Un poco pasado de copas en un hotel de Ámsterdam, el cantante y figura principal de los Rolling Stones llamó a la habitación de Charlie Watts para preguntar con exigencia: “¿Dónde está mi baterista?”.
BBC NEWS MUNDO
Charlie Watts: 5 de los mejores ritmos del baterista de los Rolling Stones
Una noche, en 1984, Mick Jagger cometió un error.
Veinte minutos más tarde, Watts se presentó en su puerta, inmaculadamente vestido con un traje de los exclusivos sastres de Savile Row (en Londres), perfectamente afeitado y perfumado con agua de colonia.
“Nunca me vuelvas a llamar tu baterista”, le dijo a Jagger. “Tú eres mi cantante”.
Según las memorias que publicó el guitarrista de la banda Keith Richard en 2010, Watts levantó a Jagger por las solapas “y le plantó un derechazo”.
“Mick se cayó sobre una bandeja plateada de salmón ahumado que estaba en una mesa y empezó a deslizarse hacia una ventana abierta, debajo de la cual pasaba un canal”.
Fue una rara demostración de emoción de parte del usualmente calmado baterista, que rehuía el estilo de vida farandulero y estrambótico de sus colegas.
Aun cuando cayó en las garras de la drogadicción a mediados de los 80, Watts resolvió su problema con su característico aplomo: renunciando a todos su vicios de una vez por todas, después de romperse el tobillo al ir a buscar otra botella a su cava.
“Resultó que me habían contratado para dar un espectáculo de jazz en (el club) Ronnie Scott’s seis semanas después, y eso me hizo darme cuenta de lo hondo que había caído”, le contó al diario The Guardian en 2000.
“Lo dejé todo, beber, fumar, tomar drogas, todo, de una sola vez. Simplemente pensé, ‘ya basta'”.
Fue igualmente estoico respecto a su éxito con los Rolling Stones, a la que una vez describió como “cinco años de trabajo y 20 años de estar esperando”.
Pero la contribución de Watts a la banda fue vital. Su swing modulado con jazz dotó a las canciones del conjunto de arrogancia, anticipando y retardando el ritmo, y creando el espacio para el lascivo y arrastrado canto de Jagger.
En temas como Honky Tonk Women y Brown Sugar, creó algunos de los ritmos más marcados del rock, y la aislada pista de batería en Gimme Shelter es una clase magistral de cómo marcar el tiempo y de musicalidad.
“El sonido del redoble de Watts es tan Rolling Stones como la voz de Mick y la guitarra de Keith”, escribió en su momento Bruce Springsteen. “Cuando Mick canta ‘Es tan solo rock ´n´ roll pero me gusta’, ¡Charlie está atrás mostrándote por qué!”.
A medida que el mundo se reconcilia con la triste noticia de su muerte a los 80 años, aquí hay algunos de los mejores ejemplos de cómo suena su batería en las canciones clásicas de los Rolling Stones.
1) Get Off Of My Cloud
Watts nunca fue el más ostentoso de los baterista, pero su propulsora fuerza es la firme base de Get Off Of My Cloud (“Bájate de mi nube”), el quinto sencillo consecutivo de los Stones en llegar al primer puesto de la lista de éxitos en Reino Unido.
Abre la canción con una secuencia de ritmos sólidos y adornos que básicamente repite durante tres largos minutos sin desfallecer. Es una proeza de resistencia que mantiene a la canción en un movimiento perpetuo y electrizante.
2) Honky Tonk Women
De joven, Watts soñaba con ser baterista de jazz, pero nunca vio mucha diferencia entre su primera pasión y la música rock que lo hizo famoso.
“¿Qué es jazz?”, se preguntó en una entrevista publicada en la revista Modern Drummer en 1981. “En su origen fue especialmente música para bailar. El rock and roll es música para bailar”.
Su ajustado ritmo con el cencerro en el éxito de 1969 Honky Tonk Women (Mujeres de bar de mala muerte) es una de las pistas de percusión de Watts más bailables.
Pero, curiosamente, el cencerro no lo tocó Watts en la grabación sino el productor de los Rolling Stones Jimmy Miller y el conjunto nunca pudo reproducir en concierto la levemente titubeante introducción.
“Nunca tocamos la introducción de Honky Tonk Women en vivo como suena en el disco”, declaró Watts en el libro According to the Rolling Stones.
“Es Jimmy el que toca el cencerro y él entra mal o yo entro mal, pero Keith empieza bien y lo arregla todo. Es una de esas cosas que los musicólogos podrían analizar durante años. En realidad es un error, pero en mi opinión funciona”.
3) Paint It, Black
Los mejores temas de los Rolling Stones tienen un rasgo de oscuridad y Paint It Black se encuentra entre las más lóbregas.
La letra de Jagger ilustra la profunda desdicha de un hombre que súbita e inesperadamente pierde a su pareja.
Y su desesperanza es amplificada por una evocadora pulsación de sitar y los acordes en un órgano Hammond tocados por Bill Wyman.
En respuesta, Watts golpea la batería con un profundo ritmo 4/4 que le da a la canción un trasfondo siniestro e inquietante.
4) Sympathy For The Devil
Simpathy For The Devil (“Simpatía por el diablo”) fue originalmente escrita como una balada popular al estilo de Bob Dylan y pasó por seis transformaciones de ritmo mientras los Rolling Stones buscaban el mejor marco para la canción.
“La tocamos de una manera toda la noche”, recordó Watts más tarde. “Luego la intentamos de otra manera durante toda otra noche, y simplemente no acertábamos. No se acomodaba a ningún ritmo regular”.
Finalmente optaron por un ritmo de sama afrobrasileña conocido como candomblé.
Rocky Dijon (un músico invitado) tocó las congas, mientras Bill Wyman añadió el shekere africano.
Pero fue el ritmo de jazz latino de Watts el que le dio a la canción su sabor satánico.
Después, Jagger destacó el ritmo de ese tema por su “poder tremendamente hipnótico”.
“Pero también tiene otros visos”, añadió. “Un trasfondo de lo primitivo, porque es uno de esos ritmos primitivos africanos, sudamericanos, afro, como sea que se diga (candomblé). Así que para la gente blanca tiene algo muy siniestro”.
5) 19th Nervous Breakdown
Los Rolling Stones llegaron a la cúspide con el sencillo de 1966 19th Nervous Breakdown (“Colapso nervioso número 19”), gracias a las injuriosas letras de Mick Jagger y hipnótico riff del bajo de Brian Jones, inspirado en Bo Diddley.
Pero quien lo sustenta todo es Watts, con una de sus percusiones más maníacas, llena de agitados golpes de platillo y profundos toques de tamtam.
El ritmo está marcado de una manera rara, tensa y descontenta que refleja el estado mental de la protagonista de la canción, una “niña consentida” cuya riqueza material no la satisface (ni a Jagger).