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Andrés Saravia es el rey de las pistas

Entre el verde de los árboles y los barrancos que rodean la residencia Saravia Minondo se encuentra Andrés, el segundo de los hermanos. Es un chico tímido, pero hiperactivo de 1.75 metros de altura, ojos azules, cabello rubio y una sonrisa dulce que parece acompañarlo siempre.

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El corredor nacional, Andrés Saravia espera volver a correr en Europa, en la Fórmula 3. (Foto Prensa Libre: Eddy Recinos)

Así es Lush, el rey de las pistas de automovilismo, una pasión que parece llevar en la sangre y que cada vez que conduce un automóvil transforma su adrenalina en avances perfectos.

Andrés creció siempre rodeado de la naturaleza, con el viento acompañando cada rincón de su vivienda. Fue un niño travieso al que le gustaba jugar con sus perros San Bernardo y quien asustó en más de alguna ocasión a su mamá, Ana María, como cuando se lanzó del clóset de su habitación y se quebró el brazo.

“Fui un niño travieso como todos”, cuenta Lush, mientras sonríe y explica que su vida transcurrió en la normalidad. Se la pasaba entre el colegio Americano a su casa, en donde aprovechaba para jugar con sus hermanos Cristian —25 años— y Ana —22—.

Desde pequeño le gustó el deporte, principalmente el golf, que aprendió desde los 8 años. “Era bueno”, reconoce con cierta timidez, y tiene toda la razón; por algo ganó varios campeonatos nacionales infantiles y juveniles y representó al país a escala centroamericana.

En su vida apareció un deporte con más adrenalina, el kartismo. Fue en el 2006 cuando comenzó un amor que aún se mantiene intacto y al que lo llevó Martín Jop. Sin embargo, dos años más tarde aceptó la invitación de su amigo para correr en el autódromo Pedro Cofiño. Fue en el 2008 cuando condujo un Suzuki Swift y esa era otra experiencia, algo indescriptible, como él lo recuerda. Se unió al piloto Juan Pablo Rodas, a quien llama su mentor, y empezó a correr profesionalmente.

Pero eso no solo consistía en tomar el volante y acelerar, para Andrés era más que eso, debía conocer sobre suspensión, alineación y demás configuraciones del auto, por algo la mecánica le encanta, pues asegura que lo hace conocer mejor su vehículo para saber cómo reaccionar en cada eventualidad en la competencia.

Después vino la categoría del Prototipos SP, con el que ganó el campeonato nacional junto a Tayo —Estuardo Gamalero—. En el 2009 manejaba un modificado en la categoría GT3, con el que participó en Centroamérica —Guatemala y Costa Rica—, y República Dominicana.

Esa etapa fue importante en su carrera, pues trabajaba muy de cerca con Pedro Valenzuela, jefe del equipo, y Marcos Domínguez y Pablo Reyes,mecánicos, de quienes aprendió mucho, pero llegó el momento de pasar a una nueva categoría, la GT1 —2010—, junto a Carlos Zaid, con el que ganó su primer título centroamericano. En esa especialidad lo repitió en el 2011 y el 2012.

Cambio de vida

Competir en distintos países le permitió a Saravia conocer al tico Eduardo Aguilar, quien ya había corrido en Italia y tenía vínculos con varios equipos en Europa. Fue así como lo presentó y logró un contrato con el equipo español Emilio de Villota, que participa en Fórmula 3.

El reto estaba listo, por lo que debía hacer cambios en su vida si quería tener éxito en esa categoría. Comenzó un plan junto a su nutricionista, Andrea García, porque tenía sobrepeso y con las 230 libras no entraría en el carro con el que correría en España. La rutina fue perfecta; en tres meses bajó 50 libras. En esta se combinaban sesiones de gimnasio para fortalecer el cuello, los brazos y el abdomen, principalmente, y una dieta balanceada. Sustituyó la pizza y el pastel de torta chilena que tanto le gustaba por las verduras, ensalada y carnes blancas.

“Me gusta mi nueva vida, hoy soy un aficionado del gimnasio y de sentirme mejor”, confiesa Lush, quien ahora pesa menos de 160 libras.
En diciembre del 2012 viajó a Valencia, España, para someterse a un test de prueba y para introducirse en un carro que no tiene hidráulico, que se debe frenar con la pierna izquierda, acelerar con la derecha y que apenas pesa mil 50 libras —los carros comunes alcanzan las cinco mil libras— y alcanzar las 215 pulsaciones cardíacas. Recuerda que en la primera vuelta le sacaron tres segundos. Después ya solo fueron ocho décimas, algo que lo llenó de satisfacción a él y al equipo.

El gran momento

En enero del 2013 viajó a Madrid, en donde radicó durante un año, para comenzar una nueva vida. Vivía solo y tenía que acostumbrarse al frío, una temperatura que no le gusta mucho, a cocinar y a trasladarse cada semana al lugar donde se correría durante la temporada.

“No me daba tiempo para nada, entre las carreras, los entrenos y los vuelos. Lo bueno fue que mi familia viajó a varios lugares para visitarme y eso me ayudó mucho”, dice el piloto, de 23 años.

Para poder estar bien físicamente en las pruebas, el guatemalteco debía consumir muchos carbohidratos. Antes de las carreras ingería unas cuatro mil calorías, ya que en las pruebas perdía alrededor de mil calorías cada hora. Así que en los descansos aprovechaba a comer banano, por su alto contenido de potasio, pasta con salsa de tomate y pollo asado, además de tomar proteína.

“En el equipo todo estaba calculado, dependía de qué tan larga fuera la carrera. Teníamos nuestro chef —español— que se encargaba de darnos las calorías necesarias”, cuenta el corredor, quien agrega que en las pruebas perdía alrededor de seis libras en peso de agua, por eso era importante cumplir sus siestas entre las alargadas de clasificación y la competencia, de unos 30 a 45 minutos, que le ayudaban para bajar la adrenalina y el estrés.

En abril del año pasado comenzó todo. Su primera gran prueba fue en Francia, en el circuito de Paul Ricard, en el que fue sexto en la clasificación, pero terminó en la novena posición.

Un mes después vino el desafío de Portugal, en Algarve, en el que llegó en el puesto 16. Pero luego de esa carrera no salió del top 10; en Nurburgring, Alemania, y Jerez de la Frontera, España, fue octavo.

En su aventura por Europa vivió momentos difíciles, como lo sucedido en el circuito de Silverstone, Inglaterra, donde se accidentó durante la clasificación al chocar contra uno de los bordes y su carro dio varias vueltas.

“Fue un error mío porque le pegué a la barrera”, recuerda. Lo más complicado fue que lo trasladaron a un hospital porque se le inflamó el cerebro y necesitó de varios días de reposo. “Pasé dos meses con mareos y con la columna doblada”, señala.

Una de las carreras que, según recuerda, fue la más complicada se celebró en Monza, Italia, en donde le falló el monoplaza. “Tristemente les cuento que fue una mala carrera para mí, pero me comenzó a fallar el carro a partir de las cuatro revoluciones. Con este fallo no pude continuar y luego de analizar todo, vimos que los cables de un inyector se habían partido”, dijo. En la prueba terminó octavo. Después de cada prueba regresaba a Madrid, en donde descansaba lo que podía, y de nuevo, a entrenarse.

Lush se despidió de la Fórmula 3 en Barcelona, en noviembre pasado, pero con mucho aprendizaje, principalmente del trabajo de los mecánicos e ingenieros del equipo, que cuidaban cada detalle del carro.

“Analizo muchas cosas y quizá vuelva a participar, todo se puede definir la próxima semana, reconoce.

Regreso a casa

En diciembre Saravia volvió a casa; su habitación estaba intacta, así como la emoción de sus familiares por tenerlo de nuevo cerca. “Ya extrañaba mucho a la familia. Es cansado vivir tanto tiempo lejos; además, quería dedicarse a otras cosas”, expresa el piloto, quien también ya había pasado tiempo fuera del hogar del 2008 al 2013, cuando radicó en Florida, Estados Unidos, para estudiar Economía, y solo podía venir al país para competir en algunas fechas del Campeonato Nacional de Automovilismo, en el cual se disputan seis o siete fechas, además del Centroamericano —tres o cuatro—.

La fiestas de Fin de Año fueron perfectas. Andrés compartió con su familia y volvió a sentir el calor del hogar, además de juguetear con sus cuatro perros: Beto, Tora, Max y Rambo, los últimos tres son de raza San Bernardo.

Volver a Guatemala le ha permitido a Lush hacer las cosas que tanto le gustan, pero que no había podido practicar, como jugar golf. Ahora se entrena todos los días y quiere volver a participar a nivel competitivo y se prepara físicamente en el gimnasio.

También comparte mucho con su hermano Cristian, un apasionado de la pesca, y cuando puede se adentra en el mar para dedicarse a ese deporte.

Y es que Andrés cambió todas sus rutinas. De ser un chico atrevido en el volante, ahora es mucho más precavido y cauteloso.
Cada día se levanta temprano, alrededor de las 5 horas, y después de desayunar avena o fruta se dedica al gimnasio y al club.
Además ha dejado atrás las fiestas con los amigos, ahora prefiere estar más tiempo en casa. Aunque se confiesa amiguero, asegura que le agrada más compartir un café o una película que asistir a fiestas o a conciertos, principalmente los de música electrónica, ya que cuenta que en alguna ocasión fue a uno y se arrepintió, por el alto consumo de alcohol y comportamiento de los asistentes.

Andrés prefiere seguir su vida de atleta profesional, y se entretiene observando series colombianas, que son de sus favoritas. En este momento mira El Señor de los Cielos, y otras de suspenso.

Entre Europa y Guatemala

A sus 23 años Saravia tiene como próximo objetivo volver a competir en Europa, sino define el contrato lo haría en Estados Unidos, y algunas fechas del Campeonato Nacional y del Centroamericano, además de continuar en el golf y esperar a la celebración de un ironman en Estados Unidos y otro en Cozumel, México, y dedicarle más tiempo a la empresa de exportación de artículos náuticos que acaba de abrir con un amigo.
Lush, el chico de los ojos azules, está de vuelta en casa y listo junto a su corvette para enfrentar de nuevo cada curva ya sea en Guatemala, Europa o Estados Unidos, en donde quiere continuar como el rey de las pistas.

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