Escenario

Así eran las últimas moradas en la Colonia

“…Que visto que la ciudad tiene ya solares y casas de cabildo y cárcel, y por ser los dichos solares presentes en la iglesia, donde hay muchos cristianos enterrados y no es cosa conveniente se hagan causas públicas…”. Este es el comentario más antiguo del que se sabe sobre un camposanto en Guatemala, que debió ser muy pequeño, y que corresponde a fray Antonio de Remesal, al referirse a Santiago de Guatemala, en el Valle de Almolonga,  en 1534.

Los personajes ilustres de la ciudad eran enterrados en los sótanos de las iglesias en áreas llamadas pudrideros, donde el cuerpo pasaba por la descomposición a la vista del público. (Ilustración Prensa Libre, Esteban Arreola)

Los personajes ilustres de la ciudad eran enterrados en los sótanos de las iglesias en áreas llamadas pudrideros, donde el cuerpo pasaba por la descomposición a la vista del público. (Ilustración Prensa Libre, Esteban Arreola)

En esa ciudad no existió  un  cementerio oficial.  Los enterramientos se hacían en las  bóvedas de las iglesias, práctica que continuó con el traslado de la metrópoli al Valle de la Ermita, dice el libro Cementerios de la Nueva Guatemala de la Asunción. 

Los personajes destacados  se enterraban  en  áreas conocidas como pudrideros,  en las entradas de  los sótanos de los templos, y que fungían como cementerios, explica el historiador Haroldo Rodas, como es el caso de San Francisco, en la Nueva Guatemala de la Asunción, donde se observan espacios para velatorios y enterramientos.

En estos se dejaban los cuerpos vestidos y rodeados de cloroformo u otras sustancias para  evitar el mal olor. Esta costumbre se heredó de las formas de entierros  de los siglos XVII y XVIII en España y Europa.

En otra referencia   de 1647 se dice que: “Fueron tales los estragos que se agotaron en las iglesias los lugares para la sepultura”.

El viajero francés Arturo Morelet, que llegó a Guatemala en el siglo XIX, menciona que de  las iglesias emanaba mal olor debido a los entierros que se hacían en los sótanos.

Los difuntos de familias comunes se sepultaban detrás de las iglesias, o  en el atrio, si este no era utilizado como mercado, refiere el historiador y Doctor en Sociología Aníbal Chajón. Rodas añade que se envolvían en petates.
Según el cronista Bernal Díaz del Castillo,  iglesias en Santiago como la Catedral, San Francisco, Santo Domingo, la Merced y la Recolección tenían bóvedas bajo las naves, que fueron lugares de enterramiento.

Los espacios funerarios en  los templos tenían un valor  preferente, ya que  se pagaban previo a la muerte de una persona. Se asignaba una cantidad de dinero para elevar  oraciones durante gran número de años, añade Rodas.
Algunos documentos y publicaciones de finales del siglo XIX mencionan que en el antiguo cementerio de San Juan de Dios —ubicado detrás del actual Hospital General San Juan de Dios, zona 1— se  veía aún los cuerpos en estado de descomposición en los pudrideros que se ubicaban en la entrada.

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