Y este fenómeno explica en parte por qué se siguen alargando los días en la Tierra.
BBC NEWS MUNDO
Por qué los días en la Tierra duraban 18 horas (y se siguen alargando)
La Luna se está alejando de nosotros.
Los cambios en la distancia de la Luna han venido afectando durante millones de años cómo la Tierra gira sobre su eje. La imagen muestra en su orientación original la foto célebre tomada por William Anders, uno de los astronautas de la misión Apolo 8 en 1968. NASA
Hace 1.400 millones de años, los días terrestres duraban poco más de 18 horas, según un nuevo estudio que reconstruye la historia de la relación entre la Luna y la Tierra.
Los cambios en la distancia de la Luna han venido afectando durante millones de años cómo la Tierra gira sobre su eje.
“A medida que la Luna se aleja, la Tierra es como una patinadora giratoria que reduce la velocidad al estirar los brazos”, señaló el investigador Stephen Meyers, profesor de Geociencia de la Universidad de Winsconsin-Madison y coautor del estudio publicado en la revista de la Academia de Ciencias de Estados Unidos, Proceedings of the National Academy of Sciences o PNAS.
¿Cómo lograron los científicos reconstruir la relación entre la Tierra y la Luna a lo largo de 1.400 millones de años?
“Descifrar el pasado más lejano”
El movimiento de la Tierra está influido por otros cuerpos astronómicos que ejercen fuerza sobre él, como otros planetas y la Luna. Esto determina variaciones en el movimiento sobre su eje y la órbita de la Tierra alrededor del Sol.
Estas variaciones se conocen colectivamente como los ciclos de Milankovitch y determinan ritmos climáticos en la Tierra que pueden ser observados en rocas.
Meyers y sus colegas usaron un método estadístico denominado astrocronología, que permite vincular la teoría astronómica con la información geológica, reconstruir la historia del Sistema Solar y descifrar cambios climáticos registrados en rocas en la Tierra.
“Una de nuestras ambiciones era utilizar la astrocronología para descifrar el pasado más lejano, para desarrollar escalas de tiempo geológicas muy antiguas”, afirmó Meyers en un comunicado.
“Queremos estudiar rocas que tienen miles de millones de años de una manera comparable a la forma en que analizamos procesos geológicos modernos”.
“¡Yo sé como hacer esto!”
El Sistema Solar tiene muchos componentes en movimiento y variaciones pequeñas pueden propagarse en grandes cambios a lo largo de millones de años, algo que se conoce como el “caos del sistema solar”.
Meyers descifró claves de ese caos estudiando rocas de una formación de 90 millones de años, pero los cálculos para épocas anteriores no eran confiables.
Por ejemplo, la Luna se está alejando de la Tierra a una razón de 3,82 cm por año. Extrapolando este índice hacia el pasado. en algún momento, la Luna habría estado tan cerca de la Tierra que por interacciones gravitacionales el satélite no habría sobrevivido.
Sin embargo se sabe que la Luna tiene 4.500 millones de años.
Meyeres buscaba un método para investigar el pasado profundo y mencionó esto en una charla que dio en el Observatorio Lamont Doherty en la Universidad de Columbia.
En la audiencia estaba uno de los profesores de la universidad, Alberto Malinverno.
“Yo estaba sentado allí y me dije, '¡yo sé como hacer esto!'. De alguna forma, uno siempre sueña con este momento. Yo era una solución esperando por un problema“, relató Malinverno.
“Ritmo pulsante”
Meyers se unió a Malinverno, quien había desarrollado un método estadístico llamado TimeOpt.
Los investigadores corroboraron su método luego en dos capas estratigráficas de rocas de la formación Xiamaling, de 1.400 millones de años, en el norte de China, y en registros de 55 millones de años de un sitio llamado Walvis Ridge en el Océano Atlántico sur.
De esta forma lograron evaluar las variaciones de registros geológicos en la dirección del eje de rotación de la Tierra y en la forma de su órbita, en un tiempo más reciente y en otro más antiguo.
“El registro geológico es un observatorio astronómico del Sistema Solar temprano“, señaló Meyers en un comunicado.
“Estamos observando su ritmo pulsante, preservado en la roca y en la historia de la vida”.