Lo que más cautivó al publico no fue la tragedia, sino el hecho de que Kuwabara era un “wakaresaseya”, un profesional que había sido contratado por el esposo de Isohata para acabar con el matrimonio.
BBC NEWS MUNDO
Wakaresaseya, los saboteadores que puedes contratar para terminar tu relación de pareja
En 2010, Takeshi Kuwabara fue condenado por el asesinato de su amante, Rie Isohata.
html5-dom-document-internal-entity1-quot-endEs mucho más probable que tu esposa acceda a un divorcio si está enamorada de otra personahtml5-dom-document-internal-entity1-quot-end, afirmó Stephanie Scott..
Kuwabara, quien también estaba casado y tenía hijos, se las ingenió para conocer a Isohata en un supermercado. El hombre entabló una conversación casual con la mujer y aseguró ser un ingeniero en computación.
Con el tiempo, ambos comenzaron una relación amorosa que acabó siendo más genuina de lo que el agente esperaba.
Otro agente colega de Kuwabara fotografió a la pareja en un motel, y el esposo de Isohata usó las imágenes como evidencia en un juicio de divorcio. Ese tipo de prueba es requerida en Japón si el divorcio es disputado.
Cuando Isohata se enteró del engaño quiso acabar la relación con Kuwabara, pero éste se negó a dejarla marchar y acabó estrangulándola con un trozo de cuerda. Al año siguiente, fue condenado a 15 años de prisión.
Luego del asesinato de Isohata la industria de los wakaresaseya fue reformada. Se introdujo, por ejemplo, el requisito de que todas las agencias de detectives privados obtuvieran licencias.
Yusuke Mochizuki, profesional de una de esas agencias, señaló que también se limitaron los anuncios en internet de los servicios de wakerasaseyas y aumentó la desconfianza del público hacia ese sector.
Pero una década después del asesinato de Rie Isohata la publicidad en internet ha regresado y el negocio de los wakerasaseyas está floreciendo.
El atractivo de los wakaresaseya
Esta industria ofrece servicios a un nicho de mercado. Un estudio reveló que cerca de 270 agencias de wakaresaseyas publican anuncios digitales. Muchas de esas agencias forman parte de compañías más grandes de detectives privados.
“Los servicios de un wakaresaseya cuestan bastante dinero,” señaló Mochizuki, y por ello los clientes suelen tener una buena situación financiera.
Mochizuki es un exmúsico que decidió transformar su interés de muchos años en la investigación privada en una profesión.
Este agente afirmó que cobra cerca de 400.000 yenes (unos US$3.900) por un trabajo “sin complicaciones”, en el que hay mucha información disponible sobre su víctima. Si la persona es ermitaña el precio es mayor.
Los honorarios pueden alcanzar los 20 millones de yenes (unos US$190.000) si el cliente es un político o una celebridad y se requiere un alto grado de discreción. (Mochizuki asegura que su empresa es exitosa, pero una consultoría que se especializa en esta industria advierte a los potenciales clientes de que deben ser escépticos y estar preparados para un posible fracaso).
La escritora británica Stephanie Scott, quien vive en Londres, se basó en el caso de Isohata para su nueva novela “Lo que quede de mí es tuyo” (What’s Left of Me Is Yours). Scott investigó tan a fondo el caso que acabó siendo invitada a integrar la Asociación Jurídica Anglo Nipona.
La escritora asegura que contratar un wakaresaseya “ayuda a evitar una confrontación. Es una forma de resolver en el corto plazo y sin conflicto situaciones difíciles“.
“Y es mucho más probable que tu esposa acceda a un divorcio si está enamorada de otra persona”.
Pero la mayoría de los clientes de Mochizuki no son personas casadas que quieren divorciarse. Por el contrario, los clientes suelen ser esposos o esposas que quieren salvar su matrimonio y buscan acabar con la relación extramarital de su cónyuge.
La dinámica de estos casos es complicada, por lo que Mochizuki la explica con un ejemplo.
Supongamos que una mujer llamada Aya sospecha que su esposo Bungo tiene una amante. Aya contrata entonces los servicios de un wakaresaseya llamado Chikahide.
A continuación Chikahide comienza a investigar, examinando cualquier material que Aya le haya dado sobre su marido. También estudiará la rutina diaria de Bungo y su perfil e interacciones en internet.
Bungo es oriundo de la ciudad de Kagoshima y acude fielmente al gimnasio. Chikahide envía entonces a otro agente hombre llamado Daisuke, con un acento típico de Kagoshima, para que establezca contacto con Bungo.
Daisuke comienza a ir al mismo gimnasio que Bungo y entabla una conversación con él. Como ya tiene mucha información sobre Bungo es fácil hablar de temas que le interesan y pronto ambos se hacen amigos. Al poco tiempo Bungo le cuenta que a pesar de estar casado tiene una novia llamada Emi.
Daisuke hace entrar en escena entonces a una agente mujer, Fumika, para que se haga amiga de Emi.
Un tiempo después, Fumika invita a Emi a una cena en la que hay varios agentes hombres, incluyendo uno llamado Goro.
Fumika ya informó a Goro sobre todos los intereses de Emi para que pueda conquistarla. Goro seduce a Emi (aunque Mochizuki advierte que los agentes no tienen relaciones sexuales con sus “blancos” para evitar infringir la ley sobre prostitución).
Emi está ahora enamorada de Goro y pone fin a su relación con Bungo. El caso es un “éxito”.
Al poco tiempo Goro se las arregla para salir de la vida de Emi y jamás revela que era un agente.
Todo el operativo requirió la participación de cuatro agentes y llevó unos cuatro meses.
“Tienes que conocer bien las leyes japonesas”, aseguró Mochizuki.
Entender las normas legales relacionadas con el matrimonio y el divorcio es fundamental para saber qué límites no deben cruzarse (por ejemplo, hacer amenazas).
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El mercado de las relaciones
Si bien algunas características de la industria de los wakaresaseya son exclusivas de Japón, Scott asegura que se ofrecen servicios similares en otras partes del mundo, tal vez en el marco de las agencias de detectives privados.
La escritora advierte que “en Occidente es frecuente ver en forma sensacionalista esta industria”.
“Todo lo que ocurre en Japón suele verse como algo exótico“.
Es difícil comprender a fondo el impacto de la industria de los wakaresaseya, porque “las personas, especialmente las víctimas, no quieren que las asocien con esta actividad”.
La productora de TV y radio japonesa Mai Nishiyama afirma que “hay un mercado para todo en Japón”.
Se puede, por ejemplo, “alquilar familiares” para un evento o contratar agencias de wakaresaseya para ayudar en una reconciliación, o para que tu hijo o hija dejen a una pareja que no te parece adecuada.
También es posible contratar agentes para obtener evidencia que permita a un cónyuge cobrar “dinero de consuelo”, una compensación monetaria por la disolución de un vínculo matrimonial.
Si bien el buró de abogados Yamagami International Law Office no ha trabajado con wakaresaseyas, uno de sus integrantes, Shogo Yamagami, señaló que algunos clientes contratan personalmente detectives privados para obtener pruebas de adulterio.
El sistema de “pagos consuelo” significa que contratar los servicios de un wakaresaseya puede tener beneficios no solo emocionales, sino monetarios.
La mera existencia de la industria de los wakaresaseya indica que el dinero y el engaño están más presentes en la trama de las relaciones humanas de lo que muchos reconocen.
Es poco probable que las leyes de divorcio o la aversión a encarar relaciones difíciles cambie radicalmente a corto plazo, por lo que se seguirán requiriendo servicios de profesionales como Mochizuki.
“Es un trabajo muy interesante”, asegura.
El agente siente que su labor le ha dado un gran entendimiento sobre cómo la gente exagera, miente, habla o interpreta las cosas.
“Es muy interesante ver de qué están hechas las personas”.