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Un compañero me habló de Cien años de soledad cuando yo estaba en segundo de bachillerato, pero en esa época yo era un solemne perezoso. El amigo me dijo: “léete esta novela que acaba de salir, está de moda”. Era más o menos 1969, pero no le hice caso. Más de un año después, leí en un periódico que la novela era considerada de genio por la crítica alemana, pero lo que me sorprendió fue ver la foto de García Márquez, un tipo costeño, despeinado, y me quedó la duda. ¿Quién es este tipo y qué novela es esa?
Compré mi ejemplar, y ese primer párrafo me deslumbró: tenía una mezcla de humor, de nostalgia y así me la fui bebiendo. La disfruté tanto que me pregunté¿y qué voy a hacer cuando se termine?
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Entonces empecé a leer libros anteriores de García Márquez, intercalados con los Cien años de Soledad.
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Realmente mi idea fue buscar al hombre, porque se decía mucho de él, que era como un mito, pero su novela tenía tantas cosas reales.
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Es que una obra tan poética, que era como un sueño, tenía que estar basada en la realidad.
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No. A Gabo lo conocí cuando ya llevaba 17 años de investigación, en 1989, aunque para entonces me sabía sus libros e historia.
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Empecé cerca de Medellín, a comienzos de 1970, donde vivía una hermana de Gabo, Zoraida Márquez, que era monja. Le pedí una entrevista, me la concedió y ahí sin ser periodista le pregunté de todo sobre su hermano: cómo había crecido, su niñez, los abuelos, qué leía, y descubrí que lo de gran narrador es cosa de familia. Así empecé un reportaje, que tiempo después mandé al diario El Espectador. Me lo publicaron en la primera página del suplemento literario.
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Én fólders y cajas guardaba todo: cada libro, cada nota publicada, tomaba apuntes y fotografías, al punto de que después me pedían conferencias sobre Gabo. Sobre todo después de que le concedieron el premio Nobel en 1982.
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Después del Nobel realmente ya no esperaba gran cosa. Creí que él ya lo había hecho todo, y de pronto en 1984 publica Crónica de una muerte anunciada y me veo deslumbrado. Pienso: este genio es inagotable y retomo mi búsqueda y me decido a escribir la biografía, pero descubrí que aún sabía muy poco de él.
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A comienzos de 1990 avancé unas 70 páginas, pero la biografía no cuajaba. Yo no sabía los nombres de las cosas, y Gabo, si algo tiene, es que le pone la palabra exacta a cada objeto, a cada sensación, a cada árbol.
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Volví a empezar a contar el cuento. Yo, para ese entonces había emigrado a España, trabajaba en la producción de un programa de TV, pero en 1992 me fui a Colombia a buscar de nuevo las fuentes: visité Aracataca, hablé otra vez con hermanos, amigos de infancia, colegas periodistas, volví a leer todos los libros y recorrí todos los lugares donde estuvo, a pie, en mula, en chalupa, en avión y volví a Madrid a trabajar.
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Me tardé cinco años, trabajando hasta 10 horas diarias, sábados y domingos. Ya el director de Alfaguara me lo había pedido y nunca terminaba, pero al fin.
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La biografía es un género difícil porque no te deja muchas libertades, más que cambiar el orden en que se cuentan ciertas cosas y recrear algunas escenas; aparte de eso, fechas y nombres deben coincidir.
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Por fin lo conocí en marzo de 1989. Me concedió dos entrevistas de tres horas cada una, el 14 y el 17 de marzo, en las cuales le pregunté sobre su niñez y juventud.
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Me sorprendió su sencillez y cercanía. Nunca le vi un solo gesto de presunción. También, el saber que era poeta antes que narrador, o en todo caso, que su narrativa es poesía.
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Su abuelo fue la figura fundamental. Junto a él tuvo sus más gratos y valiosos recuerdos, así como la semilla de esa narrativa.
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El viaje a la semilla fue precisamente el título del libro. Hoy está traducido a 11 idiomas, y pues, le ha ido bastante bien.
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En el 2008 yo estaba bastante enfermo y recibí una llamada. Era García Márquez. Me dijo: “Me tuviste tres noches sin dormir leyendo tu relato. Gracias. Tenés una gran madera de novelista”. Y que García Márquez le diga eso a alguien no es muy común que digamos.
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Sí, podría decir que esa fue la recompensa.
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Más que ser él un personaje del libro que yo hice, creo que me convertí en un personaje suyo.
Homenajes a Gabo en Guatemala
Unesco-Guatemala ha organizado un homenaje a Gabriel García Márquez, con la presencia de su biógrafo.
El acto se efectúa con motivo de los 86 años de edad de García Márquez, los 75 años de fabulador, los 50 de haber publicado Cien Años de Soledad y tres décadas de haber recibido el Premio Nobel de Literatura.
Dasso Saldívar es el autor de la más famosa biografía de Gabo a escala mundial: Viaje a la semilla, cuyo trabajo de investigación demoró casi dos décadas y su redacción, cinco años. Se publicó en 1997.
El acto será mañana a las 18 horas en el Centro Cultural Cardoza y Aragón, de la Embajada de México, 2a. avenida, 7-57 zona 10. Entrada libre.
El embajador de México, Carlos Tirado dirigirá unas palabras de bienvenida y Dasso Saldívar disertará sobre la historia y secretos de Cien años de soledad.
También participará el representante de Unesco en Guatemala, doctor Édgar Montiel.
Dasso Saldívar
Nació en 1951, en Colombia.
A los 18 años, cuando estudiaba Bachillerato, se ve fascinado por la obra de Gabriel García Márquez y emprende una investigación exhaustiva.
Entrevista a familiares y amigos del escritor en una primera búsqueda.
Estudia abogacía y posteriormente viaja a España donde trabaja como productor de TV.
En 1992 retoma el esfuerzo y trabaja durante cinco años, hasta la publicación de El viaje a la semilla.
Actualmente trabaja en una novela basada en la vida de Manuela Sáenz, la amante de Simón Bolívar.