) contabilizó un cambio radical en las costumbres constructivas, puesto que el 50.1% de casas (1,291,498) estaban fabricadas con bloc, cemento y ladrillo, contra un 24.3% de adobe.
Asimismo, la lámina metálica fue el material más usado en los techos (67.3%), seguido de la fundición en concreto (14.6%).
Hoy por hoy, y a falta de una estadística actualizada, se percibe que la tendencia de los guatemaltecos es privilegiar el uso del bloc sobre los materiales naturales o vernáculos. “El adobe viene en retroceso, y el bloc es el rey”, afirma Monzón-Despang.
Tradición y clima
A lo largo de la historia, en el país se han empleado al menos seis tipos de materiales para la construcción, los cuales tienen como punto de partida la tradición, clima y, sobre todo, los costos.
Bajareque
Es una técnica constructiva que se remonta a tiempos prehispánicos. Consiste en una armazón de cañas o madera entretejida, rellena con barro mezclado con fibras vegetales como pino, paja de trigo y otros. Este tipo de vivienda aún es frecuente en el área rural, sobre todo en el occidente y norte del país. Algunas personas repellan estas paredes para darles una mejor presentación.
Se le reconocen sus cualidades térmicas, aunque con el tiempo las grietas tienden a ser un hábitat para la chinche picuda. “Es un material que está descontinuado en la construcción; quizá se emplee para otros usos”, afirma el arquitecto Manrique Sáenz.
Vestigios arqueológicos hallados en la Joya de Cerén (600 d.C), en El Salvador, aportan información de la construcción de casas con caña de castilla y adobe-bajareque, comparte Cristina Chávez, antropóloga mexicana de la Asociación Médicos Descalzos, con sede en Chinique, Quiché.
Adobe
Este material milenario ha sido usado desde la antigüedad por los babilonios y, luego, por los griegos. También se tienen registros de su uso en Kaminaljuyú, desde hace tres mil 500 años, según cita en su tesis de Arquitectura Eulalio Matías García, de la Universidad de San Carlos.
Para fabricarlo se emplea tierra —arcilla— apelmazada, mezclada con fibra vegetal, moldeada en bloques y secada al sol.
Las edificaciones de adobe aún son comunes en las zonas rurales del país, debido a que los materiales se encuentran en el mismo sitio y resultan baratos. Se le identifica, por sus características culturales, como arquitectura vernácula.
El adobe tiene tanto detractores como entusiastas. Estos últimos argumentan a su favor que se ha mejorado con tecnología sismorresistente. Además, se le atribuyen cualidades térmicas, aislantes, pertinentes a las tradiciones y estéticamente agradables, refiere una presentación de la Asociación Pies Descalzos de Chinique, Quiché, que promueve su uso mejorado con base en tecnología desarrollada por el proyecto Taishin, de El Salvador, y la cooperación japonesa. “Es una técnica comprobada en pruebas de laboratorio, solo para primeros pisos“, aclara Chávez.
Entre los contras se le atribuye que es un material ideal para la reproducción de la chinche picuda; sobre todo en las zonas cálidas, aunque ya existen técnicas para recubrir las paredes y protegerlas.
Chávez reconoce que la técnica europea de adobe-piedra traída por los españoles no ha sido del todo funcional en esta región, por sus características sísmicas. A esto se suma el deterioro constructivo con adobe, en cuanto a proporciones de sus elementos, lo cual lo hace más vulnerable ante los movimientos telúricos.
Los ingenieros de Agies, por el contrario, enfatizan que el adobe es el enemigo número uno en la construcción sismorresistente. Monzón explica que la mayoría de veces el bloque de este elemento es de baja calidad, pues carece de arcilla, básica para lograr su consistencia y solidez. “No cualquier tipo de suelo es adecuado para fabricarlo”, comenta Omar Flores, también de Agies.
Otro error documentado por los expertos es que en ocasiones se busca reforzar el adobe con mampostería —bloc, cemento y hierro, pero estos materiales no son compatibles.
Bloc y ladrillo
La mampostería se usa en todo el mundo, en todos los tiempos y culturas, refiere Monzón-Despang. En el siglo XX, se le conoce como mampostería reforzada al sistema de construcción que utiliza bloc, hierro y cemento, o ladrillo. Es el método más popular en el país, gracias a sus características sismorresistentes.
El rápido ritmo de crecimiento habitacional, indica el experto, ha promovido la construcción empírica en este sistema, donde, asegura, los profesionales no se dan abasto.
“Estamos sobrepasando el límite de lo que puede hacerse en forma empírica“, indica el experto. De ahí que propone un sistema estructural de “cajón”, suficientemente fuerte para soportar embates sísmicos.
En esta improvisación han surgido tres deficiencias principales, explica Monzón-Despang, las cuales deben atenderse. Primero, el uso de materiales de baja calidad. Por ejemplo, emplear blocs de fábricas artesanales, que no tienen control de calidad.
Segundo, se abusa del sistema y se construyen más pisos de los que la estructura es capaz de soportar. Y por último, una mala configuración estructural, la cual se determina por la distribución de paredes interiores.
Sáenz resalta que debe ponerse atención en el grosor del hierro y las proporciones del concreto, que es la base, pues los ahorros pueden costar caro. “Muchas veces consideran oneroso o fuera de lugar contratar un profesional o usar materiales de calidad”, afirma.
“La mampostería es el sistema por el que mejor podemos llegar a una seguridad de vivienda sismorresistente”, asegura Monzón-Despang.
A pesar del historial sísmico que ha caracterizado al país, este aún no cuenta con una normativa sísmica que rija la construcción. Refiere Monzón-Despang que después de los terremotos de Chile y Haití, en el 2010, la Coordinadora Nacional para la Reducción de Desastres (Conred) acudió a Agies para que elaborara una herramienta de este tipo.
Por ello esta instancia promueve el uso del manual de construcción Agies NSE 4-10 Requisitos Prescriptivos para Vivienda y Edificaciones menores de uno a dos niveles, el cual puede descargarse de su página, como otros más.
Parte del reto es la capacitación de capacitadores con esta técnica constructiva, así como su implementación por parte de las municipalidades.
“Hasta el momento los profesionales han aplicado no solo su criterio, sino su propia autorregulación ética”, refiere Monzón-Despang. Pero es optimista: “Estamos conscientes de que no hay un instrumento para tratar esto. Pero el remedio se está gestando”.
Morán resalta además el riesgo de deslizamientos, por lo que conviene también revisar el tipo de suelos donde se edifica, especialmente en los asentamientos.