Ejercer un derecho

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Solo así se entiende la columna del señor Salvador Paiz en la que nos acusa a Juan Luis Font, Gustavo Berganza, Martín Rodríguez y a mí de propiciar la polarización en el país, hacer acusaciones y comentarios irresponsables, despertar pasiones y difundir mensajes para perpetuar el conflicto.

A esto se le agrega la aprobación por parte del Congreso de un punto resolutivo en el que se niega el genocidio y se interfiere directamente en las funciones de otro poder del Estado —a nuestros diputados que no legislan, ahora se les da por juzgar—; y el amparo provisional de la CC —con dos votos disidentes— que prácticamente dejó sin efecto la tabla de gradación, con lo que el proceso de postulación de autoridades queda a entera discrecionalidad de los comisionados.

Todas estas acciones debilitan, hacen peligrar la democracia y ponen en entredicho los principios sobre los que se sustenta el régimen republicano, porque violentan la división de poderes y la independencia judicial y cuestionan —por decir lo menos— el derecho a expresarse libremente. Pareciera que la intención es instalar el pensamiento único y la concentración del poder.

¿Qué es lo que se pretende? ¿Qué dejemos de decir lo que pensamos y permitamos que se instale un discurso hegemónico en el que no haya más verdad que la que un sector promulga? ¿Que se les llame a los indígenas y campesinos criminales terroristas y no haya una reacción? ¿Que dejemos de insistir en que la reconciliación pasa por la verdad y la justicia y no por el olvido y la amnistía? La desigualdad, la pobreza y la inequidad son la constante en nuestro país. Y no por no nombrarlas, estas realidades desaparecen.

Escribir sobre hechos veraces, disentir de la posición de los sectores de poder, argumentar sobre la conflictividad social que existe en el país y las causas que la generan, denunciar las arbitrariedades y las componendas, promover los derechos humanos, los de las mujeres y los de los pueblos indígenas, abogar por la justicia transicional y señalar las enormes brechas que existen en nuestro país  no es polarizar, es ejercer un derecho.

Y la libertad de expresión es de todos, no es exclusiva de un grupo o de un sector, por más poder que este tenga. Quizá el miedo radique en que se promuevan ideas distintas a las que se han instalado en el imaginario social, quizá la preocupación es que se genere una corriente de opinión pública contraria al estatus quo.

Repito: La democracia no se construye a partir de un discurso único y hegemónico. Es preciso abrir los espacios a la pluralidad de ideas y opiniones que permitan a las y los ciudadanos interpelar la realidad desde múltiples perspectivas.

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