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Tres consejos para los padres de niños quisquillosos a la hora de comer

Puede ser un momento de frustración y hasta desesperación.

La Clínica de Niños Quisquillosos para Comer, en el Hospital de Filadelfia, entrenó a los propios padres a ser terapeutas de sus hijos. (Foto Prensa Libre: Getty Images)

La Clínica de Niños Quisquillosos para Comer, en el Hospital de Filadelfia, entrenó a los propios padres a ser terapeutas de sus hijos. (Foto Prensa Libre: Getty Images)

Quieres que tu niño o niña se alimente bien, tratas todos los trucos y persuasiones posibles, pero no hay caso.

No quieren probar ni un trocito de esa verdura, fruta o alimento que has preparado.

¿Qué más puedes hacer?

Investigadores del Hospital de Niños de Filadelfia y de la Universidad de Pensilvania en Estados Unidos aseguran tener una respuesta a esa pregunta.

Ambos centros realizaron un estudio en el que los propios padres fueron entrenados para convertirse en “terapeutas” de sus niños. Y los resultados, según aseguran los investigadores, “cambiaron la vida de las familias”.

El estudio se centró en poco más de 20 familias y en casos extremos, pero los investigadores afirman que las técnicas usadas son aplicables a una gran variedad de casos de niños que se niegan a probar o comer alimentos nuevos.

El estudio tuvo lugar en la Clínica de Niños Quisquillosos para Comer (Picky Eaters Clinic) en el Hospital de Filadelfia y fue dirigido por la psicóloga clínica Katherine Dahlsgaard.

La experta compartió con BBC Mundo tres consejos que los padres pueden seguir para ayudar a sus niños a aceptar nuevos alimentos.

Qué es un “niño quisquilloso”

Comencemos por una definición: ¿cuándo se considera a un niño “quisquilloso para comer”?

Eso es subjetivo. Muchos niños pasan por fases normales en su desarrollo cuando son muy pequeños, con uno o dos o tres años, antes de ir a la escuela, en que son más quisquillosos e incluso neófobos, es decir, resistentes a probar algo nuevo”, explicó Dahlsgaard.

Katherine Dahlsgaard
(Foto Prensa Libre: Gentileza Katherine Dahlsgaard)
Gentileza Katherine Dahlsgaard
Katherine Dahlsgaard: “Yo les enseño a los padres a que se den a si mismos el permiso de fijar expectativas claras”.

“No llamaría a estos niños quisquillosos y alentaría a los padres a continuar ofreciéndoles alimentos nuevos. Puede tomar hasta 15 veces o más intentos antes de que un niño acepte algo nuevo”.

Dahlsgaard señaló que un “verdadero quisquilloso” es típicamente un niño mayor, ya en el jardín o la escuela, que es muy inflexible con la comida, que se niega rotundamente a probar algo y hasta se muestra afligido si los padres insisten.

Los niños quisquillosos suelen ser niños que comen snacks o meriendas todo el tiempo y cuando se sientan a la mesa no tienen mucha hambre, agregó la experta.

“Yo trabajo con padres para enseñarles que no deben sentirse culpables si no le permiten a sus hijos comer snacks antes del almuerzo o la cena”.

La psicóloga señaló que los niños quisquillosos y sus padres pueden ser blanco de todo tipo de comentarios negativos.

A los niños les llaman tercos o malcriados o mimados y todo el mundo se siente con derecho a dar consejos que no ayudan como: ‘¡Oblígalo a que coma!'”

“Pero muchos de los niños quisquillosos tienen hermanos que comen normalmente. Los padres son los mismos, así que culpar a los padres es injusto y no ayuda”, agregó

“Y también sabemos que en algunos casos puede haber un componente genético que influye en la sensibilidad a cosas que te dan asco”.

Niña probando arándonos
(Foto Prensa Libre: Getty Images)
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Cambiar comportamientos lleva tiempo, pero eventualmente las pequeñas victorias llevan a victorias mayores, señaló Dahlsgaard.

Sea como sea el caso, Dahslgaard tiene tres recomendaciones principales para los padres de niños quisquillosos con la comida.

1. Establecer expectativas claras

Esto significa, por ejemplo, decir a un niño: “Probarás y tragarás tres pedacitos de una comida nueva o no preferida” durante la cena o almuerzo, o en una hora predeterminada de merienda.

“Yo les enseño a los padres a que se den a sí mismos el permiso de fijar esas expectativas claras. Algunos padres creen que si lo hacen, sus hijos sufrirán o acabarán con algún desorden alimenticio. Pero muchas investigaciones muestran que eso no es cierto”, afirmó Dahlsgaard.

“Yo les recuerdo a los padres que ellos insisten todo el tiempo a sus hijos que hagan cosas que no quieren, como por ejemplo, que se cepillen los dientes, que vayan a la cama, que acepten ser vacunados, y eso es considerado ser buenos padres”.

2. No tener miedo de ofrecer recompensas

Para Dahlsgaard no hay nada de malo en dar recompensas a los niños cuando cumplen la expectativa fijada. Y ofrecer comentarios positivos cuando lo hacen.

“Y si tu hijo no cumple con la expectativa, no tengas miedo de no dar una recompensa. Estas mostrándole que puede tener confianza en que tú cumples tu palabra”.

Niño mirando una tablet
(Foto Prensa Libre: Getty Images)
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En el estudio, si los niños no cumplían con la expectativa de probar algo nuevo “era su propia opción y simplemente no tenían tiempo de pantalla esa noche”.

Dahlsgaard relató que la recompensa más popular suele ser “tiempo de pantalla”, es decir, ver algo en la televisión o una tableta.

En el estudio, si los niños no cumplían con la expectativa de probar algo “era su propia opción y simplemente no tenían tiempo de pantalla esa noche“.

De acuerdo a la experta, los niños aprendieron muy pronto que sus padres cumplirían su palabra.

3. Ignorar los gestos de asco

Cambiar comportamientos lleva tiempo, pero eventualmente las pequeñas victorias llevan a victorias mayores, señaló Dahlsgaard.

“En nuestras sesiones hacemos mucho juego de roles. Fingimos situaciones para que los padres aprendan a mantenerse calmados y optimistas aún cuando sus niños lloran, gritan o salen corriendo de la mesa”.

“Los padres en ese caso simplemente dicen, ‘está bien, sé que lo harás mañana'”.

Niña con expresión triste frente a un plato de comida
(Foto Prensa Libre: Getty Images)
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“En nuestras sesiones hacemos mucho juego de roles. Fingimos situaciones para que los padres aprendan a mantenerse calmados y optimistas”.

“En la Clínica de los Niños Quisquillosos para Comer entrené a los padres a mostrar una actitud neutral ante las expresiones de asco. Esas reacciones suelen ser una respuesta natural a probar algo nuevo, pero desaparecen cuando el alimento se vuelve familiar”.

En el estudio, los padres asisten a sesiones de grupo en que se apoyan entre sí.

“Los padres aplaudieron por ejemplo a una mamá y papá cuyo niño armó un escándalo porque no quería probar un trocito de aguacate o palta. Ellos se mantuvieron calmos y, al otro día, el niño lo comió”.

El desafío de la flexibilidad

Otra técnica útil según Dahlsgaard es introducir variedad, comenzando por las comidas favoritas.

Por ejemplo, si a un niño le gusta comer tostadas, sus padres pueden cortarlas en filas largas en lugar de cuadraditos.

Sánduich con ojos y orejas de verdura
(Foto Prensa Libre: Getty Images)
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Otra técnica útil es presentar los alimentos familiares en formas novedosas para introducir variedad.

“A esta opción le llamamos el ‘desafío de la flexibilidad’, es decir, presentar una comida que les gusta pero de una forma novedosa“.

¿Y qué consejo daría Dahlsgaard a los padres de niños que prefieren ir a la cama con hambre antes que probar una verdura nueva?

“Yo sugeriría a los padres que expongan al niño a muchas más verduras, en el desayuno, almuerzo, cena, merienda”, dijo.

“También que dibujen en un papel una tabla en la que el niño pueda ver que gana estrellitas cada vez que come algo nuevo”, continuó.

“¡Y que tengan muuucha paciencia!”.