—Hasta a mí, que no me ando con tantas “delicadezas” como Titivillus y tú— añadió Berta, todavía descompuesta— casi me ha dado el soponcio. Les ha pasado desapercibido que “fulgurante” es brillante y que debieron haber escrito “fulminante” (súbito, muy rápido). ¿Qué clase de reporteros o de traductores tienen? Titivillus echaba chispas por los ojos, su olor a azufre era más fuerte que de costumbre y le costaba articular palabras, en medio de bufidos y gruñidos. —¿Y tú, grandísima ignorante osas criticar los errores de los demás mientras cometes otros peores?— le espetó a mi pobre amiga. —¿No sabes que aunque algunos académicos con los que también cargaré al Averno cuando su hora les llegue lo avalen, incluso en algún diccionario, “pasar desapercibido” es un galicismo de los más feos?
—La gente protesta— agregó —por los anglicismos, que suelen ser palabras cognadas, mal traducidas, como “rentar” por “alquilar”, “aplicar” por “solicitar”, “nicho” por “espacio” y una larga lista más, pero se olvidan de que el francés ha influido en la arquitectura de nuestro idioma, es decir, en la sintaxis, al extremo de que ahora suena natural “casa a alquilar”, de “maison a louer” con esa preposición “a” inadecuada; ” zapatos en cuero” de “souliers en cuir” y una infinidad de términos más que deberían usar la preposición “de”. ¿Y qué me dices de que en la nueva Gramática de la RAE acepten que en América sea adecuado el uso del “que galicado”?, ese que permite decir “allí fue que”, o peor aún “en ese momento fue donde” en lugar de “allí fue donde” y “en ese momento fue cuando”.
Tercié en la conversación: “Titivillus, te suplico que no te exaltes, te vas a enfermar y estás asustando a Berta: mírala como tiembla”. Mi buen colaborador respiró hondo, agarró un costal con gazapos que había dejado en el piso y me avisó que se marchaba, no sin que antes le hiciera saber que nunca lo aceptarán en la Academia porque habla mal de ella. A lo lejos alcancé a oír que murmuraba: “¿Y a mí que ‘jocotes’ me importa eso?”.
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