Hablar de Humberto Ak’abal es reconocer a uno de los poetas más grandes que ha concebido la tierra guatemalteca. Un vocero que ha llevado sus letras a Suiza, Alemania, Italia, México, América del Sur, a infinidad de lugares.
Su sencillez y carisma también le acompañaban y era tan impresionante su inspiración que otros idiomas quisieron alcanzar esa esencia al traducir sus pensamientos a diversidad de idiomas que también gozan de sus creaciones.
En sus libros se encuentran con frecuencia dos versiones. Una de ellas es en k’iche, que debe ser magistralmente traducido para alcanzar la profundidad de sus pensamientos y palabras.
Con su muerte sus poemas más conocidos empezaron a compartirse y al amanecer del martes 29 las redes sociales guatemaltecas hacían recordar algunos de los más famosos.
Para saber si Guatemala va por el camino correcto, debería asegurarse de que en
éste se encuentra #HumbertoAkabal (Los poetas no mueren).Dos lágrimas
"Cuando nací
me pusieron dos lágrimas
en los ojos
para que pudiera ver
el tamaño del dolor de mi gente".— Carolina Gamazo Aramendía (@carolgamazo) January 29, 2019
El Mecapal [Humberto Akabal]
Para
nosotros
los indiosel cielo termina
donde comienza
el mecapal— Maga (@lamagagt) January 29, 2019
#HumbertoAkabal pic.twitter.com/P24x3OINfg
— javier payeras (@javierpayeras) January 29, 2019
Pero su legado es grande. El hombre que en 1980 trabajó como barrendero en una bodega de la zona 13, leía en su tiempo libre y desde ahí empezó a trazar sus versos que encapsulan la cosmovisión maya.
Una inspiración que no cesaba
El maestro ha dejado una treintena de poemarios, en infinidad de temas. El primero fue El Animalero, en la década de 1990, que aseguró publicó con el apoyo del poeta Luis Alfredo Arango.
Apenas tres años más tarde nace Guardián de la caída de agua, en 1993. En 1995 viajó a México, donde primero publicó la breve colección Hojas del árbol pajarero y, más tarde, Retoño salvaje, en 1997.
En 1996 se publicó una antología de su poesía en k’iche’ y español: Tejedor de palabras. En 1998 se dio una segunda edición especial, patrocinada por la Unesco y que fue presentada en el Instituto de Cultura Hispánica de la Ciudad de Guatemala por el escritor Mario Monteforte Toledo.
En el 2016 también presentó Paráfrasis del Popol Wuj, en el cual hace una intervención del libro considerado un texto impresionante de los pueblos originarios, una manera diferente para apreciar este legado.
Su más reciente publicación fue Pájaro encadenado. Ahí estaba vendiendo y firmando su libro, sentado en la última Feria del Libro, Filgua, en julio pasado. Una obra definida por el autor como un cuento de terror xibalbaquiano, “lo cual quiere decir que no es como esos espantos de las películas, sino un miedito de niños, un misterio de ancianos, algo que te inquieta pero que al final te deja tranquilo”, describía Ak’abal.
Una de sus últimas apariciones fue en su pueblo de origen, Momostenango, Totonicapán en el Centro Cultural Momostipan. Ahí leyó parte de Pájaro Encadenado.
Se recordarán títulos como Warinaq Balam o Jaguar dormido, De puro pueblo, Otras veces soy jaguar, El pájaro encadenado, Desnuda como la primera vez, Con los ojos después del mar, Detrás de las golondrinas y Kamoyoyik (Oscureciendo). También Raqon chi’aj-Grito, Las Palabras Crecen y Poeta, por mencionar algunos.
Entre sus múltiples premios y reconocimientos están en el 2005 como Caballero de las Artes y las Letras del Ministerio de Cultura de Francia, el Premio de poesía Pier, Paolo Pasolini, en Italia 2004, el Premio Internacional de Poesía Blaise Cendrars de Neuchatel, Suiza, en 1997, el Premio Continental Canto de América, otorgado por UNESCO, México, 1998, solo por mencionar algunos.
Uno de los reconocimientos polémicos fue en el 2003 al no aceptar en Guatemala el Premio Nacional de Literatura Miguel Ángel Asturias, por su convicción de que es un país que aplastó a sus ancestros.
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