El metal que colgará de sus cuellos provendrá de celulares utilizados por millones de japoneses, como parte del programa del país anfitrión para usar solo materiales reciclados en el proceso de fabricación.
BBC NEWS MUNDO
Por qué tu celular es (literalmente) una mina de oro
Para los campeones de los Juegos Olímpicos y Paralímpicos de Tokio, en 2020, los recuerdos almacenados en sus medallas no solo serán los suyos.
El comité organizador de los juegos tiene como objetivo producir sus 5.000 medallas con oro, plata y bronce a partir de los metales recuperados de desechos electrónicos.
Todos esos recuerdos una vez guardados en teléfonos inteligentes y otros dispositivos personales tomarán la forma brillante y redonda de una medalla olímpica, uno de los premios más codiciados en el deporte.
Que todos”participen” en los Juegos
Los desechos electrónicos —los productos desechados con una batería o un enchufe— son el área de mayor crecimiento del flujo de desechos domésticos en el mundo, y también son altamente tóxicos.
Pero tademás se consideran una “mina urbana”, una veta de oro oculta a simple vista, ya que los dispositivos electrónicos contienen metales valiosos que pueden ser rescatados.
El comité organizador de Tokio 2020 vio esta oportunidad e invitó a los ciudadanos a donar sus móviles y otros dispositivos en desuso.
De esta manera, los hogares pueden desechar sus dispositivos electrónicos obsoletos u olvidados de manera segura, mientras los fabricantes de medallas obtienen un suministro constante de recursos.
Desde el lanzamiento del proyecto, en abril, los organizadores han recuperado 16,5 kilogramos de oro (con un objetivo de 30,3 kilogramos) y 1.800 kilogramos de plata (en base a un objetivo de 4.100 kilogramos).
El objetivo para el bronce, 2.700 kilogramos, ya se ha alcanzado.
“Esta iniciativa representa una oportunidad para que personas de todo el país participen en los Juegos de Tokio 2020”, dijo a la BBC Future Masa Takaya, portavoz de Tokio 2020.
El proyecto también captura la esperanza en nuestra lucha contra los residuos electrónicos. Nuestra adicción a la electrónica corre el riesgo de ahogar a nuestras sociedades en aparatos desechados.
Según datos de la ONU, el mundo generó 44,7 millones de toneladas de desechos electrónicos en 2016, una cifra que crece entre un 3% y un 4% anualmente.
Si cargamos toda esa basura en camiones de 40 toneladas, podríamos llenar alrededor de 1,23 millones de ellos, lo suficiente para llenar una calle de dos carriles entre París y Singapur.
Para 2021, esa cifra podría ser de más de 52 millones de toneladas.
Una oportunidad de negocio
La mayoría de estos residuos nunca llegan a los centros de recolección, ni en Japón ni en ningún otro lugar.
Un informe de la ONU estima que solo el 20% de los productos electrónicos desechados se recicla.
El resto se desecha en vertederos o se queda olvidado en nuestros cajones.
Esto no solo carece de sentido desde un punto de vista ecológico, ya que los materiales tóxicos que se encuentran en los dispositivos electrónicos contaminan nuestro suelo y agua si no se tratan adecuadamente, sino que son una oportunidad desaprovechada para países con pocas minas propias.
“Japón es un país con pocos recursos y no tiene otra oportunidad de recuperar recursos valiosos y escasos si no es aprovechando sus desechos”, dice Ruediger Kuehr, un experto en desechos electrónicos de la Universidad de las Naciones Unidas y coautor del informe de la ONU.
En algunas ocasiones, el valor de una tonelada de materiales extraídos de la minería urbana es 100 veces mayor que la misma tonelada de la extracción tradicional de minerales, dice Maria Holuszko, profesora asistente en la Universidad de British Columbia (UBC).
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Si bien es posible obtener tres o cuatro gramos de oro por cada tonelada de mineral extraída de una mina, una tonelada de teléfonos móviles puede proporcionar hasta 350 gramos. Esto significa menos extracción de metales de las minas.
Holuszko estima que la minería urbana podría cubrir entre el 25% y el 30% de la demanda mundial de oro.
“Las estadísticas demuestran que aquí existe una oportunidad de negocio”, dice Holuszko, cofundador del Centro de Innovación de Minería Urbana de UBC.
Los japoneses contribuyen
Esta no es la primera vez que las medallas olímpicas contendrán materiales reciclados.
Casi el 30% de la plata utilizada para los Juegos de Rio 2016 provino de espejos reciclados, desechos de soldaduras y placas de rayos X.
El 40% del cobre usado en sus medallas de bronce provino también de residuos recuperados.
Los Juegos Olímpicos de Invierno de Vancouver 2010 usaron simbólicamente alrededor del 1,5% de los metales provenientes del reciclaje, aunque provenían de una mina urbana en Bélgica.
El esfuerzo de Tokio 2020 es único en dos aspectos. Su objetivo es obtener el 100% de los metales a partir de material reciclado y solo se limita a los residuos electrónicos de hogares japoneses.
Incluso con estas limitaciones, el proyecto ha despegado.
Hasta junio de 2018, los talleres de telecomunicaciones habían recolectado 4,32 millones de teléfonos móviles donados por el público, mientras que las autoridades municipales recibieron alrededor de 34.000 toneladas de pequeños dispositivos electrónicos.
“Traje cinco teléfonos viejos que no estaba usando”, dice una anciana japonesa en un video producido por el Ministerio de Asuntos Exteriores de Japón. “Es bueno sentir que soy parte de los Juegos”.
Por cada 35 o 40 teléfonos móviles, es posible salvar alrededor de un gramo de oro, que es una sexta parte de los seis gramos que el Comité Olímpico Internacional quiere para cada una de las medallas doradas.
Rentar la tecnología
Los productos electrónicos recolectados hasta ahora representan menos del 3% de la producción anual de desechos electrónicos de Japón, que la ONU estima en alrededor de dos millones de toneladas.
Otro tema a considerar es el destino de la “parte no metálica”, que comprende prácticamente todo lo que va más allá del atractivo par de gramos de oro, paladio u otros metales valiosos en cada dispositivo.
“Si solo recuperamos los metales y tiramos el resto a un relleno sanitario, podemos causar mucha contaminación”, dice Holuszko, cuyo trabajo en UBC se centra parcialmente en encontrar una manera de reciclar por completo un teléfono inteligente.
El comité organizador de Tokio 2020 solo recibe oro, plata y bronce (una aleación metálica de cobre y zinc) de sus socios de reciclaje, por lo que el destino de las partes no metálicas no está claro ni siquiera para ellos.
Interrogantes como esta se acumulan cuando imaginamos cómo será el futuro en nuestras sociedades cada vez más dependientes de la tecnología.
Kuehr estima que la producción mundial de desechos electrónicos podría duplicarse fácilmente hasta las 80 millones de toneladas en unas pocas décadas.
Debemos cambiar la forma en que entendemos la electrónica, dice. Una salida es dejar de comprar y poseer dispositivos. No se trata de convertirnos en ermitaños analógicos sino en nómadas digitales.
“En lugar de comprar el teléfono en sí, ¿por qué no consideramos comprar los servicios que brindan?”, cuestiona.
Este sistema se asemejaría mucho a la renta, con la gran diferencia de que nunca serías dueño del producto.
Por ejemplo, Apple o Samsung proporcionarían un servicio de “comunicaciones móviles” y los clientes pagarían por eso.
Si un dispositivo se rompe, las compañías garantizarían un reemplazo mientras lo reparan. Cuando los dispositivos finalmente lleguen al final de su vida útil, las empresas podrían, idealmente, devolver sus materiales al proceso de producción.
Hay docenas de desafíos que deben superarse, pero también alrededor de 80 millones de toneladas de desechos que exigen una solución ambiciosa.
Tal vez el cambio podría comenzar en el mismo Japón, hogar de gigantes electrónicos como Hitachi, Mitsubishi, Panasonic y Sony, dice Kuehr, quien estudió su postdoctorado en Tokio.
Sin embargo, esa es una ambición que va más allá del alcance del Proyecto de Medallas de Tokio 2020 y que probablemente requiera una estrategia internacional sólida.
Por ahora, 5.000 medallas hechas con metales reciclados parecen ser un buen lugar para empezar.
“Estoy muy contento de ver que Japón está proporcionando pruebas de que la minería urbana es viable”, dice Holuszko de UBC.