Conductor “play station”: ha nacido para conducir, la carretera es su hábitat. Cuando se adentra en ella se transforma y se convierte en un “Alonso” cualquiera. Practica volantazos con decisión, traza curvas cerradas, frena con brusquedad. Si se tienen problemas de mareos a bordo, mejor no subirse con uno de ellos.
Conductor “yo soy el rey”: uno de los más molestos. No toma en consideración a los demás, piensa que circula solo. Suele circular por el carril de adelantamiento de forma lenta y no le gusta avisar de sus maniobras, hay que interpretar lo que va a hacer. Suele parar sin señalizar.
Conductor temeroso: el miedo excesivo es su peor enemigo. Supera cada maniobra como una hazaña. Su velocidad siempre es más lenta de lo que permite la vía. Su peor momento en la carretera es una incorporación; tardará horas. En algunos casos tiene qué ver con la amaxofobia (temor patológico a conducir un vehículo o a viajar en él).
Conductor quejoso: la bocina es su amiga inseparable. Ante cualquier situación se eterniza más de lo necesario, no duda en «alzar su voz» bocinando y, si fuera suficiente, grita, realiza aspavientos e increpa sin dudarlo. Es de los que se pegan al automóvil de delante en el carril de adelantamiento, pues los demás siempre son lentos para él.
Conductor modelo: no son muchos, por lo que es raro encontrarlos. Estudia todo a conciencia y lo lleva a la práctica. Siempre deja pasar a aquellos que lo tengan complicado, en la medida de lo posible agiliza la circulación y, por supuesto, circula por el carril que corresponde en todo momento.