¡Bendito país! ¡Bendita ciudad! ¡Bendito taxi!! ¡Estuve justo en el lugar indicado!, exclamaba eufórico Wilfrido Vargas después de grabar “El africano”.
BBC NEWS MUNDO
“¿Y si te dijera que la depresión también tiene su encanto?”: Wilfrido Vargas habla sobre una condición que lo ha perseguido toda su vida.
"Soy ansioso, soy desubicado, soy depresivo", reconoce Vargas. Pero "aún así he logrado construir y manejar una carrera musical digna, llena de logros". (Wilfrido Vargas).
Había escuchado sus primeras líneas en un taxi: que el negro estaba rabioso, que se lo dijera a su papá, que ella se acostaba tranquila pero ese negro majadero, la destapaba.
A esas alturas, el músico ya estaba alerta. Sin embargo, cuando escuchó la gran pregunta de la canción: ¿mami qué será lo que quiere el negro?, supo que tenía algo entre manos: uno de los grandes himnos bailables de las fiestas latinoamericanas de los 80.
El éxito se repitió también con “La abusadora”, pero para ese lanzamiento, la euforia estaba lejos, no pudo siquiera posar para la foto de la carátula del disco. Estaba en el suelo, con depresión.
Así lo relata en su autobiografía. “Me volviste loco, Wilfrido”, en la que habla abiertamente de sus serios trastornos del ánimo, que lo han marcado desde su infancia: “El escalofrío, los temblores, la fiebre, la bipolaridad, el pánico, la depresión -palabras que vine a conocer muchísimo tiempo después- hacían de mi un chico distinto al resto.”
Wilfrido Vargas (Santo Domingo, 1949), está en Hay Cartagena con su música y su historia de gozadera, pero también de terapias y medicamentos. “Soy ansioso, soy desubicado, soy depresivo. Y aún así he logrado construir y manejar una carrera musical digna, llena de logros.
¿Por qué decides desnudar tus debilidades y hablar de “lo que llevas debajo de la piel”?
En una entrevista con los medios, el ser humano tiende a mostrar la mejor parte de su imagen, aquellas sonrisas de oreja a oreja, todo es felicidad, y quien no lo haga tiene el riesgo de corroer sus posibilidades y aspiraciones.
Pareciera que lo malo, el sufrimiento, las torturas, fueran tan tabú, que equivale a que seas tú el malo, tú el torturador, sin embargo eres el que está recibiendo esas cosas.
Este libro cuenta cosas inconfesables y quiere ayudar al lector, para que diga yo también puedo, tengo esperanza, esa es la moraleja, el objetivo.
Mucha gente sufre lo mismo que tú, trastornos de ansiedad, oscilación del ánimo, depresión.
Pero parece que es pornográfica la palabra psiquiatra o la palabra medicación, porque para ellos todo está bien. Entonces te encuentras con la noticia de que fulano se suicidó o que una cantante famosa fue encontrada en el baño desangrada.
¿Alguna vez te planteaste el suicidio?
Jamás en la vida, me río de eso. El libro es precisamente para que la gente que sufre un 5% de lo que cuento, no colapse.
Cuentas que “ante la pérdida de energía el mismo hombre agradable y extrovertido, de pronto se torna huraño: un tronco que apenas respira”. ¿Cómo es esa vivencia?
Hay cosas que el idioma castellano no está preparado para expresar, porque si te duele una muela o un pie, dices tengo dolor de muelas o tengo un pie roto. Pero cuando yaces como las piedras, es muy difícil de aguantar.
Y hay dos casos. Uno donde sencillamente sientes que estás yaciendo, pero sin síntomas; y otro en el que estás yaciendo, pero con una serie interminable de síntomas que no puedes expresar con palabras, porque no tienen definición, que es lo que se siente en una depresión mayor.
¿Como ha sido tu caso?
Como es, porque desde que nací tuve problemas. Es una condición.
Cuando conoces al enemigo, es más fácil, sabes cómo se llama y que otra gente lo sufre. Pero no puedes ir a la policía a poner una denuncia contra la ansiedad, meterla presa y hacer que desaparezca, por lo cruel que ha sido contigo, porque tal vez esa misma ansiedad fue necesaria para hacer la cantidad de cosas que he hecho.
¿Y cómo la has toreado?
Estos trastornos le tienen miedo a la determinación, a los hábitos. Le tienen miedo a la dignidad, a la asertividad, subestiman tu inteligencia. Entonces tienes muchas formas de hacerlo, porque has descubierto a lo largo de los años cómo va, cómo viene, cómo se comporta y vas tomando notas.
El libro lo escribí como una llave abierta y soy un enfermo de lo que se llama oscilación del ánimo. Cuando contacto con el estado de trance que me hace escribir, los síntomas se van corriendo.
¿El escenario y la música también te ayudan?
Y si te dijera que, en ocasiones, cada aplauso ha sido una flecha que me traspasa el corazón y me hiere de muerte, porque no soporto la bulla, no soporto la aprobación. Lo que llevo por dentro no se cura con esos aplausos, todo lo contrario.
Pero hay un contrato, están anunciando a Wilfrido Vargas, ¿qué hago? ¿Voy donde cada uno de los asistentes en el Madison Square Garden a explicarle lo que me pasa? Es imposible, entonces, eso se llama determinación.
¿Cómo lo han vivido tus cercanos, tu familia, tus hijos?
Ellos no saben nada, lo intuyen, porque ven que estás acostado y no te puedes levantar. Conocen de depresión someramente, pero el estado de depresión mayor no te permite que le pidas a nadie ayuda, no existes.
He sido un poco apático a la hora de reunir a la familia, nunca lo he hecho. Ellos dirán, si él no nos toca el tema, podríamos herirlo más si empezamos a hacerle preguntas. ¿Una pregunta es una herida? Es un balazo en la cabeza.
Pero ahora que habrán leído el libro, no quedarían indiferentes a todo lo que cuentas.
El libro todavía no ha llegado a mi país. Y no sé cuál es el lío que me espera, porque lo escribí sin permiso de mi familia. Pero yo tenía que contarlo.
Hablas de tus orígenes y también de tus amores, las madres de tus cinco hijos. Cuentas que siempre te gustaron las mujeres inalcanzables, ¿qué tipo de mujer es esa?
Si tu eres un carajito, como decimos en República Dominicana, un muchachito pobrecito, muy insignificante, que nunca había visto cuatro carros juntos, porque en Altamira solo había dos, y se fija en la Decana de la Facultad de Física de la Universidad Autónoma, hay que estar loco para pretenderla.
Es inalcanzable. Me gustaban esos retos y llegué a conquistarla, eso para mí era una gran cosa, porque alimenta el ego, estimula.
¿El ego tiene mala prensa?
Oigo muchísima gente desautorizada que habla mal del ego, escribiendo como especialistas, diciendo que abandone la mente. Entonces que los psiquiatras se vayan para su casa, vamos a meterlos presos, nos han estafado durante toda la historia de la ciencia de la humanidad.
Tus propios terapeutas, según cuentas, llegaron a decir que te has convertido en un experto en la mente.
Yo sé cómo trabaja. ¿Te digo algo? El Wilfrido Vargas que comenzó a hablar contigo no es éste. Mi problema ciclotímico es tan rápido, que ya no estás hablando con el mismo.
Al principio estaba haciendo un esfuerzo grande, pero eso ya se fue y estoy feliz. Entonces uno aprende los trucos y termina entendiendo. ¿Y si yo te dijera que la depresión también tiene su encanto?
Afirmas que “La felicidad no tiene que ver con la euforia, el frenesí, el éxtasis o la celebración, tiene que ver más con respirar sin pensar en su existencia”.
Es la ausencia de preocupación, de ese sentimiento que no te deja dormir, porque la felicidad te da la calificación de la calidad del sueño: duermes tranquilo o duermes inquieto.
Yo no tengo problemas económicos y ¿tú crees que eso me hace feliz? Soy un artista desarrollado, ¿crees que eso me hace feliz? No carezco de ninguna de las cosas que tienen la reputación de ser los instrumentos de la felicidad, pero yo me río de eso, tú eres feliz cuando estás tranquilo.
Yendo a tu exitosa carrera artística, después de tu experiencia, ¿cómo dirías que se hace un hit musical?
He contado la historia que hay detrás de cada una de las canciones, pero no he intentado responder esa pregunta, no hay parámetros, es flexible, por eso me gusta la palabra olfato, intuyes que algo podría gustar.
Si voy en un taxi y escucho “mami yo me acuesto tranquila, me arropo de pie a cabeza y el negro me destapa” entonces digo ¿Qué pasó aquí? y luego concluye, “¿mami qué será lo que quiere el negro?”. Yo me reí, me llamó la atención, entonces le dije al chofer devuélvase, vamos a buscar ese disco.
¿Y qué será lo que quiere el negro? Cuando la escuchábamos en Chile en los 80, gritábamos “¡Que se vaya Pinochet!”. ¿Sabías?
Claro, a mí me pasó en un concierto, pero yo no entendí y paré la canción, creía que querían que me fuera yo, después me explicaron.
Le cantas a una abusadora, pero ahora los más apuntados por abusos son los hombres con el movimiento #metoo.
Es uno de los mayores descubrimientos que se ha hecho, en términos de lo que se llama el fenómeno de acoso, porque como está de moda, nadie quiere caer en ese gancho. Aquella que antes no tenía voz, ahora sí la tiene, porque está viendo ese fenómeno en la televisión. Es lo mejor que ha pasado.
¿Es cierto que cuando escuchaste “La bilirrubina“ de Juan Luis Guerra casi te desmayaste?
Para mí fue una agresión y una falta de respeto a mi ego, porque nunca había oído algo de esa calidad. Lo admiré tanto, que paré el carro a la derecha y empecé a sudar.
¿Recuerdas la pelea de Tyson y Douglas? Hasta ese momento nadie la había dado a Tyson un golpe así. Antes de “La bilirrubina”, nunca hubo algo que me hiciera temblar.
¿Por eso te pones manos a la obra y creas “El baile del perrito“, otro éxito continental?
No tenía cómo contestarle a Juan Luis Guerra. Entonces busqué a los mismos músicos que hicieron “La bilirrubina”, para hacer una canción infantil, un poquito controversial, porque habla de la gracia que hacen dos perritos en apareamiento, y cuando sale esto, fue una bomba atómica.
¿Puede haber sido la precursora del perreo?
La gente dice eso que tú acabas de decir y también dicen que “El jardinero” podría ser la plataforma del reguetón, ¿cuándo antes de “El Jardinero” escuchaste un rap haciendo alusión al hip hop en la música tropical?