No es fácil hablar por teléfono con Lee Gettler, por la muy mundana razón de que está ocupado cuidando a sus dos hijos pequeños. Entre los mamíferos eso lo hace extraordinario.
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Por qué entre mamíferos es tan raro ser un papá al estilo humano
Incluso entre los otros simios, nuestros parientes más cercanos, la mayoría de los papás no hacen mucho.
Muchos padres colaboran en la crianza de sus hijos, algo inusual entre otras especies de mamíferos. Getty Images
“Los padres humanos se involucran en formas de cuidado realmente costosas”, dice Gettler, antropólogo de la Universidad de Notre Dame, en Estados Unidos. En esto se diferencian de casi todos los demás mamíferos.
Los padres, y los progenitores en general, son el campo de estudio de Gettler. Él y otros han descubierto que el papel de los padres varía mucho de una cultura a otra, y que observar a otros padres animales puede darnos pistas útiles sobre nuestro pasado evolutivo.
Sin embargo, quedan muchos misterios sobre cómo los papás humanos desarrollaron su papel peculiar y altamente comprometido, incluidos los cambios hormonales que acompañan a la paternidad.
Una comprensión más profunda del rol y de por qué la paternidad es importante, tanto para los padres como para los hijos, podría beneficiar a familias de todo tipo.
“Si nos fijamos en otras especies de mamíferos, los padres tienden a no hacer nada más que proporcionar esperma“, dice Rebecca Sear, demógrafa evolutiva y antropóloga de la Escuela de Higiene y Medicina Tropical de Londres.
Las madres también se encargan de la cría en la mayoría de los otros animales que cuidan a sus hijos.
(Los peces son una excepción; la mayoría directamente no atiende a sus crías, pero los cuidadores suelen ser los papás. Y las parejas de aves son famosas por la crianza compartida).
Incluso entre los otros simios, nuestros parientes más cercanos, la mayoría de los papás no hacen mucho.
Eso significa que a las mamás les toca todo el trabajo y necesitan espaciar a sus bebés para asegurarse de que puedan cuidarlos.
Los chimpancés salvajes, por ejemplo, dan a luz cada cuatro o seis años. Los orangutanes esperan entre seis y ocho años entre las crías.
Los antepasados de los humanos, sin embargo, aplicaron una estrategia diferente. Las madres recibían ayuda de su comunidad y de sus familiares, incluidos los padres.
Esto las liberó lo suficiente como para tener más bebés, más seguido —aproximadamente cada tres años, en promedio, en las sociedades no industriales de hoy—.
Esa estrategia “es parte de la historia de éxito evolutivo de los humanos”, dice Gettler.
Algunas pistas sobre el origen de la paternidad devota provienen de nuestros parientes primates cercanos.
Stacy Rosenbaum, antropóloga biológica de la Universidad de Michigan, en EE.UU., estudia los gorilas de montaña salvajes en Ruanda.
Estos gorilas proporcionan pistas intrigantes sobre los orígenes de los papás simios, como argumentan Gettler y los coautores Rosenbaum y Adam Boyette en la “Revisión anual de antropología” de 2020.
Los de montaña son un tipo de gorila oriental. Se diferencian de los gorilas occidentales, una especie separada que se ve con más frecuencia en los zoológicos, en su hábitat y dieta.
Rosenbaum está más interesada en otra cosa que distingue a los gorilas de montaña: “Los pequeños pasan mucho tiempo con los machos”, dice.
Esos varones pueden ser o no sus papás. Los gorilas de montaña machos no parecen saber ni importarles qué crías son suyas. Pero casi todos los machos toleran la compañía de los jóvenes.
A diferencia de cualquier otro gran simio que se haya estudiado en la naturaleza, estos machos —gigantes, del doble del tamaño de las hembras, con enormes músculos y dientes—, son esencialmente niñeros.
Algunos recogen a los jóvenes, juegan con ellos e incluso duermen abrazados. Esta compañía masculina puede proteger a los gorilas muy jóvenes de los depredadores y evita que los machos intrusos los maten.
Otro beneficio importante podría ser social, especula Rosenbaum.
Los gorilas jóvenes que andan con un macho adulto pueden aprender habilidades sociales, como lo hacen los niños pequeños de sus compañeros en la guardería.
Además, la investigación ha demostrado que las relaciones entre los gorilas jóvenes y los machos adultos persisten a medida que crecen.
Otra sugerencia prometedora sobre cómo los gorilas machos benefician a los jóvenes de su grupo proviene de un artículo reciente sobre los jóvenes gorilas de montaña cuyas madres murieron.
Perder a sus madres no hizo que estos huérfanos fueran más propensos a morir, encontraron los investigadores. Tampoco experimentaron otros costos, como una espera más larga antes de tener sus propias crías.
Las relaciones de los huérfanos con otros miembros de su grupo, especialmente con los machos dominantes, parecían protegerlos de los efectos nocivos.
Los gorilas de montaña machos no son los únicos primates que se alían con los niños. Los macacos machos adultos también pasan tiempo con las crías. Y los machos de mandril forman “amistades” con las hembras y sus crías, que a menudo (pero no siempre) son sus propias crías.
Estos comportamientos no les cuestan casi nada a los primates machos. Por lo tanto, aunque los machos pueden aumentar la supervivencia de su propia descendencia, no es un gran problema si también pasan tiempo con algunos jóvenes que no son suyos.
Pero cuidar niños también puede beneficiar a los gorilas machos de otra manera: haciéndolos más atractivos.
“Una de nuestras especulaciones es que las hembras en realidad prefieren aparearse con machos que interactúan mucho con los niños”, dice Rosenbaum.
Ella descubrió que los gorilas machos que cuidan más niños en una etapa temprana de la vida llegan a engendrar muchos más hijos cuando son mayores.
Los macacos también parecen ser más atractivos para las hembras si han pasado más tiempo con los niños.
Los antropólogos solían asumir que el comportamiento paternal solo podía evolucionar en animales monógamos, dice Rosenbaum. Especies como los gorilas de montaña socavan esa suposición.
También muestran que, a pesar de lo que los científicos han pensado durante mucho tiempo, los animales machos no tienen que elegir entre gastar su energía en aparearse o en ser padres. Parece que cuidar de los niños puede ser una forma de conseguir pareja.
Estudios de papás y padrastros humanos han insinuado la misma idea. “Muchos hombres entablarán relaciones de buena gana con niños que saben que no son de ellos”, dice Kermyt Anderson, antropólogo biológico de la Universidad de Oklahoma, en EE.UU.
Esa inversión puede parecer paradójica desde una perspectiva evolutiva. Pero la investigación de Anderson sugiere que los hombres invierten en hijastros e incluso en sus propios hijos biológicos en parte como una inversión en su relación con la madre.
Cuando esa relación termina, los padres tienden a involucrarse menos.
Un padre humano que se preocupa por sus hijos o hijastros es diferente, por supuesto, de un simio o un mono que simplemente deja que los jóvenes anden con él.
Pero Gettler y Rosenbaum se preguntan si nuestros propios antepasados tenían hábitos similares a los gorilas de montaña o los macacos.
Bajo las presiones evolutivas que enfrentaron, estas tendencias amistosas hacia los niños podrían haberse convertido en una paternidad devota.
Hormonas de la paternidad
Algunas pistas sobre la historia evolutiva de la paternidad también están escritas en las moléculas del cuerpo de los hombres.
Gettler trabajó en un estudio a largo plazo de hombres en Filipinas, reuniendo datos biológicos de ellos cuando tenían poco más de 20 años y realizó un seguimiento cinco años después.
Él y sus colegas encontraron que los hombres con niveles más altos de testosterona en sus 20 años tenían más probabilidades de tener parejas e hijos más adelante, cuando los investigadores hicieron su seguimiento.
Pero esos nuevos papás ya no tenían niveles altos de testosterona; había disminuido drásticamente, especialmente si tenían un recién nacido en casa.
Una vez que el hijo menor de ese hombre era un niño pequeño, su testosterona comenzó a subir lentamente.
La testosterona está relacionada con el apareamiento y el comportamiento competitivo en los animales machos. Suprimirlo podría ser la forma en que la naturaleza prepara a los padres para cooperar con sus parejas y cuidar a los niños, dicen los investigadores.
Aunque los padres cariñosos son inusuales entre los mamíferos y la mayoría de los otros animales, hay muchos entre las aves, y esos padres aves también experimentan caídas de testosterona.
La prolactina es otra hormona relacionada con el comportamiento paterno en las aves (en este caso, los papás más cariñosos tienen niveles más altos) y algunos estudios han apuntado a un efecto similar en los humanos.
Aunque solo somos parientes lejanos con las aves, es posible que la evolución haya utilizado los mismos mecanismos para fomentar el comportamiento paterno en ambos animales.
Comprender mejor esos mecanismos podría ayudarnos a aprender cómo evolucionó la paternidad.
“Si entendemos las vías fisiológicas que sustentan el cuidado en esas otras especies, podemos ver si las mismas señales ocurren en los padres humanos”, dice Gettler.
Está claro que los padres humanos son inusuales en la atención que prestan a sus hijos. “Sin embargo, también está claro que la paternidad en los seres humanos es bastante variable”, dice Sear. No todos los papás son cariñosos, o siquiera presentes.
Pero eso no necesariamente afecta la supervivencia básica. En un artículo de 2008, Sear y su colrga Ruth Mace se preguntaron si los niños con padres ausentes tienen más probabilidades de morir.
Revisaron datos sobre la supervivencia infantil de 43 estudios de poblaciones de todo el mundo, en su mayoría personas sin acceso a la atención médica moderna.
Descubrieron que en un tercio de los estudios que analizaron a los padres, los niños tenían más probabilidades de sobrevivir a la infancia cuando su padre estaba presente.
Pero en los otros dos tercios, a los niños sin padre les fue igual de bien. (Por el contrario, todos los estudios de niños sin madres encontraron que tenían menos probabilidades de sobrevivir).
“Eso no es lo que esperaría ver si los padres son realmente vitales para que los niños prosperen”, dice Sear.
Más bien, sospecha que lo vital son los trabajos que realizan los padres. Cuando falta un padre, otros miembros de la familia o la comunidad pueden reemplazarlo.
“Puede ser que el papel de padre sea importante, pero es sustituible por otros miembros del grupo social”, dice.
¿Qué función cumplen los papás?
Históricamente, dice Gettler, los antropólogos creían que el rol de la paternidad era sobre todo el de “proveer”: ganarse el pan, literalmente.
En algunas comunidades recolectoras, los cazadores más exitosos también engendran más hijos. Pero Gettler espera ayudar a ampliar la definición de padre.
Las investigaciones han demostrado que los padres pueden tener un papel importante en el cuidado directo de sus hijos y, por ejemplo, en la enseñanza del lenguaje y las habilidades sociales de los niños.
Los padres también pueden ayudar a sus hijos cultivando relaciones en sus comunidades, dice Gettler. Cuando se trata de supervivencia, “armar redes es fundamental”.
El trabajo de un padre también varía culturalmente. Por ejemplo, en la República del Congo, Gettler trabaja con dos comunidades vecinas.
Los bondongo son pescadores y agricultores: valoran a los padres que se arriesgan para obtener alimentos para sus propias familias. Sus vecinos, los bayaka, son recolectores que valoran a los padres que comparten sus recursos fuera de sus familias.
“En Occidente tenemos esta idealización de la familia nuclear“, dice Sear: una pareja heterosexual autosuficiente en la que papá hace todo el aprovisionamiento y mamá todo el cuidado de los niños.
Pero en el resto del mundo, dice, las familias como esta son muy inusuales. Los padres biológicos de un niño pueden no vivir juntos exclusivamente, de por vida o en absoluto, escribe Sear en un artículo reciente.
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El cuidado de los niños y su comida pueden provenir de cualquiera de los padres, o de ninguno.
Entre los himba de Namibia, por ejemplo, los niños suelen ser acogidos por familias extensas.
“Posiblemente, la característica clave que define a nuestra especie es nuestra flexibilidad de comportamiento“, dice Sear.
Asumir que ciertos roles son “naturales” para los padres o las madres puede hacer que los padres se sientan aislados y estresados, escribe la experta.
Sear espera que la investigación pueda ampliar nuestra comprensión sobre la función de los papás y qué es una familia humana.
Eso podría ayudar a las sociedades a apoyar mejor a las familias de todo tipo, ya sea que tengan papás como Gettler, que están ocupados persiguiendo a los niños, o papás que están pescando o que sean familias sin papás.
“Creo que debemos adoptar una visión menos moralizante de la familia humana y los tipos de estructuras familiares en las que los niños pueden prosperar, para mejorar la salud de las madres, los padres y los niños”, dice Sear.
* Este artículo apareció originalmente en la revista Knowable Magazine y ha sido republicado bajo una licencia de Creative Commons.