La gente se detiene en las aceras. Hay bocinazos, porque hasta los conductores, que esperaban el verde se han quedado a ver. Es la calle, a la vuelta del Congreso. ¡Yo le pagué!, reclama el del chaleco. ¡Pero eso no es cosa mía!, alega el Lic. que empieza a darse cuenta de que unos 50 pares de cámaras humanas los miran.
Bocinazos. Llega un policía y casi arresta al que tiene la cartera en la mano, pero el profesional ve a los lados y quiere bajarle intensidad al asunto. Los jala hacia la puerta de un edificio de oficinas. ¿Para qué quiere que entre?, dice el furioso desconfiado. ¡Venga, aquí lo arreglamos!, dice amablemente el licenciado. Uno de los curiosos le explica a otros lo que parecía un asalto, cuenta quién parecía asaltar a quién, pero hasta aquí no lo sabemos bien.