La acción se inicia a partir de que Tintín compra un pequeño barco, previo regateo, en un mercado callejero. Resulta que la nave es pretendida por otras personas, quienes ofrecen al periodista más dinero del que pagó; de inmediato entiende que el recién adquirido juguete es especial, y se niega a venderlo. En efecto, algo se esconde en el navío, y los interesados no pararán hasta obtenerlo.
Se trata de la clásica historia de resolución de un misterio, en donde el héroe hace gala de su valentía e ingenio para adelantarse al villano de turno. La cinta conserva el espíritu de las tiras cómicas que aparecieron a partir del segundo tercio del siglo XX; de hecho, el cómic original circuló entre la década de 1930 y de 1960.
La habilidad de Spielberg para crear productos de entretenimiento es innegable. Tampoco se puede negar que tiene la suficiente maestría para construir universos y conseguir que el espectador se sumerja en ellos.
A medida que el filme avanza aparecen personajes como el capitán Haddock, quien se convertirá en el personaje central del misterio; Zakharine, el villano; Hernández y Fernández, los detectives de la Interpol, quienes ayudarán a encontrar la solución; entre otros. No puede faltar, por supuesto, el fiel amigo de Tintín, el hiperactivo fox terrier Milú.
El secreto del unicornio es un festín de imágenes. Producciones como esta hacen que se agradezca la existencia de la tecnología 3D. La sucesión de escenas en tiempo presente y otras en flashback son capaces de producir en los mayores una especie de efecto Ratatouille visual, por medio del cual la imaginación se transporta a la infancia. Para los pequeños, o para quienes no estén familiarizados con Tintín, se da la posibilidad de ingresar en un mundo de entretenimiento y humor.
Al echar mano de todo su oficio, ayudado por la tecnología; apoyado en un excelente guión de Steven Moffat, Edgar Wright y Joe Cornish; y acompañado puntualmente por la música de John Williams, Steven Spielberg logra una película que vale la pena ver. Se estrena hoy.