Viniendo de una sola persona o de un grupo de realizadores, el arte provocado por historias personales o colectivas siempre busca algo por contar.
Antes del momento en el que suelen aparecer dudas respecto a una obra -que van desde el “¿Qué quiere decir este artista?” hasta un “¿Cómo la hizo?”- resulta necesario que los espectadores lleguen a esa creación con una mirada desacomplejada.
En medio de esa experiencia, la curiosidad es un ingrediente imprescindible, ya que, el no saber de algo -en este caso, del arte- puede convertirse en la herramienta más potente para descifrar y digerir la historia que el artista intenta narrar.
La educadora artística y psicóloga Esperanza De León, quien ha investigado los cruces entre la experiencia cognitiva y sensorial de las personas frente al arte, comenta que los espectadores pueden desatar su creatividad al enfrentarse con una obra. Mediante esta experiencia, insiste, se pueden hallar nuevas soluciones o interpretaciones ante las circunstancias de la vida.
Asimismo, la historiadora de arte y también educadora Luisa González-Reiche comenta que acercarse al arte genera una apertura hacia “otros mundos” y distintas formas de plasmar la realidad: “En la obra se puede evidenciar la naturaleza relacional y de identidad no individual que somos, es una especie de enredo amplio y rico en relación con lo que somos todas y todos”, explica.
En Guatemala, esto no es una excepción. Incluso antes de la Independencia, que se celebra en el país cada 15 de septiembre desde 1821, el país ha evidenciado una desbordante cantidad de narrativas que moldean la historia en puntos y tiempos dispersos.
Pasando por épocas prehispánicas, coloniales, republicanas, independentistas, modernas y contemporáneas, las estéticas que desbordan el país han logrado sensibilizar, a través de varias técnicas, una pluralidad de historias que germinaron sobre el mismo suelo.
En esta publicación le compartimos 10 obras que narran el poder, la cotidianidad, la naturaleza y la sensibilidad que se han inscrito en la historia de este territorio compartido que llamamos Guatemala:
1-) Trono I de Piedras Negras
La pieza fue elaborada durante el período clásico maya, a finales del siglo VIII por encargo del gobernante K’inich Yat Ahk II para enaltecer su poder al frente del reino de Yok’ib -antiguo nombre de Piedra Negras (Petén)-. Luego de un ataque perpetrado por la ciudad rival de Yaxchilán en el año 808, el trono fue destruido como símbolo de la derrota. En 1932 los restos fueron localizados por el equipo del arqueólogo Linton Satterthwaits.
2-) Gucumatz en persona – Luis Díaz
Premiada en la XI Bienal de São Paulo, que se celebró en 1971, la instalación de madera con forma zigzageante que se extendía por 190 metros -elaborada por el artista Luis Díaz- pretendía visualizar cómo “Guatemala se tenía que hacer sentir”. La monumental pieza fue construida en Brasil y se basó en premisas conceptuales que el artista defendió como “una liberación” que a la vez se explicaba como un “arte sin fronteras”.
3-) Liberación femenina – Paula Nicho Cúmez
En su obra, la artista Paula Nicho Cúmez explora la sensación de los colores y las formas de los sueños para narrar historias desde su comunidad. Las imágenes de la artista maya kaqchikel originaria de San Juan Comalapa presentan a las mujeres como protagonistas centrales. Sus piezas tocan fondos narrativos como la autonomía, la familiaridad, la migración y la ritualidad.
4-) Hay olas de luz que en la roca buscan reconocerse (extracto) – Wingston González
El autor y poeta nacido en Livingston en 1986, plantea en sus textos viajes a lo largo de sensaciones y nociones psicológicas alrededor del tiempo, así como de la geografía que habita.
(…)
¿y si a nuestros muertos
le crecen alas y hojas?
como empezar a creer la primavera, amor
habrá que buscarnos un nuevo cielo
otra vez
hay olas de luz que buscan soñarnos y en sus ramas la tierra
¿y la tierra qué? si es un oscuro ruido de árboles
podría decirse: igual que tu pie es la tierra que no me toca
pero qué/ podría decirse que es un alimento que se esfuma
que se quema cual idea/ imagen nítida
tras el televisor más antiguo del universo
(…)
5-) Tormenta en la selva – Wilfreda López Flores
Una investigación impulsada por el Museo Nacional de Arte Moderno Carlos Mérida en 2018 sostiene que Wilfreda López Flores “creó escenarios riquísimos en imágenes, personajes casi míticos, composiciones abigarradas con pocos espacios libres, que llegan a abrumar al espectador”. La obra de esta artista que nació en Purulhá (Baja Verapaz) se gestó entre las década de 1940 y 1960, y se destacaba por una lejanía a las artes convencionales de aquella época, puesto que López trabajada constantemente en xilografía.
6-) La Brama – Francisco Tún
Situado desde la urbanidad de la ciudad capital, el artista Francisco Tún proponía imágenes cotidianas que a la fecha se perciben a través de un lente nostálgico y contemplativo. Su pintura titulada La brama –elaborada en 1980- da cuenta de esto y presenta una escena flameante en la que un grupo de 11 perros se desplazan a lo largo del espacio público mientras diminutos transeúntes les ven rodear a una hembra.
7-) Crescendo – Isabel Ruiz
En 2008, la artista Isabel Ruiz presentó una instalación en la que utilizó tres lienzos de manta cruda que fueron sumergidos, a distintos niveles, en sangre. Cada uno de estos recortes de tela estaban acompañados de tres números equivalentes a distintos años (1954, 1980 y 2008). Con esta obra, Ruiz propuso otra forma de leer el esparcimiento de la violencia sobre la memoria histórica de Guatemala.
😎 Cargadores – Guillermo Maldonado
La serie trabajada en xilografía muestra la imagen de tres cargadores de madera y bultos. Dichas escenas remiten al desplazamiento de hombres de distintas edades que en el espacio público se dedican al mal llamado “trabajo informal”. La obra presenta una crítica a las dinámicas de precarización que ocurren dentro de sistemas económicos y políticos. La figura de los cargadores está impresa sobre pliegos de periódico donde figuran noticias alrededor de actores de poder en Guatemala y el mundo.
9-) Looting – Regina José Galindo
A través de este performance, la artista propone una nueva imagen para pensar el saqueo de la riqueza mineral en Guatemala por parte de los colonizadores del Primer Mundo. La obra se compone del acto en el cual ocho piezas de oro guatemalteco fueron incrustadas a Galindo en sus molares para posteriormente ser extraídos en Berlín donde permanecieron expuestos como objetos de arte.
10-) Si la obra se queda quieta la memoria se desconoce – Diego Ixtamer
En esta pintura, el artista de San Juan La Laguna (Sololá), presenta la imagen de lo que parece ser un racimo de bananos o plátano, compuesta realmente por varios mecapales turquesa que se sostienen por una metralleta negra. El investigador Diego Ventura Puac asegura que esta pieza sirve como analogía del trabajo esclavista.
