Escenario

Jayro Bustamante y María Mercedes Coroy: Los rostros del exitoso cine guatemalteco

El director y la actriz hablan del poder de transformación en las historias, el imaginario social y La Llorona.

Jayro Bustamante y María Mercedes Coroy conversan acerca del cine y Guatemala para Prensa Libre.

Jayro Bustamante y María Mercedes Coroy en Japón, durante el estreno de La Llorona. (Foto Prensa Libre: Cortesía La Casa de Producción)

Durante estos días, Jayro Bustamante logra hacer un espacio cada 15 minutos para recibir desde su hogar —y en la distancia— a medios de comunicación de todo el mundo.

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Estos lo buscan con motivo de una entrevista para preguntarle por esa noticia que recibió el pasado 3 de febrero, cuando la Asociación de la Prensa Extranjera de Hollywood le informó que era el primer cineasta guatemalteco y centroamericano en lograr que una de sus historias obtuviera la nominación como mejor película de habla no inglesa en los Globos de Oro.

En La Llorona, filme de drama social y psicológico que aborda los fantasmas del conflicto armado interno en Guatemala, Bustamante tejió una historia desde el suspenso para abordar cómo el insulto “comunista” —dirigido a quienes velan por los derechos humanos, según cuenta— sigue presente en las dinámicas del país.

El éxito fílmico ha sido inevitable para Bustamante y su equipo de producción. La Llorona les ha merecido un extenso recorrido en festivales y certámenes alrededor del mundo, desde su estreno en 2019.

Dos años después, en 2021, y a una semana de la 78 edición de los Globos de Oro, el cineasta dice que se siente emocionado y con mucho aprendizaje luego de haber entrado en las páginas de la historia del cine guatemalteco y mundial.

Después de captar la atención del cine internacional, ¿cuál es el mensaje que desea enviar al mundo con la historia La Llorona?

Creo que lo más importante es que nuestras historias se cuenten internacionalmente. Por muchos años hemos sufrido un silencio impuesto, sobre todo en las artes.

Es el momento para percatarnos de que si la gente está validando internacionalmente nuestras historias y la manera en que las contamos, deberíamos ayudar a que más relatos salgan a la luz.

Estamos siguiendo la escritura de una historia, con un montón de páginas en blanco que no se habían llenado. Jayro Bustamente.

¿Cuáles son esos silencios que considera motivos para llorar en Guatemala?

Vivimos la enfermedad madre de nuestros problemas, que es la discriminación. Pensamos como sociedad segmentada, una donde se cree que existen seres inferiores. Esto es lo que más me hace llorar, porque no permite el desarrollo.

No tenemos un punto de vista empático ante nuestra propia gente. No necesitamos salir del país para ser discriminados.

Bustamante es publicista y cineasta.
Jayro Bustamante se inició profesionalmente en la publicidad, la cual se complementó con estudios cinematográficos y de guion en Francia e Italia, respectivamente. (Foto Prensa Libre: Cortesía La Casa de Producción)

Por otro lado, ¿cuáles considera que son los motivos que despiertan una esperanza en el país?

Como guatemaltecos, sobre todo los de mi generación y algunas pasadas, debemos hacer un recuento de los hechos para darnos cuenta de todo el daño que hemos causado por seguir perpetuando nuestra manera de vivir, entre esta los insultos y las diferencias.

Tenemos que dejar de formatear a los jóvenes bajo nuestros pensamientos y esperar a que ellos hagan algo mejor.

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¿Y es ahí donde el cine se vuelve una herramienta transformadora?

Creo mucho en el cine como herramienta de aprendizaje y de comunicación. Para entender la relevancia que podría tener el cine en el país, creemos que necesitamos estudios que nos demuestren cuánto logramos vender con eso.

Tenemos que entender la potencia del cine y servirnos de ella para cambiar.

Tomando en cuenta estas reflexiones, ¿cómo lo han cambiado las películas que ha realizado durante los últimos años (Ixcanul, Temblores y La Llorona)?

El cambio personal viene de los procesos de crear estas películas. En el cine tenemos una ventaja muy grande comparada con las otras artes, y es que es un arte independiente; es colectivo.

Para hacer una película podemos llegar a ser dos mil personas trabajando. Eso quiere decir que hay dos mil cabezas creativas aportando para una cosa. Sin duda, cuando las personas están concentradas y están haciendo bien su trabajo, se aprende muchísimo.

Los artistas están persiguiendo problemáticas y dándose cuenta de las ciencias sociales. El arte lo único que da es libertad.

Respecto de la etapa de premiaciones que viven actualmente con La Llorona, ¿qué es lo más emocionante?

Ha sido de mucho aprendizaje porque es la primera vez que el país y la región centroamericana llegan tan lejos. Además de estar aprendiendo cómo funciona la industria, es muy emocionante entender que el camino se logró y que otras películas lo van a poder seguir después.

¿Considera que este acontecimiento amerita una responsabilidad?

La responsabilidad es llegar a tener la capacidad de poder traer más proyectos a Guatemala, seguir generando este crecimiento y de pensarnos como un país al que todos puedan ver y estar al tanto de lo que vaya a hacerse aquí. El trabajo de tantas personas se está volviendo un fruto.

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¿Siente que se está reescribiendo la historia del país en el cine con los logros cosechados desde La Llorona?

Estamos siguiendo la escritura de una historia, con un montón de páginas en blanco que no se habían llenado.

¿Por dónde podrían iniciar las personas que quieren hacer cine y qué deben hacer para contar historias memorables?

Creo que la formación es muy importante para los que van a empezar. Me doy cuenta de que los jóvenes suelen pensar que como hay cineastas que se hicieron de la nada, esa es la regla, pero es falso. Esto es un oficio.

Creo que la academia forma profesionales y es importante que lo hagamos, y es indispensable que tengamos una formación real de cine para crear cineastas guatemaltecos.

¿Cuáles cree que son las motivaciones que podrían seguir los futuros narradores de historias?

Cada persona puede contar la historia que le guste. Eso es lo mágico del arte. En el fondo siempre ha sido uno de los universos más avanzados. Los artistas están persiguiendo problemáticas y dándose cuenta de las ciencias sociales. El arte lo único que da es libertad.

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En una misma dinámica de ajetreo y emoción como la experimentada por Jayro Bustamante durante las últimas semanas, la actriz María Mercedes Coroy abre un espacio para dialogar acerca del gran momento en el que ella también se encuentra, luego de figurar con uno de los roles principales en La Llorona.

En la película, la actriz maya kaqchikel interpreta a Alma, una trabajadora doméstica que llega a la casa del general retirado Enrique Monteverde. En el domicilio, Alma encarna la metáfora del relato de la mujer que llora por haber perdido a sus hijos.

Coroy es actriz de origen maya kaqchikel.
Desde niña, María Mercedes Coroy se involucró en expresiones culturales, lo cual despertó su gusto por las artes. Su primera experiencia como actriz en cine fue la película Ixcanul. (Foto Prensa Libre: Cortesía La Casa de Producción)

Fuera del personaje, María Mercedes confiesa que la experiencia de interpretar un rol como el de Alma —o el de María en Ixcanul, la primera película de Bustamante en la que actuó— ha ameritado mucha investigación, pero también otra manera de enfrentarse con la realidad guatemalteca.

Las actuaciones de Coroy le han valido reconocimientos como la Orden de las Artes y las Letras del gobierno de Francia que recibió en enero de este año, y del cual asegura se desprende una responsabilidad por visibilizar desde el arte las luchas de los guatemaltecos.

Luego de representar a Alma en La Llorona, ¿cuáles cree son los motivos que hacen llorar a Guatemala en la actualidad?

Hay motivos muy fuertes, como la corrupción, la misma violencia contra las mujeres y las desapariciones. No podemos ser ajenos a ese dolor.

En Ixcanul y La Llorona interpreta a mujeres a quienes les arrancaron la maternidad. ¿Cómo ha sido encarnar esas experiencias en la pantalla?

En el momento en que una actriz interpreta a un personaje no se sabe cuál será la magnitud, hasta que se vive en cuerpo y alma. Luego, encarnar a estas personas a las que les arrebataron los hijos, creo es algo que no puedo imaginar en la vida real. Es como la Llorona: perdería la razón porque seguramente es un dolor muy grande.

¿Qué reflexiones le han dejado estas actuaciones?

En la parte profesional, toca prepararse mucho estudiando las historias. Pero, sobre todo, está la experiencia propia. De alguna manera, se sabe de estas cosas por algún vecino que lo vivió o por el contexto.

En el caso de Ixcanul, se habla de la limitación de un centro de Salud cerca de donde viven los personajes. Esto es algo que me reflejaba a mi pueblo, Santa María de Jesús. No podría ser ajena a lo que se vivía en la película, donde también se habla de la falta de transporte, energía eléctrica y agua potable. Las carencias que vive un pueblo no son como pintadas por obra de magia por el cine. Es una realidad que también he vivido desde pequeña.

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Y que ha también vuelto a experimentar desde el arte.

Sí. Algo que siempre me ha encantado es la actuación. Puede que haya días en que esté cansada o que tenga toda la presión porque vengo de grabación, pero el entusiasmo, el amor de hacer lo que me gusta está ahí. Eso hace que las cosas fluyan de la mejor manera.

¿Qué originó su deseo por actuar?

Siempre pensé: ¿Cómo me vería en la televisión? Quisiera estar ahí. Y, ¿cómo hago para entrar ahí? Fueron curiosidades que en su momento no quise definirlas ni buscar cómo entrar. Tomé un rumbo distinto que era el teatro y desde la primaria hasta la juventud me dediqué a eso. Me encantaba.

En una organización que me involucré, llamada Pastoral Indígena, teníamos presentaciones con danza. Era feliz danzando y actuando, porque hacía las dos cosas al mismo tiempo.
Eso me fue impulsando y, sin querer, llegué a conocer a Jayro, por Ixcanul. Es algo que agradezco mucho.

En el país siempre habrá dificultades, pero también es obligación nuestra desde las artes hacer ver distintas cosa. Si tenemos el cine o el teatro para hablarlo, hagámoslo.

Seis años después de haber debutado en esa película, ¿cómo ha experimentado ser el rostro del cine más exitoso de un país que no deja de ser racista?

Es triste y lamentable que primero debamos tener el respaldo internacional para hablar de estos temas, cuando debería ser al revés. Si hablamos de la educación, esta tiene que venir desde el hogar e ir hacia afuera. Debemos tener estos temas de discusión.

¿Cree que es viable abordar esos temas desde el arte?

Sí. Lo he visto desde el teatro, aunque también está la educación y la formación que están en el diario. Esto me ha hecho crecer como persona. Me llena de mucho pensamiento, y creo que eso es lo que nos hace seguir adelante y dar pasos firmes.

En enero recibió la Orden de las Artes y las Letras por parte del gobierno de Francia. ¿Qué significó para usted?

Mucho. Creo que queda una satisfacción por decir: estoy haciendo cosas que son visibles. La gente se está dando cuenta del valor y el potencial que tenemos muchas personas. A la vez, implica una responsabilidad enorme que no me asusta, sino que me alegra porque me reta a dar más.

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¿Cuál es el mayor reto que ha asumido desde la actuación?

El reto es ser feliz con lo que hago. En este mismo tema, y para Guatemala, creo que queda el reto para que haya nuevas generaciones de niñas que tengan las puertas abiertas y que sean capaces de hacer más cosas.

Se debe perder el miedo que pueda haber y la duda de que si somos capaces o no. Retarnos a nosotros mismos es una muestra de todo lo que pueda llegar a suceder.

¿Cuán importante cree es transmitir un mensaje político desde el arte?

En el país siempre habrá dificultades, pero también es obligación nuestra desde las artes hacer ver distintas cosa. Si tenemos el cine o el teatro para hablarlo, hagámoslo.

¿Cuáles son las esperanzas que cree surgen de estas reflexiones para Guatemala?

Que algún día dejemos de ser racistas, porque es un tema que sigue existiendo. Esto es algo que no nos deja ver más allá de un país propio y con equidad. Está en palabras, pero no en hechos. Las oportunidades deberían estar para todos.

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