En Sao Paulo, donde tuvo lugar la mayor protesta del 15 de marzo, habían este domingo unas 275 mil personas a las 16.00, dijo la Policía. Los organizadores no han dado estimaciones oficiales, pero hablan informalmente de entre 600 mil y un 1.2 millones de manifestantes.
El mes pasado, en todo ese país, la Policía calculó más de 1.7 millones de manifestantes (de los cuales un millón en Sao Paulo), una cifra bastante superior a la de este domingo.
“Queremos abrir un lugar a la indignación del pueblo brasileño (…) Nuestro foco es que Dilma salga del poder con un proceso dentro de la ley. Puede ser su renuncia o un impeachment (juicio político), pero que salga. Fue elegida en octubre, sí, pero ahora el pueblo quiere su salida”, dijo a la AFP Janaina Lima, portavoz del movimiento Vem Pra Rua (Ven a la calle), de 30 años, desde lo alto de un camión de sonido que avanzaba por una repleta avenida Paulista.
Lucimar Penteado, una psicóloga de 57 años, explicó que protesta “contra la corrupción, contra el caso de Petrobras. Yo no voté por ella, tampoco quiero que sea destituida, pero sí hago una oposición para que el gobierno mejore o para que construyamos alternativas”, dijo.
En Brasilia marcharon unas 25 mil manifestantes en clima festivo y familiar, entre skaters y vendedores ambulantes con carros de comida humeante. La multitud es prácticamente la mitad que en la marcha anterior, dijo a la AFP la Policía militar, aunque los organizadores aseguraron que eran unos 50 mil.
En Río de Janeiro, la multitud frente a la soleada playa de Copacabana parecía ser menor que los 15 mil manifestantes del mes pasado. La Policía de Río y los organizadores se negaron a arriesgar una cifra, pero la prensa brasileña dio cuenta de unas 10 mil personas.
– Reunidos por la indignación –
“Vinimos por todo lo que está sucediendo en Brasil y este gobierno no está haciendo nada. El pueblo tiene que mostrar persistencia y manifestar su indignación, su insatisfacción”, dijo a la AFP una de las manifestantes en Brasilia, Dianira Loubet, instructora de yoga de 75 años.
Como en la anterior protesta, muchos manifestantes de todo el país visten la camiseta amarilla y verde de la selección brasileña y reclaman el ‘impeachment’ de la presidenta que comenzó su segundo mandato hace poco más de tres meses.
Un sondeo de Datafolha mostró el sábado que el 63% de los más de 2.800 consultados estaba a favor de abrir un juicio político contra la presidenta por el caso Petrobras, aunque también una mayoría (64%) cree que, aún en ese caso, Rousseff tampoco sería apartada de su cargo.
Los expertos jurídicos aseguran que no hay elementos que permitan la destitución de Rousseff y ningún partido político de peso está impulsando esa vía.
“Basta de robos”, “Fuera Dilma”, “Fuera PT”, “La culpa es de las estrellas”, rezan algunas de las pancartas que recorren Brasil. Hay grupos de extrema derecha que reclaman una intervención militar, tal como ocurrió en las protestas del 15 de marzo.
– Frenando hemorragias –
“Es muy difícil sacar una multitud a las calles todos los meses. No es algo menor y la falta de liderazgo (…) lo dificulta aún más”, dijo a la AFP André Cesar, analista político de Brasilia.
“Entre la marcha del 15 de marzo -que fue interesante y potente- y esta de hoy, el Gobierno consiguió frenar algunas hemorragias (…). Debe estar respirando”, observó.
Trece senadores, 22 diputados, dos gobernadores, el tesorero del PT y exfuncionarios son investigados por la corrupción en Petrobras, que movió unos 4 mil millones de dólares en la última década.
Rousseff, con la popularidad casi por el piso, enfrenta asimismo dificultades tanto en los frentes político como económico, con una economía casi estancada y una inflación que alcanzó el 8,13%.
Para calmar la tormenta política, debió conceder a su vicepresidente Michel Temer, del PMDB —y principal aliado del PT en la coalición— el rol de articulador político entre el gobierno y el Congreso, lo que le ha valido fuertes críticas.