“Joseph”, de 60 años y viudo, no tuvo sexo hasta que se acercó a los 40, y no porque no haya querido.
BBC NEWS MUNDO
“Lamento no haber tenido sexo hasta los 37 años”
Aunque la mayoría de las personas pierden la virginidad en los últimos años de su adolescencia, esa no es la norma para todo el mundo.
Esta es su historia.
Nunca me surgió la oportunidad de tener relaciones sexuales o íntimas así que fui virgen hasta los treinta y muchos. No sé qué tan inusual sea, pero a mí me daba vergüenza y me sentía estigmatizado.
Era una persona terriblemente tímida y ansiosa, pero no estaba aislado. Siempre tuve amigas pero nunca fui capaz de trasladar esas relaciones al plano íntimo.
En el colegio, estaba rodeado de chicas pero nunca hice esos avances que probablemente sea normal que uno haga.
Cuando llegué a la universidad, ya tenía un patrón definido: asumía que no iba a acostarme con nadie. En gran parte porque una falta de autoestima y tenía una fuerte sensación de que los demás no me encontrarían atractivo.
Si pasas tu adolescencia y juventud sin salir con gente, careces de esas pruebas que hacen que te digas a ti mismo: “Sí, puedo gustarle a otros por mi apariencia física: he tenido tal y tal novia…” Y eso hace que persista y se refuerce la sensación de que no eres atractivo.
Célibes involuntarios: la oscura comunidad misógina a la que pertenecía Alek Minassian, el hombre acusado del atropello masivo en Toronto
Nunca hablé de esto con mis amigos y nunca me preguntaron nada al respecto. Para ser honesto, de haberlo hecho me hubiera puesto a la defensiva porque estaba empezando a avergonzarme de esa situación.
Tal vez no sea cierto que la sociedad te juzgue por no tener sexo. Pero creo que en cuanto percibe que algo se sale de lo normal, tiende a verlo en cierta forma como una desviación.
Me parece que hay una inversión cultural en tener “éxito” con las mujeres. Si tomas las canciones y películas que se vuelven populares o las que retratan el paso de la niñez a la adultez, verás que tratan sobre relaciones tempranas y que hay un “elemento” cultural de convertirse en un hombre. Por ejemplo, la canción “Oh what a night” de Frankie Valli te da la sensación de que fue la chica la que convirtió al chico en un hombre.
Todas esas cosas me impulsaban a sentir vergüenza.
La mayoría de mis amigos tenían novias. Yo era testigo de cómo comenzaban a salir con chicas y luego se casaban. Eso tenía un efecto corrosivo en mi autoestima, gota a gota.
Estaba solo y algo deprimido, aunque en esa época nunca lo reconocí. Puede que fuera por no tener relaciones sexuales, pero también se debía a una falta de intimidad.
Ahora que pienso en esos tiempos, en realidad, durante unos 15 o 20 años no me tocó ningún ser humano que no fuera mi familia inmediata, como mi madre, padre o hermanas. Cualquier otro tipo de contacto aparte de ese estuvo ausente. Así que no solo era una cuestión sexual.
Si veía a alguien que me gustaba, no me emocionaba ni sentía ningún placer. En cambio, mi reacción inmediata era de tristeza y depresión. Tenía tan pocas esperanzas.
No me daba miedo ser rechazado, me era irrelevante porque estaba muy seguro de que la atracción que yo pudiera sentir por alguien nunca sería recíproca.
Puede que haya sido un mecanismo de defensa, pero desarrollé una profunda creencia de que acercarme a las mujeres podría estar mal y que podría resultarles una imposición. Con toda seguridad, yo nunca iba a ser ese chico que “usaba” a las mujeres.
Creía que ellas tenían derecho a vivir su vida y disfrutar una noche de fiesta sin ser abordadas por nadie.
El momento del cambio
Con frecuencia me hice amigo de mujeres que me atraían. Estoy convencido de que muchas no tenían la menor idea de mis sentimientos románticos hacia ellas.
“Cuando tenía 20 años dejé de masturbarme durante un año”: el joven que quiso descubrir si la abstinencia le traería algún beneficio
En esa época, estaba seguro de que no les gustaba. Hoy, sin embargo, pienso en el pasado y, honestamente, no podría afirmarlo. No creo que la confianza haya sido uno de mis atractivos.
Ninguna mujer me invitó a salir jamás. ¡Qué agradable hubiera sido! Puede que en aquellos tiempos eso fuera menos aceptable que en la actualidad.
Cuando alcancé la mitad de la treintena, mi depresión llegó a un nivel clínico así que fui al médico, que me recetó antidepresivos y también comencé a asistir a terapia.
Ese fue el momento en que las cosas comenzaron a cambiar.
Primero, gané un poco de confianza en mí mismo gracias a la terapia. Segundo, creo que los antidepresivos pueden haber tenido efecto, me parece que en cierta manera pueden actuar como una pastilla antitimidez.
Además, había madurado un poco.
De repente, a los 37 años, me vi invitando a salir a alguien, de lo cual surgió una breve amistad.
Recuerdo que estaba ansioso y nervioso en mi primera cita. Pero pensé: “Esto es agradable, me gusta”. Así que después la volví a invitar a salir y las cosas empezaron a surgir solas a partir de ese momento.
Unas pocas semanas después de la primera cita, las cosas se pusieron más íntimas. Uno oye esos clichés sobre la torpeza adolescente. Pero yo ya no era un adolescente y resultó que sabía lo que tenía que hacer. También resultó que la experiencia era emocionante y placentera. Hay gente que dice que la primera vez no se disfruta, pero yo sí la disfruté.
No le dije a la chica que era virgen; pero si me lo hubiera preguntado, habría sido transparente con ella.
Un año y medio después conocí a mi esposa en el trabajo. Me llamó la atención de inmediato. Era realmente bonita, con unos ojos enormes: una imagen de ensueño.
No la invité a salir de inmediato, pero le pregunté a una amiga en común si estaba soltera. Acabó haciéndonos de casamentera.
Los peculiares consejos sexuales de un manual secreto que estuvo prohibido durante 300 años
Tuvimos nuestra primera cita el día en que cumplí 40 años y nos casamos un año y medio después.
Ella era muy especial.
Fui afortunado de que se enamorara de mí, me brindó un amor completo e incondicional y eso es algo raro. Y tuve suerte de haber vivido algo así.
Cuando le hablé de mi historial sexual respondió con tolerancia y sin críticas, así que no hubo problemas. Nuestra relación se basaba en un lazo emocional muy fuerte y nunca hubo un atisbo de crítica en ella, era tan sencillo estar con ella.
Estuvimos casados 17 años. Lamentablemente, falleció hace tres, lo cual fue traumático.
Siempre pienso que la conocí demasiado tarde y que la perdí demasiado pronto, pero tampoco estoy seguro de que ella me hubiera encontrado atractivo de habernos conocido cuando yo era más joven.
Guardar luto
Repaso mi juventud con una sensación de arrepentimiento. Es casi como si guardara luto por algo que no sucedió. Siento que hay un montón de recuerdos afectuosos que no me están disponibles o un conjunto de experiencias que nunca tuve.
No sé lo que es un amor de juventud. No sé cómo se siente dar esos primeros pasos en el mundo como un miembro del sexo opuesto, esa etapa experimental y divertida. Y eso me deja con una sensación de arrepentimiento.
Así que lo primero que le diría a alguien que se encuentra en esa situación sería: “Tómatelo en serio”.
Y deberíamos pensar en intervenir si notamos que alguien está pasando por algo así. No se me ocurre cómo porque, por ejemplo, si alguien me hubiera intentado hablar de ese problema en esa época, yo lo habría negado. Pero hay gente que se encuentra en una posición desde la cual puede darse cuenta.
Lo que pasa es que la gente como yo, como era yo, nunca va a estar en el radar de nadie.
Tendemos a preocuparnos cuando vemos a los jóvenes hacer cosas que se perciben como peligrosas: consumir drogas, cometer crímenes con armas blancas, empezar su vida sexual a una edad temprana… Así que no es que no solamos preocuparnos por intervenir.
Pero si conocemos a alguien que nunca ha tenido pareja, tal vez no deberíamos asumir que es porque no quiere. Hay que intentar brindarles apoyo. Quizá no haya que preguntarles de manera directa: “¿Por qué nunca sales con nadie?” Si no más bien haya que animarlos y explicarles que todos tenemos dudas cuando invitamos a alguien a salir.
No está mal sentirse nervioso y tampoco está mal desear estar con alguien. Todos estos sentimientos forman parte de ser humano y si te los niegas te estás privando de parte de la experiencia humana.
Una de las cosas que más me preocupa de la atención mediática que ha recibido el atropello en Toronto —en el que 10 personas fueron asesinadas por Alek Minassian, identificado con los “incel” o “celibato involuntario”— es que la gente que aún esté en busca de cariño pueda sentirse estigmatizada y avergonzarse. (Los incel un grupo integrado por hombres con pensamientos misóginos, que culpan a las mujeres por no poder mantener relaciones sexuales).
Puede perpetuar la idea de que la gente que aún no ha encontrado el amor sea socialmente torpe y, de cierta forma, rara. Yo sentía que era perfectamente normal antes de conocer a mi esposa y que también lo era después. No cambié. No hay nada inusual en mí.
Hay mucha gente en busca de amor que no está llena de odio. Sería una pena que confundiéramos lo que fuera que haya motivado al atacante de Toronto con las personas que están en busca de satisfacer una necesidad humana.
No existe un derecho a ser amado o a encontrar el amor, pero buscarlo todavía es un deseo válido en la vida. Carecer de afecto no es culpa de nadie, son sólo las circunstancias.