Sus usos son tantos, que no alcanzan los dedos de las manos para enumerarlos.
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Cómo la humilde vaselina se convirtió en un negocio multimillonario
La vaselina sirve para tratar la piel y labios resecos, para las picaduras, las quemaduras y, si la mezclas con azúcar, por ejemplo, puedes usarla también como exfoliante.
Se trata de un producto multipropósito que tiene más de un siglo de uso.
¿Pero te has preguntado alguna vez cuál es su origen y cómo pasó a ser un producto popular usado por millones de personas en todo el mundo?
Para curar heridas
Su origen se remonta a una plataforma petrolera en un campo de extracción en Titusville, Pensilvania, Estados Unidos.
En 1859, el químico Robert Chesebrough viajó hasta allí con la intención de estudiar qué clase de productos podrían hacerse a partir del petróleo que recientemente había sido descubierto en la zona.
Allí, el joven de 22 años observó que los trabajadores recogían una sustancia residual de los caños usados en la extracción de crudo.
Esta sustancia, de consistencia cerosa, ellos la utilizaban para cubrirse los cortes y quemaduras en la piel.
Chesebrough tomó muestras de este petróleo crudo en forma de gelatina y se las llevó a Brooklyn para refinarlo y perfeccionarlo, una tarea a la que le dedicó por lo menos una década.
Y, en 1870, abrió su primera fábrica.
Al producto refinado le dio el nombre por el que se le conoce hoy día: vaselina.
No es un nombre arbitrario: es una combinación de la palabra agua en alemán, wasser, y la palabra griega para aceite de oliva, ealioin.
Conejillo de indias
Comercializar un producto nuevo siempre conlleva sus dificultades.
Pero Chesebrough puso todo su empeño -y se transformó en conejillo de indias- para convencer al público de sus beneficios.
Viajó por todo el estado de Nueva York cargado con potes de vaselina, demostrando su eficacia sobre su propia piel: primero se provocaba quemaduras con ácido o directamente con fuego, y luego se untaba las heridas con su flamante invención para mostrar sus efectos cicatrizantes.
Para 1874, vendía unos 1.400 potes al día.
La popularidad del producto cruzó las aguas del océano: incluso la reina Victoria usaba vaselina para tratar su piel seca.
Y, reconociendo sus méritos, nombró a Chesebrough caballero en 1883.
El químico estaba tan convencido de los poderes de la vaselina, que reconoció haber consumido una cucharada de esta gelatina de petróleo al día.
Vivió hasta los 96 años.
Hoy día, se venden al año unos 470 millones de potes de su amado producto en todo el mundo.
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