Sus aportes son valiosos y es una de las personas que transmiten sus conocimientos con didáctica y paciencia.
En su haber tiene desde una publicación única de un catálogo arqueológico —español-japonés— de las esculturas mayas llamadas “piedras-hongo”, hasta la elaboración, gestión, dirección y obtención de reactivos químicos para varios proyectos de conservación y restauración de pinturas coloniales de Tomás de Merlo.
¿Siendo niño se planteó qué quería ser, o fue durante su edad adulta que todo empezó a tomar sentido?
Nací en el Centro Histórico de la ciudad, el Día de los Inocentes, 28 de diciembre 1948, en el seno de una familia amorosa y solidaria, con mis padres, abuelos maternos y hermanas. Desde niño me sentí atraído por las ciencias, las artes y las letras, en el Colegio Alemán, y pronto decidí estudiar en la Universidad de San Carlos (Usac) para ser químico biólogo. Siempre tuve gran fascinación por el mundo de los seres microscópicos.
¿Cuándo y por qué se sumerge en la historia, llevando una vida paralela entre la naturaleza y esta nueva carrera? ¿Pensó en algún momento llegar a ser parte del grupo selecto de la Academia de Geografía e Historia de Guatemala y qué representó esto en su vida?
Al estudiar y ejercer mi carrera universitaria nunca dejé de interesarme y publicar sobre diversos temas históricos y artísticos, los que facilitó múltiples viajes a todos los continentes, menos Oceanía. Después de obtener mi maestría en Microbiología Médica en la Universidad de Duke. EE. UU., y dedicarme a la docencia, investigación y servicio en Microbiología Médica (Usac, el Instituto Guatemalteco de Seguridad Social zona 9, Hospital Militar, Universidad del Valle de Guatemala y otros lugares—, tuve la fortuna de ser aceptado en la Academia de Ciencias Médicas, Físicas y Naturales, y jubilarme relativamente joven. Entonces mi vida cambió de rumbo y pude dedicarme de lleno a los estudios históricos y estéticos, lo que culminó en 2007 con el honor de ser aceptado en la Academia de Geografía e Historia de Guatemala. Para honrar el nombramiento inicié estudios formales de historia en la UVG.
Al parecer nunca ha dejado de aprender y también estudia Filosofía. ¿Qué ha traído esto a su vida? ¿ha cambiado su propio planteamiento sobre la felicidad?
El ser humano deja de aprender hasta que muere, o al menos esa debería ser su actitud. Pitágoras (siglo VI a. C.) definió la filosofía como “un afán de saber libre y desinteresado o amor al conocimiento”. Sócrates (siglo V a. C.) la definió como “un afán que siente el hombre por saber de sí mismo” —“Conócete a ti mismo”—. Luego su brillante discípulo Platón escribió: “La filosofía es la ciencia de la razón de las cosas; es la más alta ascensión de la personalidad y la sociedad humana por medio de la sabiduría”.
En 2004 viajamos a India. Para profundizar en su milenaria filosofía tomé el curso introductorio en la asociación cultural internacional Nueva Acrópolis. Como me encantó, continué allí hasta la fecha estudiando “filosofía a la manera clásica”, es decir, aplicada a la propia vida. No cabe duda que estos 19 años de estudios ininterrumpidos permiten apreciar la vida desde otra perspectiva, por supuesto, más feliz y con capacidad de perdonar.
Recuerda la primera vez que visitó el árbol del Santo Hermano Pedro, o esquisúchil? ¿Qué le despierta pensar en el trabajo hecho, volverlo a ver florecer, lo que también lo ha llevado a España?
Este tema ha sido muy importante en mi vida en los últimos 35 años. Mi familia paterna, originaria de La Antigua, siempre tuvo gran devoción por el santo Hermano Pedro de Betancur. Visitábamos regularmente El Calvario antigüeño. Me ha cautivado siempre allí el árbol esquisúchil —nombre científico, Bourreria huanita— que él sembró hace 366 años, por su longevidad, belleza y rareza, además de la devoción chapina por recoger sus flores secas, antidepresivas.
En 1988, mi padre, el ingeniero Héctor David Torres, me sugirió que reforestáramos La Antigua con esquisúchiles. Probamos reproducirlo a partir de otros raros ejemplares por los métodos usuales y nada resultó. Entonces asesoré la tesis del biólogo Roberto Flores Arzú, quien manipuló semillas en el laboratorio y probó técnicas avanzadas, y de nuevo nada funcionó. No fue sino hasta 1991 que logramos reproducir un esquisúchil y lo sembramos en la entrada a la tumba del Santo, en San Francisco El Grande. Las décadas siguientes fueron de grandes esfuerzos por lograr su dificilísima reproducción, a partir de esquisúchiles del pintoresco pueblo San Cristóbal El Alto, en una montaña cercana a La Antigua. Posteriormente, las técnicas modernas de clonación han permitido contar con unos pocos ejemplares cada año, los cuales hemos venido sembrando en La Antigua y sus alrededores, en sitios relacionados con la vida del Santo. La consecuencia feliz ha sido sacar a esta especie de la extinción y propagar el recuerdo al Hermano Pedro en iglesias, claustros y parques. Se han creado arboretos de una docena de ejemplares para su preservación y estudio en San Francisco El Grande, el parque central de La Antigua y el nuevo campus de la Universidad del
Istmo (Unis).
Empresa titánica fue llevar 10 esquisúchiles a Tenerife, Islas Canarias, donde nació el santo Hermano Pedro y se le tiene gran fe. Allá los árboles crecen muy bien, sembrados en sitios históricos del santo canario-chapín.
¿Puede contarnos más de su anécdota en Roma?
En 2017 fui invitado a dar varias conferencias en Tenerife. Aproveché el viaje para visitar Roma y hacer un estudio en la misma línea de poner en valor los “verdaderos retratos”. En este caso, el propósito fue estudiar científicamente en los museos de Roma los retratos grecorromanos en mármol de los filósofos antiguos más famosos, que representan la apariencia física que posiblemente tuvieron en vida Pitágoras, Sócrates, Platón y Aristóteles. Se concluyó que el mejor retrato escultórico de Pitágoras está en los Museos Capitolinos, los de Sócrates y Platón en los Museos Vaticanos y el mejor de Aristóteles, en el Palacio Altemps. La parte principal del viaje fue asistir a una audiencia con su Santidad el Papa Francisco, para entregarle en sus manos una copia del libro que considero mi principal aporte al conocimiento y preservación del patrimonio cultural de nuestro país: El tesoro de El Calvario, Patrimonio de la Antigua Guatemala, (Fundación G&T Continental, 2009).
¿Cómo desde sus profesiones científicas usted ha apoyado a la recuperación del arte y qué esperaría a futuro que más guatemaltecos se involucren en estos procesos?
Los análisis químicos y microbiológicos en apoyo a la restauración y el estudio científico de obras de arte diversas ha sido uno de mis grandes intereses. La primer gran experiencia en este campo fue la dirección durante diez años de la restauración de seis pinturas al óleo de Tomás de Merlo, el principal pintor barroco de Guatemala, efectuada por Salterio Estudio-Taller con fondos del programa de Aporte para la Descentralización Cultural, ADESCA.Fue un golpe muy doloroso el sacrílego robo de las pinturas de Merlo de El Calvario, de las cuales solo se ha recuperado una, la cual ya estamos listos para restaurar de nuevo.
También se restauraron las principales esculturas coloniales que se encontraban en El Calvario antigüeño. Todo este conocimiento quedó consignado en el libro mencionado.Conocí más de la aplicación de procesos analíticos de laboratorio a la conservación de obras de arte y documentos antiguos en un congreso especializado en esta temática en Lima, cuando era miembro de la Junta Directiva del Consejo Nacional para la Protección de La Antigua Guatemala (CNPAG). En marzo del presente año, la Academia de Geografía e Historia (AGHG) celebró por todo lo alto su Centenario de fundación con un congreso conmemorativo que se llevó a cabo en la UVG. Allí presenté los resultados de los estudios científicos para conocer la composición y origen de la tinta y el papel del valioso manuscrito de nuestra biblioteca Historia Natural del Reino de Guatemala, escrito en Sacapulas en 1722 por fray Francisco Ximénez, nada menos que el copista y traductor del Popol Vuh.
Para usted, ¿qué representa la familia y quiénes la forman?
Convivir al final de la vida con un núcleo familiar amoroso, unido y exitoso, con un proyecto de vida en común, es, sin duda, el más importante de los logros, que nada sustituye. El ejemplo de unión y afecto familiar vivido con mis padres y cuatro abuelos fue fundamental. Tuve la gran fortuna de casarme muy joven con una mujer maravillosa en todo sentido: Vivian Fuentes Magermans. Su apoyo incondicional de siempre a toda iniciativa y trabajo han sido siempre mi fuente de inspiración y fortaleza. Fuimos bendecidos con tres guapas hijas: Dina, Mariana y Andrea Torres Fuentes, ahora todas exitosas profesionales; estupendos yernos, que son como hijos, y dos nietos. A principios de este año celebramos con toda la familia nuestras bodas de oro matrimoniales.
¿Cómo le gustaría ver a una mejor Guatemala?
Con una sustancial y constante mejoría en la educación a todo nivel. El ser humano con conocimientos, sin duda lucha por mejorar su país con sus contribuciones en todo sentido. En nuestro medio, estudiar en una universidad es un privilegio increíble, al cual tiene acceso un ínfimo porcentaje de nuestra población.
Recientemente organizamos un seminario internacional en San Cristóbal El Alto, Sacatepéquez. Junto a los invitados extranjeros de varios países quedamos asombrados y muy complacidos al ser informados de que su tasa de analfabetismo es cero. Población ejemplar, en donde este esfuerzo educativo se refleja en bienestar, negocios y proyectos de los pobladores. Desafortunadamente, esta situación dista mucho de ser comparable a otros pueblos de la república, debido al enorme retraso educativo a todo nivel, que ocasiona la incontrolable corrupción.
Larga trayectoria
Presentamos parte de los grandes aportes de Miguel F. Torres, desde su profesión, amor y compromiso por Guatemala.
Fundador del Laboratorio Microbiológico de Referencia (Lamir), Facultad de Ciencias Químicas y Farmacia, Usac.
Fundador del Laboratorio de Microbiología Médica, Laboratorio Clínico, IGSS, zona 9.
Estandarización de la bacteriología médica en el país con su Manual práctico de bacteriológica médica.
Contribuyó a la erradicación de la última epidemia de cólera en el país con su Manual de procedimientos de laboratorio para diagnóstico de cólera (OMS).
Confirmó y describió por primera vez en Guatemala cinco enfermedades infecciosas humanas: leptospirosis, isosporosis, pasteurelosis, yersiniosis y nocardiosis pulmonar primaria.
Coautor del primer catálogo arqueológico de piedras-hongo mayas.
Autor de más de cien artículos científicos y nueve libros; el último “Historia del incienso” para Nueva Acrópolis, en preparación.
Codescriptor de una nueva especie de ser vivo no conocida por la ciencia, el hongo Morchella guatemalensis.
Rescató el árbol esquisúchil (Bourreria huanita) de flor grande de la extinción.