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Cinco aparatos curiosos de las oficinas de ayer y qué podemos aprender de ellos

Si has estado en un trabajo el tiempo suficiente, seguro que puedes enumerar una lista de aparatos tecnológicos que has utilizado y que ahora son historia.

Tener un dictáfono fue, en su tiempo, un símbolo de poder ejecutivo. (GETTY IMAGES)

Tener un dictáfono fue, en su tiempo, un símbolo de poder ejecutivo. (GETTY IMAGES)

Máquinas de fax, buscapersonas y fotocopiadoras del tamaño de un auto pequeño fueron las maravillas en su época pero acabaron siendo reemplazadas debido al constante avance de la innovación tecnológica.

A pesar de su obsolescencia, hay algo que podemos aprender de ellas, señala Steven J. Hansman, futurista y experto en tecnologías emergentes y pasadas.

La experiencia nos puede ayudar a reconocer las buenas ideas o a saber cuándo quedarnos con lo bueno conocido en vez de correr a comprar el dispositivo de última moda.

Aunque siempre hay que estar pendiente por si es necesario hacer una actualización.

A continuación, te mostramos algunos inventos que en su momento tuvieron mucho valor.

Cada uno de ellos nos ofrece un enfoque diferente sobre cómo son nuestros lugares de trabajo y sobre cómo trabajamos hoy.

¿Una solución arcaica a las oficinas abiertas?

En la era de los espacios de trabajo abiertos, donde las distracciones son constantes, muchos de nosotros necesitamos usar auriculares para aislarnos del ruido exterior.

Pero tratar de evitar interrupciones no es sólo un reto de los tiempos que corren.

En 1925, el inventor y escritor de ciencia ficción Hugo Gernsback tuvo una idea para bloquear el ruido ambiente: un aparato llamado “aislador”.

Se trataba de un casco para evitar todos los sonidos, olores e imágenes del mundo exterior.

La idea era que el usuario, mirando sólo a través de dos pequeños orificios en el casco de metal, se concentrara únicamente en la tarea que estaba realizando.

Tal vez se adelantó a su época y por eso el aislador nunca funcionó.

Pero a quien haya sufrido algún tipo de misofonía -un trastorno que hace a quien lo padece especialmente sensible a ciertos sonidos- probablemente le parecerá muy útil.

El dictáfono: un invento al que mataron los cambios culturales

Los fanáticos de series como Mad Men reconocerán el dictáfono, un dispositivo de grabación que solían usar mucho los jefes industriales y sus asistentes personales.

Era, en su época, un símbolo de poder ejecutivo.

“Si eras importante en la oficina, no necesitabas una máquina de escribir sobre tu escritorio”, dice Hansman. “Tenías un dictáfono y nunca te planteabas escribir tus propias cartas”.

El dictáfono nació en 1881 y fue producido por una compañía de Alexander Graham Bell.

Se usó mucho hasta bien entrada la década de 1970 para registrar ideas, cartas y memorandos que tenían que ser transcritos en papel.

Pero en los años 80 se dejaron de contratar tantos asistentes dentro del ámbito del secretariado porque los lugares de trabajo cambiaron.

Desde recepcionistas hasta altos ejecutivos empezaron a sus propios memorandos en procesadores de texto y después en computadoras.

La oportunidad perdida de la máquina de escribir Lambert

Francoise Lambert, un francés que emigró a Estados Unidos, fue un ingenioso inventor y no se conformó con una sola creación.

Pero en 1884 hizo algo que tenía el potencial de ser enorme… si hubiera llegado en el momento adecuado.

Lambert diseñó una de las primeras máquinas de escribir del mundo, una máquina que hoy nos parece un poco rara por su particular teclado circular.

Podría haberse convertido en un fenómeno global si la hubiera producido rápidamente, dice John Neiheisel, un especialista en arte y antigüedades de Ohio, Estados Unidos.

Sin embargo, Lambert esperó hasta después del cambio de siglo para fabricarlo.

Para entonces, máquinas de escribir como las Underwood Standard estaban triunfando en el mercado.

El teclado circular de Lambert, de repente, se veía anticuado.

Es una lección atemporal.

Piensa, por un instante, en la decisión de Microsoft de entrar en el mundo de la telefonía móvil mucho después de que Apple y otros acapararan el mercado.

Aunque las críticas a sus teléfonos eran favorables, la empresa sólo alcanzó a hacerse con el 1% del mercado global antes de verse obligada a recortar los más de 1.300 puestos de trabajo de su división telefónica.

“Antes de que fuera producido ya había muerto”, dice Neiheisel sobre Lambert. “Esta máquina muestra la importancia de no dejar pasar la oportunidad”.

Lo nuevo no siempre es lo mejor (al menos, al principio)

Si ya tienes cierta edad, es posible que recuerdes el mimeógrafo de la secretaría de tu escuela.

Antes de que las fotocopiadoras lo reemplazaran en la década de 1980, hacía duplicados en papel usando un rodillo que accionaba manualmente o se adhería a un pequeño motor.

Y, durantedécadas, fue lo mejor para hacer copias.

“Si necesitabas hacer muchos duplicados en poco tiempo, la única opción posible era el mimeógrafo”, explica Hansman.

Los primeros prototipos emergieron en torno a 1880, pero el diseño se perfeccionó en a principios del siglo XX.

Hacia los años 60 era un dispositivo esencial de oficinas y secretarías escolares.

La fotocopiadora que creó Xerox en 1959 terminó por dejarlo obsoleto.

Sin embargo, a diferencia de las primeras fotocopiadoras, el mimeógrafo raramente se rompía. Y funcionaba con tintas de bajo costo, no como los cartuchos que todavía usamos hoy.

Tal vez por eso el mimeógrafo duró tanto tiempo.

Hoy día hay un cierto paralelismo: por ejemplo, quienes instalaron Windows 10 al poco tiempo de su salida al mercado, experimentaron fallos que provocaron caídas en la red o en las webcam.

Quienes decidieron esperar, usaron otros sistemas operativos más antiguos ahorrándose tiempo y dinero hasta que llegó la nueva tecnología, como ocurrió con el mimeógrafo.

Un paso más allá del ábaco

Ethan Vickery dejó la universidad en 1995 lleno de conocimientos sobre cómo usar software informático para procesar grandes cantidades de números.

Sin embargo, en su primer trabajo en Nueva York, EE.UU., se encontró utilizando una calculadora gigante que parecía tener un siglo de antigüedad.

Se trataba de una calculadora mecánica Monroe fabricada en 1914, capaz de hacer operaciones que Vickery necesitaba realizar en su trabajo regularmente, como averiguar el plazo de rendimiento de bonos.

Pero no era para nada intuitiva. Había que introducir los números de una manera muy precisa para no provocar un error.

“Tuve que aprender a hacer eso con computadoras y era mucho más fácil, pero de repente me vi volviendo atrás en el tiempo”, explica.

Vickery dice que su empresa usaba las viejas calculadoras porque les tomaba tiempo adaptarse a nuevas tecnologías.

Pero mientras el mimeógrafo demuestra que a veces conviene aferrarse a la tecnología del pasado, la calculadora de bonos es un ejemplo de la necesidad de eliminar lo obsoleto.

Al final, Vickery insistió en que reemplazaran las máquinas con software Bloomberg, algo que a principios de la década de 2000 ya habían hecho la mayoría de lugares de trabajo similares.

Vickery ya no trabaja en la industria del comercio de bonos y ahora se dedica a la venta de inmuebles, pero a veces todavía se encuentra con alguna de esas calculadoras de bonos.

“Te trae memorias pero no de las dulces”.

Lee la historia original en inglés en BBC Capital

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