Revista TodoDeportes

Christian Benítez: Una estrella que se apaga

Aquel 1 de mayo de  1986 nació en la  ciudad de Quito,  Ecuador, Chris tian Rogelio Be nítez Betancourt, sin imaginar  que su vida se apagaría apenas  27 años después.

Aquel 1 de mayo de  1986 nació en la  ciudad de Quito,  Ecuador, Chris tian Rogelio Be nítez Betancourt, sin imaginar  que su vida se apagaría apenas  27 años después.

Dorcy López, su abuela ma terna fue quien lo crió, porque  su mamá, Rita,  debía ir a la  Universidad en Quito a 318 ki lómetros del hogar de los Be tancourt. Años después se fue a  trabajar a Perugia, Italia, en  donde radica.

Su padre, Ermen Jesús la  Pantera Benítez, considerado  el máximo goleador ecuatoria no con 191 anotaciones, nunca  se ocupó de él y solo le dio un  par de zapatos.

Pero Christian tenía una misión en la vida y aunque vivió  lleno de carencias, eso no im pidió que su afición por el balón lo llevara lejos y es que su  físico era envidiable, era rá pido, un goleador letal. Fuera  de serie.

En  1991, Christian conoció  al  técnico Orlando Narváez, ex compañero de la Pantera,  en el  equipo El Nacional, quien lo apodó como el segundo nombre de  su padre: Chucho y así comenzó  a formarse en los campos.

 Debutó a los 16 años con el  Club Deportivo El Nacional, en  el 2002,   y  se le consideró una  promesa del balompié  ecuatoriano, y no era para menos.

 Su formación sería como su vida: muy rápida, a  los 17 años, se casó con  Liseth Chalá, hija de Cléber,  exseleccionado ecuatoriano,  con quien tuvo cuatro hijos.

Cambio radical

En el 2006 su vida cambió  radicalmente. Jugó la Copa Libertadores y terminó como el  máximo goleador del futbol  ecuatoriano, así que el Santos  Laguna, de México,  no dudó y  lo fichó un años después, y  aunque luego tuvo un breve  paso por el Birmingham de la  Liga Premier, retornó al futbol  mexicano.

Las carencias que vivió de  niño no se repitieron. “Ahora  me doy los gustos que antes no  pude”, dijo en una entrevista a  un medio mexicano, y era así,  pues  conducía un automóvil  híbrido del año, al que llegaba a  cada entreno y se dio el lujo de  apostar en la final del 2010 un  Mercedes Benz de US$80 mil a  su compatriota Wálter Ayoví,  quien jugaba con el Monterrey.  Ayoví ganó.

Su vida parecía una carrera  de Fórmula Uno, nadie lo de tenía y en el Torneo Apertura  2010 fue el goleador con 14  tantos, pero un año más tarde  le afectaron las lesiones, aun que ellas no impidieron que  llegara al América en el 2011,  que pagó US$10 millones.

El 28 de julio pasado sería su  último partido. Chucho jugó de  cambio ya con el Jaish SC de la  Liga de Qatar, su último club,   en la semifinal de la Copa del  Jeque Jassem. Fue la última vez  que se vio al letal delantero, a  quien un paro cardiorrespiratorio —por una peritonitis— le  arrebató la vida y al futbol uno  de los mejores goleadores.

ESCRITO POR: