Por ello, en El manipulador toma como punto de partida la historia del caso de Rosenberg, quien fue asesinado el 10 de mayo del 2009, luego de dejar un video grabado en el que apuntaba como culpables a las más altas esferas del Gobierno de entonces en Guatemala.
Nueve meses después del crimen, la Comisión Internacional Contra la Impunidad en Guatemala estableció que el abogado planeó su propia muerte y exculpó al entonces presidente, Álvaro Colom, y los demás señalados en el video de cualquier participación en el mismo.
Imagen tomada del video en el que Rodrigo Rosenberg culpa de su muerte al entonces presidente Álvaro Colom.
Debido a estos entramados casi de película, el caso de Rosenberg era el punto perfecto para tejer una historia sobre un acontecimiento un poco raro, pero a la vez divertido y triste, que permite explorar actos ilícitos y de corrupción, así como la famosa impunidad que, a su juicio, impera en Guatemala desde años inmemoriales.
El protagonista de su obra, Guillermo Rosensweig, es un abogado rico y carismático, que muere asesinado a sangre fría una apacible tarde de primavera en la que sale a pasear en bicicleta.
Al igual que el afamado Rosenberg, la víctima sabía a ciencia cierta que iba a morir y pocos días antes había grabado un video en el que culpaba de su inminente asesinato nada menos que al mandatario guatemalteco.
Álvaro Colom, mandatario de Guatemala de 2008 al 2012.
La acusación, que se viraliza a través de la plataforma de YouTube, pone en peligro la estabilidad del gobierno, y durante sus páginas su artífice desvela quién es el autor intelectual del crimen sin dejar de lado ingredientes como las luchas de poder, las traiciones, la corrupción o el amor que condimentan la novela.
Los hermanos, Francisco José y José Estuardo Valdez Paiz, acusados de ser los homicidas intelectuales en la planificación de la muerte del abogado Rodrigo Rosenberg. (Foto Prensa Libre, Hemeroteca)
Es solo ficción
A pesar de las posibles similitudes, Unger puntualiza que los hechos relatados en su obra son ficción y que durante la época de elaboración se separó de cualquier otro tipo de información que no le permitiera escribir lo que él quería “para no infectarse”.
Por ello, le da pena que la gente crea que el libro revela la verdad de entonces.
“Agarro un camino totalmente apartado”, incide este francotirador de palabras, quien reitera que no es historiador, ni periodista, ni sociólogo, solo un novelista que intenta enganchar al lector desde la primera a la última página porque, a través de la ficción, también se pueden sacar moralejas.
No obstante, si reconoce que, bajo su lupa, el objetivo obvio de Rosenberg era iniciar un golpe de estado para derrocar a Colom.
“Esta es la historia de Guatemala desde la década de 50”, lamenta consternado, pero expresa su alegría porque al final todo resultara un fracaso.
Unger, que se define a sí mismo como un “guatemalteco agringado” tras tener que dejar el país con tan solo cuatro años, asegura que una parte de la sociedad en Guatemala vive en burbujas cerradas para no enfrentarse a la realidad del país, un hecho que favorece a los que ostentan el poder, que siguen manipulando a su antojo.
“No quieren ver lo que está pasando”, critica, aunque apostilla que su objetivo no es “dar lecciones o regañar” sino despertar a la ciudadanía.
Habla de manifestaciones
Por ello, ve con buenos ojos los últimos casos de corrupción desarticulados en el país y las manifestaciones que, desde el pasado 16 de abril, se suceden cada semana para clamar por una purgación del sistema.
“Por primera vez en muchos años creo que es algo muy saludable, pero, ¿hasta dónde va a llegar?”, se cuestiona a sí mismo Unger, para luego responder que lo importante es no ceder a distracciones, no cansarse durante el combate y no olvidar los hechos.
Unger, afincado en Estados Unidos desde niño, manifiesta que vivir fuera de Guatemala le ha ayudado a poder escribir sobre determinados hechos con cierta distancia, incluido este, donde juega con la oscuridad para evidenciar la corrupción y la falta de honestidad.