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Chivo de oro dueño de la quinceañera

El típico desayuno  guatemalteco de  frijolitos y huevos, acompañado  de tortillas y café  hirviendo porque recién salió  del fuego, fue degustado por el quetzalteco Mario Antonio  Nufio Cojulún, quien de esa  manera estaba listo para salir de su casa sobre su caballito de acero.

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La rutina diaria del pedalista empezaba a  las 3.30 horas. Media hora después, en vuelto por la niebla y la oscuridad,  Nufio Cojulún salía a  completar una exigente preparación  que al final le rindió  dividendos porque lo llevó a  la cúspide, cuando se coronó  campeón de la Vuelta a Guatemala de 1971.

influencia

Esos fueron los primeros  días de su carrera como ci clista, deporte al que se integró por la influencia de sus  hermanos José Inés y René.  Sus primeros pedalazos los  dio en Quetzaltenango, pero  en 1968 se trasladó a la capital,  por la inquietud de sus hermanos, que tenían trabajo en  Motores Hino, en donde al  final laboró Mario Antonio.  Allí empezó su historia por que, con esfuerzo y sacrificio,  tuvo tiempo para entrenarse,  cumplir con sus obligaciones  laborales y  estudiar.

“Es a lo que estamos acostumbrados los deportistas de  Guatemala, porque de otra  manera no se puede llegar al  éxito”, refiere el excorredor  nacional.

 Mario Antonio recuerda  que cuando dio sus primeros  pedalazos  hasta los reparti dores de leche lo pasaban,  pero poco a poco mejoró  has ta que logró un buen nivel.

aroma del pelotón

 Fue en la edición  13 de las  Vueltas a Guatemala cuando  Nufio  experimentó el aroma  del pelotón, porque corrió  por primera vez la máxima  fiesta del ciclismo nacional  con el equipo de Quetzalte nango, que formó  con Nufio,   Margarito Yacabalquiej, Víc tor Manuel Escobar y Luis  Ordóñez.

Esa participación le dejó al  quetzalteco una gran lección  porque ocupó puestos secundarios, factor que  tomó como   una motivación, ya que se  propuso volver a estar en esa  fiesta, aunque con la intención de figurar entre los  ases  del pedal.

Los   entrenamientos continuaron. Los hacía antes de  ingresar al trabajo, donde empezaba a las 6 horas. Aprovechaba el mediodía para volver a tener contacto con la  bicicleta.

La sed de triunfo aumentó,  así como la calidad del ciclista. Por esa razón se unió al  equipo Teresa de Ávila, del  recordado sacerdote Julio  González Celis (q. e. p. d.),  bajo el mando técnico de Ricardo Pontaza (q. e. p. d.).

penas económicas

 Después pasó a formar  parte del equipo  Tonivin, de  don Rafael Sequeira.

Como ha sido tradicional  en el deporte de los pedales,  las penalidades económicas  fueron otra carga normal, pe ro eso no quebró el entusiasmo de ningún dirigente,  entrenador o ciclista.

“Más o menos me fue bien,  porque don Rafa —Sequei ra— solamente contaba con  una motocicleta, apenas nos  proporcionaban gaseosas y algo de alimentación, así como  palabras de ánimo durante las  carreras”, refiere.

Con esa cuarteta Nufio corrió el giro de  1970 con Rubén  Guzmán Álvarez, Juan García  y Benigno Rustrián Cáceres.  Fueron dirigidos por Víctor  Manuel Guzmán.

El altense conoció el sabor  del podio en esa ocasión, por que en la octava etapa, que  constó de 120 kilómetros en tre Antigua Guatemala, Chimaltenango y Guatemala, y  que se disputó el 8 de agosto  de ese año, ocupó el tercer  lugar, atrás del ganador, el  nacional Oswaldo René Caballeros, y del panameño Elías Toruño. A los tres se les acreditó un tiempo de   3h.4m.0s.  Esa fue su mejor actuación, lo  cual reforzó su chispa de llegar a puestos de privilegio.

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