Archila asegura que su más grande golpe de suerte ocurrió cuando era joven y decidió situarse de por vida en el universo de las plantas. Además del involucramiento curioso y atento frente a la naturaleza que desarrolló junto a su papá cuando este decidió crear “la versión del Arca de Noé pero con orquídeas”, Fredy siempre supo que su lugar de militancia estaría en el campo investigativo.
“Yo de forma temprana sabía que me quería dedicar al estudio, a la parte filosófica de la ciencia natural, que al final es la investigación”, asegura Archila. De esa cuenta, en 1989 decidió mudarse a Guatemala desde Cobán (Alta Verapaz) para conocer más de sus inquietudes en la Escuela Nacional de Agricultura (Enca). El investigador infiere que su hogar habría sido una primera escuela de vida donde conoció principios básicos de la botánica, sin embargo, fue en la Enca donde a temprana edad le fueron dadas sus primeras nociones técnicas y científicas sobre el reino vegetal.
A los pocos años se enlistó para estudiar Agronomía. Su convicción lo llevó a profundizar en el conocimiento de las plantas e incluso se especializó en latín botánico. Con el tiempo, estos andares lo dirigieron hasta el lugar donde empezó a dedicarse como revisor de publicaciones científicas de distintas latitudes, así como también empezó a compartir en la Sociedad Estadounidense de Taxónomos Vegetales, una organización que existe desde 1935.
Cuando Fredy Archila concluyó sus primeros estudios universitarios decidió regresar a Cobán en 1992. De nuevo en su hogar, y a pesar de la euforia provocada por el hervidero de ideas que traía de Guatemala, Fredy notó por primera vez las complejidades que asechan la democratización del conocimiento en las instituciones y publicaciones educativas.
“Luego de estudiar más sobre este tema, me di cuenta de la necesidad por generar investigación. Noté que varios datos sobre plantas del país estaban mal. Hubo gente que sin conocimiento botánico le había dado nombres a plantas que ni siquiera existieron. Esto aparecía en la literatura científica. De ahí en adelante, mi compromiso fue mayor”, asevera Archila desde su despacho que se encuentra tamizado de fotografías e ilustraciones con gran variedad de fauna.
Pasada la década de 1990 Fredy empezó a trabajar la “Estación Experimental de Orquídeas de la Famlia Archila”, hoy conocida como Archilarum, una especie de extensión del jardín botánico que el padre de Fredy habría propuesto hace más de tres décadas. Actualmente, este espacio familiar de investigación cuenta con cerca de 35 mil orquídeas que se exhiben al público general y que llegaron al refugio botánico luego de ser rescatadas de los bosques nubosos.
Dentro del milésimo catálogo destaca, por supuesto, la Monja Blanca o la que Fredy ha asegurado como “la joya del bosque”. Establecida como símbolo nacional en 1934, esta orquídea blanca se transformó en convicción central de Archila desde hace más de doce años cuando en un revista francesa, propuso el nuevo nombre científico para la flor nacional: Lycaste virginalis forma alba (Dombrain) Archila & Chiron; uno más acertado, según infiere el botánico.
Archila también comenta que en el pasado fueron varios los autores que se equivocaron a la hora de nombrar la Monja Blanca. Entre ellos, destaca a investigadores que participaron desde la Universidad de Harvard. “En las investigaciones hemos descubierto que hacían falta noticias y que muchos nombres eran erróneos. De eso viene la necesidad de corregir los datos”, recuerda el investigador quien al presente funge como editor de la revista botánica Guatemalensis y quien ha escrito más de 225 artículos científicos en medios internacionales.
En la publicación francesa de 2011 en la que Archila propuso el nuevo nombre de la Monja Blaca, también informó al mundo sobre extinción de este “símbolo patrio” debido a la destrucción de los bosques nubosos y a la extracción que sufren estos. Al mismo tiempo que el botánico presentaba este artículo, lideraba junto a un equipo de colegas investigadores, así como familiares y miembros de la Estación Experimental de Orquídeas, una misión para devolverle a Guatemala su flor nacional.
“(…) lo primero que hicimos fueron pruebas moleculares para determinar la trazabilidad de las plantas y tener certeza de que se trataba de una monja blanca y no un híbrido. Después de este proceso y reproducción, se hizo un estudio cartográfico para ubicar lugares potenciales para su crecimiento. Entonces escogimos dos áreas, una en una comunidad y otra en una finca privada. Ambas con seguridad, bosques sanos y personas con conciencia de conservación. A partir del 2017, la monja blanca nuevamente crece en los bosques de Guatemala, seguimos investigándola y reproduciéndola”, relataba Archila en una entrevista del 2020.
Seis años después de aquel primer brote experimental de Monjas Blancas, Fredy Archila volvió a Guatemala el pasado 18 de agosto para recibir la Orden del Quetzal luego de sus años dedicados al estudio de la orquídea más simbólica del país. De esa cuenta, el cobanero se convirtió en el primer investigador de la rama científica en ser premiado en más de 15 años dentro de la Orden.
Frente a la pregunta sobre cuál cree que es el mensaje de este premio para la historia del país Fredy Archila responde: “Lo importante es que vamos abriendo brechas a los que vienen atrás. No somos muchos botánicos, pero vemos que hay mucha promesa en los jóvenes. Creo que el premio es importante porque hace más visible la ciencia en un país donde todo es muy subjetivo, y donde la interpretación de la naturaleza y todo es muy del realismo mágico”.
A propósito de esta labor investigativa, Fredy apunta que aún quedan cosas cosas por seguir trabajando. En la actualidad su familia y colaboradores de la Estación Experimental de Orquídeas trabajan por la “democratización” de la Monja Blanca, a través de actividades como su exposición en centros comerciales o la difusión de sus datos en la virtualidad.
¿Por qué dedicar una vida a la Monja Blanca? A decir del investigador y condecorado con la Orden del Quetzal este 2023, la intencionalidad en su práctica busca re-conocer las investigaciones locales. “En primer lugar, esta insistencia se ha debido a los errores de los extranjeros que habían escrito sobre las orquídeas, en general. Yo tenía en mis manos las plantas, los materiales y el conocimiento. Entonces, vi la necesidad de sugerir una corrección de varios errores graves”, refuerza Archila.
Para el investigador, el hecho de haber recibido el máximo premio cultural del país supone un tramo extenso por caminar: “Creo que estamos en el camino de ir entendiendo cómo podemos fortalecer esto, pero también creo que este premio puede ser una carta de presentación para que podamos encontrar un poco más de apoyo. Mi historia y la de mi familia ha sido de tocar puertas y muchas de estas se me han cerrado en la cara. Otras han sido abiertas y creemos que hemos llegado a tener bastante impacto. Por eso quisiéramos que estas investigaciones fueran más grandes”, concluye el investigador cobanero.