Jarya Camarena nació en Los Ángeles, California, en 1985. Junto a su hermana menor, forma parte de una generación guatemalteca que nació en Estados Unidos, luego de la búsqueda de sus padres por mejores oportunidades económicas en el norte de América. De madre ciudadana y padre residente, Jayra experimentó el divorcio de sus padres cuando tenía 10 años.
Luego de una época de violencia y de la separación, en la casa de los Camarena se tenían que tomar nuevas decisiones económicas por la escasez. Esto llevó a que la madre de las dos niñas emprendiera un trabajo limpiando casas. “Mi mamá me llevaba a limpiar.
Es la historia de muchos latinos. Pero recuerdo que mi mamá nunca compartió su miedo o habló sobre su migración. Ahora, como adulta, entiendo las barreras de eso que para nosotros era normal”, dice Camarena, hoy de 38 años, quien recuerda cómo de pequeña también ayudaba a interpretar del inglés al español y quien se encargaba de contestar o realizar llamadas a los clientes de su mamá.
En ese contexto, la pequeña Jayra empezaba también a entenderse como guatemalteca y latina por la cercanía con sus primos guatemaltecos y amistades salvadoreñas, hondureñas y mexicanas. “En Los Ángeles casi todos éramos latinos. Se hablaba inglés en la escuela y español en la casa”, relata Camarena.
A medida que iba creciendo, la historia de Jayra mutó tanto como su actitud contra lo que le rodeaba. “Era muy problemática. Siempre andaba en pleitos y le llevaba a mi mamá reportes”, comenta.
Tiempo después de haber normalizado una apatía frente a su contexto, la estadounidense-guatemalteca conoció a un maestro que en clases solía insistir a los jóvenes sobre las posibilidades de una vida sin violencia y con más responsabilidad. “Nos decía que si queríamos salir de pobres, teníamos que educarnos. Si seguíamos haciendo lo mismo, estábamos entrando a un círculo.
Ahí me empezó a llamar la atención qué significaba eso de educarse”, relata Camarena. En algún momento de los últimos años de secundaria, Jayra y sus compañeros fueron llevados a conocer campus y carreras universitarias. Luego de ese acercamiento, la joven tuvo claro que quería estudiar Criminología.
“Mi meta era trabajar en las cárceles, pero duraba un año en entrar y comencé a trabajar en un hospicio de violencia doméstica. Cuando empecé a trabajar, entendí que yo no había sido una joven rebelde por gusto, era una reacción por el trauma que tenía del abandono. Comencé a trabajar cosas que luego fui sanando”, relata la estadounidense-guatemalteca.
Luego de aquella reconciliación, Jayra estudió justicia criminal y empezó a colaborar como acompañante de víctimas de violencia doméstica, dentro de la Policía. “Al principio fue difícil, porque se me repetía lo que había vivido, pero pude ponerle nombre a varias cosas que identifiqué. Luego, empecé a sentir bonito poder ayudar a alguien. Me daba paz y alegría a alguien que necesitaba apoyo”, relata.
La Luz, una nueva oportunidad
Varios años después, Jayra llegó a Oklahoma, estado al cual se había mudado su madre en el 2005. Jayra llegó en el 2013 con su esposo y sus hijas. Fue en ese lugar donde, tres años después de haberse bautizado, Camarena empezó en el 2018 un nuevo proyecto a favor de la comunidad latina en Oklahoma. Particularmente se trató de una organización que desde entonces brinda “servicios basados en la fe” para abordar el trauma en víctimas de violencia doméstica.
El proyecto, inaugurado como La Luz, fue sacado avante por ella sola el primer año, y con el tiempo se sumaron dos vecinas del estado, quienes también eran latinas.
Desde entonces, la organización ha logrado apoyar a más de tres mil hombres y mujeres a través de recomendación de procesos legales, asistencia en información de sus derechos, como otros recursos, consejería y acompañamiento espiritual para quienes lo deseen.
Según explica Jayra, La Luz se basa en un programa que busca transformar a las víctimas en sobrevivientes de los distintos abusos sufridos a través de cónyuges y/o compañeros.
Los servicios suelen ser gratuitos, confidenciales y permiten que las personas sean referidas con especialistas en leyes y salud mental. “No es algo fácil, pero ha sido importante ayudar a tantas personas”, cuenta Camarena.
Un restaurante destacado
También fue galardonada la guatemalteca Verónica Zelada, quien ha dado vida a uno de los mejores restaurantes de los Estados Unidos, según la aplicación Yelp, un servicio de geolocalización de negocios que incluye reseñas escritas por los usuarios.
La aplicación determinó que Café Kacao en Oklahoma, Estados Unidos, tenía el mejor brunch entre 100 restaurantes para celebrar a la madre en todo el país. En el 2021 y 2022, la misma lista lo incluyó entre los mejores 100 restaurantes de Estados Unidos.
El restaurante guatemalteco también ha sido reconocido por su propuesta gastronómica en Travel Channel como uno de los lugares más populares de desayuno 2017; el Mejor desayuno en People Magazine; finalista en la encuesta anual Lo mejor de Oklahoma, y Mejor desayuno/Mejor restaurante latino por el periódico local The Gazette, The Daily Oklahoma, por dos años consecutivos, entre otros.
Asimismo, el gobierno local le otorgó en fecha reciente dos certificados de reconocimiento. Uno para Zelada, por su contribución a la comunidad, y otro al restaurante. El negocio atiende a alrededor de 11 mil visitantes al mes.