Drogba, uno de los jugadores africanos más grandes de la historia es, ante todo, un competidor. Nacido en Abidjan, apura sus últimos días de futbol en el Galatasaray. Nadie esperaba esa última parada europea en Turquía después de que en junio del 2012 decidiese aceptar una oferta del Shanghai Shensua para jugar y ganar dinero en China. La suya ha sido una carrera de éxito, forjada en un innegociable carácter ganador que le ha permitido ganar todo a nivel de clubes. Brasil será su último Mundial. Le llega casi fuera de hora, pero a cambio jugará sin la presión que Costa de Marfil tuvo en el 2006 y el 2010, cuando era la gran alternativa africana y se estrelló.
Costa de Marfil no le ha dado nunca grandes alegrías a Drogba, que está considerado un héroe nacional. Pese a su honestidad y los esfuerzos que siempre ha hecho por no fallar a ninguna gran cita y dejarse todo, se esperaba más de él en su selección. En el 2006, y por primera vez en la historia, Costa de Marfil clasificó para una fase final en el Mundial. Los Elefantes, una generación que olía a oro, no hicieron más que darse trompazos. También en el 2006, meses antes de quedar fuera en la primera fase, Drogba falló un penalti en la final de la Copa África contra Egipto. Casi podría decirse que la carrera deportiva se ha vertebrado desde los 11 metros. La gloria del Chelsea y el drama con su país. Además de ese penalti en el 2006, Drogba volvió a fallar en la final de la Copa de África. Esta vez, ante Zambia a solo 15 minutos del final. Costa de Marfil terminó perdiendo de nuevo en la tanda de penaltis.
La carrera de Drogba dio el salto definitivo en el Olympique de Marsella (2003-2004). Fue máximo goleador de la Ligue 1 y de la Uefa, donde al OM solo le frenó el Valencia de Benítez en la ciudad. Drogba coincidió allí con un español, el malagueño Koke, que solía hablar maravillas de su compañerismo. Si hay algo que odia Drogba, sin embargo, es perder. Sus imágenes después del escandaloso arbitraje de Ovrebo en la semifinal contra el Barsa (2009) dieron la vuelta al mundo.
“Es una jodida vergüenza”, repetía encolerizado ante las cámaras. La pérdida de papeles le costó una sanción de seis partidos. Drogba pidió disculpas y la Uefa matizó la sanción —cinco—. Tiempo después el jugador reconoció sentirse avergonzado cada vez que su hijo veía las imágenes. Drogba, además, es Embajador de Buena Voluntad de la ONU. La revista Time, además, lo consideró a principios de esta década entre los cien personajes más influyentes del mundo.
Maldito por tanto con su selección, en los mundiales para avanzar y en las Copas de África para ganar, Drogba espera al menos llegar con salud a la cita en Brasil. En un amistoso de preparación para Sudáfrica contra Japón, Tanaka le hizo una falta que terminó con el cúbito del brazo derecho del futbolista roto. Se recuperó, pero Costa de Marfil, otra vez en un grupo terrorífico como en el 2006, quedó fuera rápido.
Pese a su carácter rebelde y extrovertido en apariencia, Drobga ha sido —como cualquier humano en el fondo— un tipo muy vinculado con sus orígenes. Sus padres lo enviaron pronto a Francia para facilitar sus estudios y su desarrollo. Drogba volvió a África por pura saudade. Luego la vida lo devolvió a Francia por motivos económicos —sus padres se quedaron sin trabajo—. Eso le ayudó a forzar un carácter de superación que 18 años después de empezar su carrera puede tener un broche de oro en Brasil. la vida le debe una alegría con los Elefantes a Didier Drogba.