La obra, titulada Vincular, se activa a medida que las personas se sientan y colocan sus objetos sobre las ásperas superficies del inmobiliario color negro ceniza. Sin embargo, el propósito de la instalación se logra cuando las personas deciden verse, hablar y compartir, explica Lourdes.
Mientras esto acontece en La Galería Rebelde, a menos de cinco metros del juego de sala se escuchan los golpes de una excavadora intentando romper un bloque de mármol. El estruendo surge de una bocina conectada a una pantalla en la que se muestra un vídeo del momento en que la máquina intenta quebrar el pedazo de mármol en medio de un terreno deshabitado.
Luego de tres golpes definitivos al bloque, aparece Lourdes de la Riva en la grabación. Se le ve recogiendo los escombros del material que serán expuestos hasta el 27 de febrero en la Galería Rebelde de lunes a viernes desde las 10 a las 17 horas.
En Anima Mundi, la exhibición reúne estas dos piezas junto a un enorme caleidoscopio rodante que se desliza por varias imágenes que aluden a la destrucción de la naturaleza, Lourdes de la Riva enuncia sus preocupaciones sobre los imparables abusos que ejerce el hombre frente a la Tierra: “Se nos ha olvidado que somos uno mismo con la naturaleza; se está quejando de lo que hacemos y ya estamos viendo sus síntomas”, explica la artista de 67 años quien a través de las piezas exhibidas retoma su interés por lo que llama una estética de la destrucción.
“Hay una inquietud que me mueve, y es la forma en la que la naturaleza y el ser humano nos afectamos mutuamente. Desde allí hablo sobre la fragilidad de la vida. Es a partir del rastro y la huella que me permito reconstruir una historia o reinventarla”, explica de la Riva.
A unos nueve kilómetros del espacio tomado por la nueva exposición de Lourdes, se encuentra la Galería Extra. Dentro de sus salas, 16 artistas moldean Cartografía de lo (In) Visible, una reunión de piezas que, de igual manera, buscan generar preguntas sobre las huellas de la humanidad sobre los territorios habitados. Silvia de Tres, representante y directora de la Galería Extra, asegura que este diálogo colectivo busca indagar en las dimensiones interiores y exteriores del paisaje.
“La exposición surge del cuestionamiento de cómo juntar a los artistas colaboradores de la galería en un mismo espacio. Hay aspectos en su producción que los van hilando y allí aparece el paisaje, pero no como una idea tradicional de las montañas o el horizonte. Un paisaje no es lo mismo para todas las personas y muchos están en constante cambio”, agrega Silvia.
Así como los paisajes cambian, también lo hacen las técnicas y las formas de ejecutar eso que llamamos “arte”. Dentro de Cartografía de lo (In) Visible, los realizadores dan cuenta de esta experimentación.
En una de las esquinas de la Galería Extra aparece silenciosa y desde su forma crepuscular la pintura del artista tz’utujil Manuel Chavajay. Lo que pareciera ser una mirada frente a los cerros que bordean el Lago de Atitlán, es a la vez, una obra que experimenta con la materialidad. La pintura fue elaborada con aceite de motor quemado, acuarela, acrílico y carboncillo sobre papel algodón.
La pieza también comparte espacio con el imaginario de la artista Andrea Monroy Palacios quien en su propuesta Llévate las olas de mi angustia, muestra una concha de caracol marino, rellena con hilos teñidos que a la vez amarran varias piedras pómez.
En la Galería Extra, donde según apunta su directora, varias personas han coincidido al experimentar “frescura” luego de ver las obras exhibidas, pueden encontrarse distintos soportes que dan forma a su actual ensayo paisajístico: desde escombros de cemento con alambre, hasta hongos, ceniza de hueso, cloro, yute y plástico. Las 16 obras de Cartografía de lo (In) Visible pueden ser vistas de lunes a viernes de 10 a 16 horas.
La fórmula colectiva también aplica en Proyectos Ultravioleta, un espacio localizado en el Antiguo Aserradero Italiano, dentro del Centro Histórico de la zona 1, donde se presenta la exhibición titulada La noche muere por el día, el día muere por la noche. Dentro de la propuesta, participan 10 realizadores cuyas obras permiten otras lecturas del tiempo.
Según apunta José Enrique López, Director de operaciones de Ultravioleta, la exhibición se presenta como homenaje al periodo en el que ha transcurrido la galería en el local, ya que en los próximos meses se planea habitar otro espacio.
De ese modo, el montaje despliega una conceptualización de obras alrededor de los ciclos y su naturalidad. Las salas están distribuidas a manera de representar la penumbra, la noche y el día. Entre las obras que dan forma a la sección de la penumbra, destaca La vida en su boca, la muerte acuna su brazo, un vídeo del artista Naufus Ramírez Figueroa que muestra al realizador cargando un bloque de hielo el cual hace referencia a los neonatos e infantes desaparecidos durante el Conflicto armado interno.
La pieza muestra a Ramírez Figueroa en el Cementerio General mientras pasan las horas desde la madrugada. La exhibición continúa con metáforas sobre la luz y la vida a partir de las obras de artistas como Regina José Galindo, Helen Ascoli y Vivian Suter.
En la sección nocturna habita una obra del comalapense Edgar Calel quien presenta una instalación de cajas de cartón cuyo interior muestra un cielo oscuro donde el artista procura una reflexión sobre el paisaje que ha conocido. La pieza convive junto a una pintura de Jorge de León y otra de Fernando Iturbide quienes también exploran las siluetas y la oscuridad.
Hacia el final de este recorrido por varias galerías se encuentra la Fundación Rozas Botrán, en zona 14 donde desde el 19 de enero al 30 de marzo se presenta El tercer ojo: una exhibición de Mario e Igal Permuth donde padre e hijo exploran la espiritualidad frente al mundo real y el imaginado.
Por una parte, Mario presenta obras digitales que se basan en sus revelaciones simétricas. Para las obras, el artista exploró las sensaciones internas en búsqueda de la iluminación superior. Su trabajo está basado en la fotografía, así como también opera la obra de su hijo Igal.
El segundo integrante de El tercer ojo comenta que así como su padre, encuentra una consciencia en la imagen fija. No obstante, su propuesta busca estirar las posibilidades de la materialidad.
Partiendo de las fotos, Igal realiza collages que interviene con objetos encontrados que van desde plantas, hasta curitas, y en donde plantea una exploración de las emociones. “Junto mi padre tratamos de ver las cosas más allá. Es un trabajo abstracto del cual cada persona puede hacer una lectura y explorar los planos espirituales”, explica Igal.