Vida

Enrique Gómez Carrillo

Se reproducen dos cartas de él a Rubén Darío, inéditas en Guatemala.

Por Angel Arturo González

El 29 de noviembre de l927, en París y luego de un severo derrame cerebral, falleció uno de los escritores hispanoamericanos más notables de todos los tiempos.

Los años transcurridos desde su muerte y la densidad en el devenir de las letras, ha hecho que el nombre de Enrique Gómez Carrillo se haya ?desactualizado?, al punto que ahora se ignora lo que su presencia significó en su época, como fecundo renovador de la prosa castellana, como gran promotor en el intercambio de las ideas y las obras de autores que se abrieron paso en España y en Europa, cuando los países de América eran casi desconocidos literariamente. Por ello no deja de seguir siendo un fenómeno excepcional la irrupción del Modernismo, en el que precisamente Gómez Carrillo ocupa un lugar cimero, y en uno de los géneros más característicos y no superados de tal movimiento, al punto de haber sido llamado ?El Príncipe de los Cronistas?.

En homenaje al ilustre escritor, cuyos restos reposan desde entonces en el Cementerio del Pére Lachaise, por concesión de la Municipalidad de París, que en atención a sus méritos y desde entonces quiso honrarlo para la posteridad, se reproducen dos cartas de Gómez Carrillo a Rubén Darío, inéditas en Guatemala, que proceden del Seminario Archivo Rubén Darío de Madrid, proporcionadas por el Museo Archivo de Rubén Darío de León, Nicaragua.

Mi pobre Rubén, Yo creí que ya lo de su mujer era historia pasada. Creí que se había ido. A mí quiso verme, supongo que mal aconsejada, pero yo, muy finamente, me negué a recibirla, convencido de que mis consejos no le habrían servido para nada.

Eso de los hoteles es malo y además raro. Ya U. sabe que si U. o yo quisiéramos que nos hicieran crédito no lo lograríamos. ¿Cómo, pues, con sólo invocar su nombre lo consigue ella? ¿No llevaría recomendación de alguien importante? Y más raro, ami*, es lo de sus sueldos embargados.

En todo caso, mi consejo, amplio, franco, helo aquí: escribir una carta sincera a Zelaya (l), diciéndole su situación y pedirle que ordene a D. Crisanto que pague a esa Señora su regreso y que le devuelva a U. lo que le ha negado. Como yo sé que Zelaya me quiere y estima mi juicio, puede U. mandarle la adjunta carta, diciéndole que eso lo decide a U.

Y una vez que haya usted salido de esto, no vuelva a atormentarse por nada. Viva feliz, cante, beba, ame, trabaje. Los poetas no deben sufrir.

Tengo gran esperanza en la revista. (2) Mil gracias por el soneto.

La firma de usted era indispensable.

Le quiere, ahora más que antes puesto que sufre U., su Enrique.

Mándeme las señas de Vargas Vila, o dígale que me mande algo para la revista.

*Amigo, en francés.

(l) Presidente de Nicaragua, en esa época.

(2) Se refiere a El Nuevo Mercurio, que Enrique Gómez Carrillo publicaba en

París.

Mi muy querido Rubén

Tengo la esperanza firme de que Zelaya hará todo lo que U. le ha pedido.

¿Sabe U. que La Nación abre oficina en París y publica una edición mensual parisina? Yo lo he oído esta tarde. Supongo que el hacedor de todo será Garzón. Por mi parte, estoy contento de la última carta de D. Luis Mitre, llena de cariño y de promesas.

Si lo que U. me dice de Colette Willy fuera más largo, haría una deliciosa página para el 2º. No. del periódico. ¿Por qué no expone U. esas ideas paganas en una fuerte y serena oda en prosa -o en verso-, a la bella bohemia? Ya U. sabe que el nombre de U. es indispensable. Y sepa que el material para el 2º. No. debe estar en la imprenta el día mismo en que aparece el lo., es decir, el l5 del actual.

Mándeme, pues, esa página u otra, pero pronto, pronto.

¡Feliz U. que ve el sol! Yo aquí y ahora tendré que pasar el mes de febrero en Berlín pues de nuevo soy Encartado de Negocios.

Deme las señas de Vargas Vila, a quien quiero pedirle algo. Para el 2º. Número tengo también un Moréas, y un Ferrero, etc. Pierre Jan, en su artículo sobre los artistas sudamericanos, cita dos bellas páginas de U. En el 2º No. irá, me lo ha jurado Blasco Ibáñez, el artículo sobre U. que comenzó en casa. Estoy tan impaciente por ver la revista, que creo que una adolescencia nueva me anima y me llena de ilusiones.

Le quiere y le admira mucho, su Enrique

Feliz año le deseamos mi mujer y yo.

¡Ah! Ángel Estrada me dará para el 2º un artículo sobre la Argentina. En el lo. va un estudio de Marinetti.

Sintesis

En este siglo por terminar, Guatemala ha dado otros dos escritores de primera magnitud: Enrique Gómez Carrillo (a caballo entre el XIX y el XX) y Miguel Ángel Asturias.

En su tiempo, la obra de Gómez Carrillo significó en todo el ámbito de nuestro idioma escrito en prosa lo que la revolución de Rubén Darío en el verso. Ambos fueron grandes limpiadores de establos; ambos barrieron de nuestra lengua las telarañas del academicismo que los enemigos de toda lengua extranjera (olvidando los claros ejemplos de Garcilaso y de Cervantes por lo que hace al italiano) venían acumulando autocomplacidos en su lucha contra los galicismos mentales, como llamaban a cualquier forma de liberación. Y tanto peor, ¿cómo unos centroamericanos que escribían con plumas que se quitaban de la cabeza podían atreverse a tal cosa? Gómez Carrillo, como Darío, saqueó el francés, algo del inglés, y algo de lo que fuera y en donde lo encontrara. E hipócritamente, reprochándoselo, los demás lo aprovechaban.

Pero mientras que Darío, después de muerto, se liberó del aplauso y del juicio adverso que le atrajo la intrascendencia de sus rimas de juventud, a Gómez Carrillo le han faltado críticos y lectores serios que borren su imagen de hombre superficial y de mero cronista del bulevar. Le falta, también, la devoción que sus compatriotas inteligentes terminaron, después de burlarse cómicamente de él, por dedicar a Darío. Con toda seguridad, Gómez Carrillo no es, ni con mucho, un genio de la magnitud de Darío, y aquí sólo me estoy refiriendo a sus aportaciones a la modernización del idioma y a su capacidad de transvasar a éste lo ajeno y lo nuevo y valioso.