Jugador del momento
Ha ganado tres Copas de Europa con el Ajax y dos Balones de Oro —el tercero lo recibirá ya con el Barsa—. El Ajax sabe que el Barcelona quiere a toda costa al primer Crack con mayúscula de la era moderna, e intenta sacar todo lo posible con su traspaso. Pide US$3 millones por el jugador, pero el Barcelona está dispuesto a llegar a poco más de uno. La operación solo se desbloquea cuando Cruyff amenaza con colgar las botas si no se hace el traspaso. “O juego en el Barsa o me retiro”. Ante esa perspectiva, el Ajax acepta la oferta.
El Barsa tampoco ha fichado antes a Cruyff porque las fronteras de nuestro futbol estaban cerradas. En la primavera de 1973 la Federación Española abre la puerta a la posibilidad de fichar a dos extranjeros por club. Incorporado ya el peruano Hugo Cholo Sotil, el Barsa inicia una negociación en paralelo para atar al alemán Gerd Müller por si le falla el astro holandés. El Real Madrid apura sus opciones hasta el último momento, con llamadas de Raimundo Saporta, mano derecha de Bernabéu, a Van Praag, el presidente del Ajax, pero Cruyff se mantiene firme: “Soy un hombre de palabra y se la di al Barsa. No jugaré en otro club. Hace tres años que espero este momento”. Como ven, las similitudes con fichajes recientes como los de Bale o Neymar son evidentes. Pocas cosas han cambiado en 40 años. Solo el precio.
En la foto que da oficialidad al fichaje, en un brindis multitudinario, aparece Armand Caraben —1931-2001—, economista y gerente del Barcelona de 1970 hasta 1973, hombre clave en la gestión del fichaje, que explicó algunos detalles menos conocidos, en un documental de Televisión Española: “La operación financiera se concretó finalmente en un total de 120 millones de pesetas (¤720 mil ahora). Eran US$1 millón para el jugador por tres años y US$1.1 millón de traspaso para el Ajax.
Por los millones que tenía que cobrar Cruyff aquí no había problemas, pero sí por el traspaso, por la cantidad que tenía que recibir el Ajax. La importación de un jugador, de una persona extranjera, no estaba prevista en la legislación española. Los buenos oficios de Manuel Ortínez, entonces director general del Instituto Español de Moneda Extranjera, que ya no existe, pero que entonces era un departamento del Ministerio de Comercio que cuidaba de las divisas, fue el que ayudó, el que facilitó la fórmula para hacer la importación como si fuera un camión, que en terminología del Ministerio era un semoviente. Entonces Cruyff entró a España como si fuera un automóvil. Sí, así se resolvió. Y muy bien”.
Más que como un carro o un camión, Cruyff entra en el Barsa como una locomotora. Arrastra a sus compañeros primero y luego a todos los aficionados y al club entero. Para hacerse una idea de lo que costaba Cruyff entonces, un récord mundial de la época, hay que decir que el presupuesto del club estaba en los 371 millones de pesetas —2.2 millones—. O sea que casi un tercio del total del gasto se destina a su incorporación. Un abono del Barsa cuesta entonces 1,500 pesetas —¤9—, ver un partido, 75 —¤0.45—. Hay una crisis económica global provocada por el alza en los precios del petróleo y en España es aún más acusada, como ocurre en estos momentos, pero la gente blaugrana paga su entrada con gusto y abarrota el Camp Nou para ver debutar a su nuevo ídolo contra el Granada. estuvo a punto de quedarse con las ganas, pues el internacional llegó sólo un día antes del partido, pero la Federación Española actuó con una diligencia que extraña al entrenador visitante. “No sabía yo que la Federación trabajara los sábados por la tarde”, diría José Iglesias Joseíto, tras la derrota de su equipo por 4-0.
En cambio, la Prensa se entusiasma. “Resucitó el futbol espectáculo”, titula AS en su portada al día siguiente. “El Barcelona bordó el juego y ‘jugó’ con su adversario”, puede leerse en páginas interiores. La crónica habla de un “debut afortunadísimo de Cruyff, que, si bien en la primera mitad pasó desapercibido, en la reanudación brindó jugadas de gran genialidad, proporcionando pases milimétricos”. “Comienza la era Cruyff”, anticipa el Mundo Deportivo, que dentro elogia el papel del holandés: “Eje, centro y motor de esa estimable resurrección atacante azulgrana, ha sido el ostensible catalizador de una línea delantera, en la que Marcial y Sotil, cada uno a su manera, dentro de su estilo, no han desmerecido del gran juego del flamante fichaje azulgrana y nos han brindado varias jugadas de las que consiguen poner en pie a los graderíos”.
Cruyff acaba el partido con un doblete. Interviene en el primer gol de De la Cruz y marca el segundo, a pase de Marcial. El cuarto es su primera gran obra de arte, un impresionante zurdazo desde fuera del área que entra por la escuadra. No hay exageración. El tanto está grabado y puede verse en Youtube. El 4-0 es el primer apunte de lo que pasaría después en aquella liga de 1973-1974. El Barsa la ganaría de calle, con resultados que han quedado para la historia, como el 0-5 del Bernabéu, y algunos goles que jamás se irán de la memoria, como el que le hizo en un escorzo imposible y de tacón al Atlético de Miguel Reina, el padre del actual portero del Nápoli.
Contra todo pronóstico, el impacto del Cruyff, jugador en el Barsa, se limita a esa primera temporada, pues en las cuatro siguientes en que vistió la camiseta azulgrana sólo levantaría la Copa del Rey de 1978. A pesar de todo, Cruyff echó raíces en el club y en la ciudad. A su primer hijo le puso Jordi, se compró una casa en El Muntanyá, al lado de la que ocupaba la familia de Armand Carabén, y la afición se enamoró de ese aire de modernidad que traía y de su carácter rebelde. Siempre se ponía de su parte en los diversos conflictos que generó, sobre todo con la directiva y con el técnico alemán Weisweller.
Vuelve como entrenador
Tras esa primera temporada, al club regresa ese aire deprimido, voluble, fatalista, victimista, que llevaba sin ganar una Liga 13 años, ese aire que se llevó el viento de la llegada del holandés. Hasta su vuelta como entrenador, ya en 1988, el club sólo celebraría la Liga de Venables —1984-1985—. Para entender la importancia de Cruyff entrenador, sólo hay que ver que el club había levantado dos ligas en más de 30 años. Y que había fracasado en sus dos intentos más claros de obtener la Copa de Europa —1961 contra el Benfica y 1986 contra el Steaua—. Cruyff forjó el que pasaría a la historia del futbol como el Dream Team, un equipo que ganó cuatro Ligas consecutivas —1991, 1992, 1993, y 1994— y que llevó al club su primera Copa de Europa —1992—.
El técnico holandés se sentó en el banquillo, de nuevo tras otra época convulsa de la entidad, justo después del Motín del Hesperia, donde la plantilla del Barsa pidió la dimisión del presidente José Luis Núñez, algo insólito antes y después, en el mundo del futbol.
La ideología
Lo que no consiguió en su época de jugador sí lo hizo como entrenador y más tarde, como ideólogo o asesor en la sombra del club, también tras otra etapa oscurísima, sin títulos y llena de conflictos, como fue la presidencia de Gaspart. A pesar de que ahora esté peleado con Rosell —”No volveré al Camp Nou mientras él sea presidente”—, en la época de Laporta recomendó para el banquillo primero a Rijkaard y luego a Guardiola, con el que el Barsa alcanzó el hito más grande de su historia: ganar seis títulos en un año, 2009. Cruyff había entrenado a los dos técnicos cuando eran jugadores; a uno en el Ajax y a otro en el Barcelona.
En los últimos 25 años, el club cambió por completo y buena parte de culpa en esa transformación hay que achacársela a Cruyff, cuya paternidad, si no en el estilo en sí, al menos en la institucionalización de ese mismo estilo de toque y juego coral que le caracteriza. Es una idea que funciona como una religión y que tiene numerosos apóstoles. Todo el club, desde prebenjamines hasta profesionales, lleva jugando así desde hace 25 años. En este tiempo, el Barcelona ha ganado cuatro Copas de Europa, dos Mundiales de Club, dos Recopas, cuatro Supercopas de Europa, 12 Ligas, seis Copas y 10 Supercopas de España. En total, 40 títulos. O sea, más de la mitad de todos los que existen en las vitrinas del club azulgrana, que va camino de los 114 años de historia; es decir, un club perdedor y victimista transformado en uno de los mejores y más ganadores del mundo y de la historia. Todo por obra y gracia de Cruyff, al que muchos aficionados le reconocen el título de profeta del barcelonismo y que debutó oficialmente un 28 de octubre de 1973, hace ya 40 años.
La naranja mecánica
Cruyff es recordado por ser parte de la selección de los Países Bajos que disputó el Mundial de Alemania Federal de 1974, en el que fueron llamados la Naranja Mecánica. Fueron ubicados en el grupo 2 junto a Uruguay, Suecia y Bulgaria. Terminaron primeros en la primera fase de grupos.
En la segunda fase se ubicaron en el grupo A, junto a Brasil, Alemania Democrática y Argentina. Fue un torneo memorable, frente a los argentinos ganaron por 4-0 y Cruyff marcó el primero y el último tanto; en el siguiente duelo contra los alemanes vencieron 2-0 y cerraron frente a los brasileños a los que vencieron por 2-0, con un tanto de Johan.
Así llegaron a la final, el 7 de julio contra Alemania Federal, que era dirigida por Franz Beckenbauer. A pesar de que los neerlandeses tendrían un futbol de toque y control, los alemanes ganaron el título por 2-1. Holanda, que era la sensación en el torneo, fue segundo, pero Cruyff fue galardonado como el Mejor Futbolista del Torneo.
Además de ese Mundial también disputó la Eurocopa de 1976, en la que terminó su combinado tercero. Al mundial de Argentina de 1978 no asistió por los problemas políticos que vivía el país sudamericano. Su historia se resume en 48 partidos, 33 de ellos como capitán, el gran capitán de la Naranja Mecánica.
Cruyff es el primer jugador mediático a escala mundial. Cuando firmó con el Barsa ya era doble balón de oro.El Real Madrid apuró las opciones de ficharlo hasta el último momento, pero Cruyff había dado su palabra al Barsa.