Y también será un aniversario especial para el británico Ray Hartle.
Después de todo, el hecho de que él esté vivo tiene que ver con la evolución en el procedimiento iniciado en 1967 por el doctor Christiaan Barnard en el Hospital Groote Schuur, en Ciudad del Cabo.
Hartle recibió un trasplante de corazón en octubre de 2016 y parte del proceso de recuperación involucró lidiar con sentimientos encontrados.
“Mi vida fue salvada por el trabajo de Barnard, pero también tengo que lidiar con su polémico legado. El régimen de apartheid en Sudáfrica utilizó la obra de Barnard sin mucha resistencia de su parte”, dice el periodista a la BBC.
Hartle, de 55 años, creció con el apartheid. Y de haber sido clasificado dentro de los parámetros der el brutal régimen de segregación racial, habría sido considerado una persona “de color”. Él mismo se califica como un hombre negro.
BBC NEWS MUNDO
¿Hizo posible el apartheid en Sudáfrica el primer trasplante de corazón del mundo?
El 3 de diciembre, Sudáfrica celebrará el 50 aniversario del primer trasplante de humano a humano en el mundo.
El cardiólogo sudafricano Christiaan Barnard fue la primera persona en hacer un transplante de corazón en humanos. GETTY IMAGES
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El régimen racista que prevaleció en el país entre 1948 y 1991, se tradujo en restricciones en sitios para vivir, trabajos, escuelas e incluso el uso de algunas playas para personas negras.
Hasta 1985, los matrimonios interraciales estaban prohibidos.
Este año, Hartle ha publicado artículos y participado en charlas para fomentar un debate sobre el logro de Barnard.
Incluso se puso en contacto con la Universidad de Ciudad del Cabo, propietaria de Groote Schuur, para preguntar sobre sus planes para conmemorar el 50° aniversario.
“Barnard fue un cirujano brillante y su reconocimiento profesional no debe ser cuestionado. Sin embargo, su logro fue utilizado como propaganda para el apartheid. La universidad me dijo que no querían politizar el evento de celebración”.
Sacando ventaja
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El trasplante de Barnard fue un importante avance en la medicina y un triunfo no menos significativo para el país, ya que los médicos de EE.UU. eran los esperados para lograr el primer trasplante exitoso.
Contrariamente a los sudafricanos, profesionales como Norman Shumway fueron pioneros en técnicas y llevaron a cabo una extensa investigación, que incluyó sucesivos ensayos con perros, por ejemplo.
No obstante, Barnard le presentó al gobierno la posibilidad de recibir muy buena publicidad en un momento en el que el país enfrentaba un aluvión de críticas por violaciones de derechos humanos.
En el libro Every Second Counts: The Extraordinary Race to Transplant the First Human Heart, publicado en 2006, el escritor sudafricano Donald McRae señala que, pocos minutos después de haber sido informado de la operación, el entonces primer ministro John Vorster escribió un comunicado interno a su gabinete.
“Podemos vincular este momento en la historia clínica con una imagen positiva del país después de toda la propaganda dirigida contra nosotros en el mundo. Debemos felicitar y alentar al profesor Christiaan Barnard en todo momento”, escribió Vorster.
El primer ministro luego invitó al cirujano a una cena privada en la residencia oficial en Ciudad del Cabo. Más tarde, el apoyo se traduciría en fondos del gobierno para algunos de sus viajes a varios países.
Esto está respaldado con imágenes, por ejemplo, del Dr. Barnard junto al exembajador sudafricano ante Naciones Unidas, Pyk Botha, en una conferencia de prensa en el edificio de la ONU en Nueva York en los años 70.
El propio Barnard escribió en un libro de memorias publicado en 1993 que “(…) como otros, solo hice lo suficiente para calmar mi conciencia pero no lo suficiente como para causar problemas”.
“Siempre que pude, hablé en contra del apartheid, pero ¿qué hicimos realmente para provocar la caída del gobierno sudafricano?”, escribió.
Sin embargo, Marina Joubert, investigadora en Comunicación Científica de la Universidad de Stellenbosch, en Sudáfrica, y autora de estudios sobre la historia del primer trasplante de corazón, cree que es demasiado simple calificar a Barnard como una especie de “chico del poster” del régimen.
Cuidado segregado
Ella se refiere, por ejemplo, al hecho de que Barnard creció entre personas de raza mixta gracias al trabajo misionero de su padre.
De hecho, él y su hermano Marius fueron objeto de abuso por parte de otros niños blancos tras la insistencia de Adam Barnard en celebrar misas para las congregaciones blanca y negra.
Ambos hijos hablaron de ser testigos de momentos en los que adultos blancos se negaban a estrechar la mano de su padre.
“El hito médico de Barnard fue un golpe de propaganda y el gobierno aprovechó la oportunidad para mejorar la imagen de Sudáfrica en todo el mundo. Pero Barnard no siempre cumplió con sus expectativas y sus opiniones antiapartheid enfurecieron a los políticos”, dice Joubert.
“Por ejemplo, su insistencia en una sala de cuidados intensivos compartida para sus pacientes cardíacos blancos y negros provocó enfrentamientos con sus superiores en el hospital Groote Schuur”.
La académica explica que en 1967 las políticas de segregación racial del país se extendieron al sistema de salud.
Había salas y servicios hospitalarios separados, incluidas ambulancias, para pacientes blancos y negros. Los médicos y enfermeras de raza negra no podían atender a pacientes blancos.
Pero entonces ¿el apartheid ayudó a Barnard a ganar la carrera de trasplantes?
De acuerdo no solo con Hartle, el régimen posiblemente ayudó en su hazaña gracias a un sistema legal que protegió al cirujano de las consecuencias legales de un intento fallido.
Varias versiones sobre la historia del trasplante de corazón sugieren que los médicos estadounidenses estuvieron muy cerca de realizar la cirugía, pero se vieron obstaculizados por la posibilidad de enfrentar demandas legales costosas: tomar el corazón de alguien, por ejemplo, podía ser considerado asesinato.
“Las leyes en Sudáfrica eran mucho más laxas en lo que se refería a la definición de muerte”, dice Hartle.
En Every Second Counts, Don McRae describe cómo Barnard había abogado previamente por realizar la cirugía en pacientes negros con problemas cardíacos, pero fue obstaculizada por Val Schire, jefe de Cardiología de Groote Schuur, consciente de las inevitables acusaciones de experimentar con una mayoría ya perseguida.
Al final, el primer receptor de un corazón humano no fue para nada controvertido. Se trató de Louis Washkansky, un judío de 53 años nacido en Lituania.
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Lo mismo no puede decirse de la donante, Denise Darvall, de 25 años. Llegó al hospital después de un accidente de tráfico en Ciudad del Cabo y pronto le diagnosticaron muerte cerebral.
Cuando se le notificó la aparición de un donante, la primera pregunta de Barnard fue sobre su origen étnico. Schire también había dicho que bloquearía los intentos de trasplantar el corazón de una persona negra a una persona blanca, algo que él creía que podía llevar a todo tipo de demandas.
Después de 5 horas de cirugía, Washkansky recibió el corazón de Darvall. Sobrevivió por 18 días. Su sistema inmune fue debilitado por las drogas supresoras que se le administraron para reducir el rechazo del órgano. Simplemente no podía luchar contra una neumonía.
Pero Barnard había superado a todos sus colegas.
Tres días después, el cirujano estadounidense Adrian Kantrowitz, cuyo equipo había estado esperando la oportunidad de realizar la cirugía desde junio de 1966, probó el procedimiento en un bebé de 19 días. Sobrevivió por solo seis horas.
El 2 de enero, Barnard realizó su segundo trasplante. El paciente era el dentista blanco Phillip Blaiberg, que vivió durante 19 meses y 15 días.
Recibió el corazón de Clive Haupt, de 24 años, un hombre de color que colapsó en una playa de Ciudad del Cabo el día de Año Nuevo.
En ese momento, las donaciones de sangre interraciales estaban prohibidas por el apartheid y la paradoja no pasó desapercibida en la prensa mundial.
Preocupaciones
Una nueva biografía del doctor, Heartbreaker, que se publicará el 4 de diciembre en Sudáfrica, contiene una carta manuscrita de Barnard en la que condena con vehemencia la brecha salarial entre médicos blancos y negros.
En varias charlas, el doctor también criticó los efectos de la segregación en la salud pública.
La mayor evidencia de las opiniones de Barnard sobre el apartheid llegó en noviembre de 1972.
En un artículo en The New York Times, el médico fue citado por “creer firmemente en un cambio de gobierno en Sudáfrica” y anunció sus planes de postularse para el parlamento como miembro del Partido Unión, opositor al apartheid.
Raymond Hoffenberg, un compañero médico que también trabajaba en Groote Schuur, y quien firmó el certificado de defunción de Haupt, denunció en un artículo publicado en 2001 cómo el régimen segregacionista sudafricano había explotado el avance médico.
“Para el gobierno sudafricano, enfrentando grandes críticas y la amenaza del ostracismo por sus inhumanas políticas de apartheid, fue un regalo del cielo. Las cosas no podían haber sido tan malas en un país que produjo un primer puesto tan destacado en la medicina”, escribió Hoffenberg.
“Consternación”
Para entonces, Hoffenberg había pasado más de 30 años en el exilio en Reino Unido, después de verse obligado a abandonar Sudáfrica en 1968 debido a que el gobierno consideraba que su postura pública contra el apartheid era subversiva. Lo censuraron y le prohibieron trabajar en instituciones académicas.
Barnard nunca fue sometido al mismo tratamiento, pero hay suficiente evidencia de que tuvo una condena mediática en Sudáfrica. Los periódicos de su ciudad natal, Beaufort West, por ejemplo, declararon que “la ciudad lamentaba haber sido el lugar donde Bernard había nacido”.
Todo esto mantiene a Ray Hartle en un estado de inquietud. Y también expresa su consternación por cómo este país siendo un pionero ni siquiera está cerca de las naciones más importantes en número de trasplantes de corazón por año (solo realizó 14 en 2015, el año más reciente con estadísticas disponibles, mientras que EE.UU., por ejemplo, llevó a cabo 2,819 en el mismo año).
“Esto no debería ser solo una celebración, sino una oportunidad para debatir cuestiones más amplias, que incluyen cómo le estamos fallando a las personas que necesitan trasplantes”, dice.
Christian Barnard murió en septiembre de 2001, a los 79 años, durante unas vacaciones en Chipre. A pesar de que los informes iniciales dijeron que había sufrido un ataque al corazón, la autopsia mostró que su muerte fue por un asma grave.