Tuvieron que pasar casi dos años, en noviembre de 2017, para que un juez aceptara investigar el deceso como un homicidio y no como “muerte dudosa” -como estaba tipificado hasta entonces-, después de que un peritaje policial estableciera que dos personas golpearon, drogaron y asesinaron a Nisman, aunque sin determinar quiénes.
Sin embargo, con la derrota de Macri en las elecciones de octubre pasado y la llegada de Alberto Fernández al poder, con Cristina como vicepresidenta, el caso puede dar un giro por la disconformidad del nuevo Ejecutivo con ese informe de la Gendarmería, cuerpo que depende del Gobierno de turno, por lo que pedirá revisarlo.
“(Es) una pericia absurda que contradice los más elementales principios de la criminología mundial, hecha sobre un escenario montado años después de la muerte de Nisman”, dijo este jueves a Radio 10 el presidente, convencido de que hasta el momento no hay “ni una sola prueba seria” que diga que fue un homicidio.
Un documental abre la caja de los truenos
Tras varios meses sin novedades en la investigación del fallecimiento de Nisman, lo que la mantuvo lejos de la primera línea informativa, esta semana el estreno en la plataforma Netflix de la miniserie “El fiscal, la presidenta y el espía”, dirigida por el cineasta Justin Webster, ha vuelto a abrir la caja de los truenos de un caso repleto de oscuros.
El principal foco de atención no es otro que unas declaraciones del propio Alberto Fernández en ese reportaje, filmadas en 2017, antes de que se reconciliara con Cristina, con quien había estado una década enemistado tras haber renunciado en 2008 como su jefe de Gabinete, tiempo en el que fue uno de los mayores críticos de su gestión.
“Hasta el día de hoy, dudo de que se haya suicidado”, opina Fernández en la entrevista, una afirmación que creó polémica por el supuesto viraje de opinión del político en menos de tres años, algo que el jueves el mandatario justificó diciendo que en 2017 “no existían muchas de las cosas que después fueron apareciendo“.
El documental, compuesto de seis capítulos de alrededor de una hora cada uno, desgrana las circunstancias en torno al fallecimiento del fiscal, ahondando en su trabajo pero también en sus problemas personales y en la difícil relación con su exmujer, la jueza Sandra Arroyo Salgado, quien le reprochaba que hubiera dejado sola a su hija en medio de un viaje en Europa por volver a Buenos Aires para denunciar a la presidenta.
Nisman era el fiscal de la investigación del atentado a la mutua judía AMIA de Buenos Aires en 1994, que dejó 85 muertos y sigue impune, pese a que la Justicia argentina lo atribuye al entonces Gobierno de Irán y a la organización islámica libanesa Hizbulá.
El 14 de enero de 2015, cuatro días antes de ser hallado sin vida, había denunciado a Cristina y a miembros de su equipo por supuestamente haber querido encubrir a los iraníes sospechosos mediante la firma en 2013 de un acuerdo con el país persa, que oficialmente buscaba destrabar el caso propiciando una investigación bilateral del ataque.
Horas después de que se encontrara su cuerpo, el fiscal iba a explicar en el Parlamento esa denuncia, en la que afirmaba que el convenio con Irán -que en Argentina se declaró inconstitucional y en el país persa no se llegó a convalidar- escondía un interés en reflotar el comercio entre ambos Estados y a cambio de hacer caer las órdenes de detención internacionales que pesan sobre los iraníes.
Esto siempre ha sido negado por la exmandataria, que está procesada en multitud de causas -entre ellas la del encubrimiento iniciada por Nisman- y se dice víctima de una persecución política y judicial.
“Vine acá y está muerto”
“Buenas noches, necesitaría una ambulancia urgente en la casa de mi hijo. Vine acá y está muerto”, se escucha decir a la madre del fiscal, Sara Garfunkel, en el primer episodio del documental, en el que se difunden imágenes reales de cámaras de seguridad y audios de llamadas telefónicas.
Además, dan su testimonio, entre otros, la primera fiscal del caso Nisman, Viviana Fein -cuya investigación fue acusada de irregularidades- y el polémico e influyente exagente de inteligencia Antonio Stiuso; pero también participan personas del entorno del fallecido y voces oficialistas y opositoras, dando su versión de los hechos y opinando sobre si fue un homicidio o un suicidio.
No falta Diego Lagomarsino, informático y ayudante del fiscal y, junto a los custodios del procurador -a los que se acusa de incumplir su deber de protegerlo-, único procesado como “partícipe primario del homicidio”, ya que era suya el arma que acabó con su vida.
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El colaborador asegura que Nisman le pidió la pistola para proteger a sus hijas por sentirse amenazado.
Más allá de la nueva ‘vida’ que adquiere el enigmático caso, por el momento todo apunta a que habrá que esperar para saber -si alguna vez se sabe- qué llevó al popular fiscal a suicidarse o quién le mató o le indujo a hacerlo. Y en ese caso, si el entonces Gobierno pudo tener alguna responsabilidad.
“Todos saben que es un inmenso disparate”, dijo Cristina hace poco más de dos años.
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