Qué es un mito
El mito se entiende como el relato de una historia sagrada de acontecimientos ocurridos en el comienzo de los tiempos, en los cuales participan seres divinos o héroes, se refiere en Leyendas de Guatemala: mitos, imaginario colectivo e identidad, de María Inés Xet Monzón (2016).
Son relatos donde se cuentan diversas apariciones repentinas de lo sagrado en el mundo real. Son irrupciones que desencadenan la aparición del cosmos (vida vegetal o humana); por ejemplo, en los mitos cosmogónicos de creación del mundo, del hombre o de los de la fecundidad de la tierra.
El Popol Wuj, libro sagrado maya-quiché, es una obra sugestiva, llena de narraciones referentes a mitos indígenas. De todos los pueblos americanos, los quichés de Guatemala son quienes han dejado los ejemplos más importantes de su mitología y de sus tradiciones sagradas. “El Popol Wuj Es un tratado de mitología histórica —con personajes como dioses, semidioses, héroes, gobernantes, señores, sacerdotes y gente del pueblo—“, expone el investigador Luis Villar Anleu, en su artículo Aproximación crítica a los alimentos y comidas del Popol Wuj (partes I y II), Revista Tradiciones (2013).
A lo largo del tiempo, en cada región de Mesoamérica, se narraron incontables versiones de estos mitos que, en su mayoría, se transmitieron en forma oral, indica Oswaldo Chinchilla, en su libro Imágenes de la mitología maya (2011).
Qué es una leyenda
Por otro lado, la leyenda representa una narrativa en la que un hecho histórico aparece modificado por la imaginación popular. Es importante mencionar que es transmitida de generación en generación y que la historia contada es siempre modelada por lo maravilloso. Puede tener como protagonista un personaje, un espacio misterioso o un acontecimiento.
Las leyendas de origen mágico o mitológico surgen como medio natural para expresar temores y encontrar respuestas a incógnitas que el hombre en un estado precultural es incapaz de comprender. Las leyendas configuran el marco étnico y geográfico en el que transcurre el largo proceso cultural de las grandes civilizaciones americanas.
Las leyendas poseen la cualidad de trascender los límites de la geografía, la cultura y la lengua. Desde tiempos inmemoriales de antepasados mayas, este género funde un hecho de una realidad histórica con una interpretación fantástica. Este tipo de relación mítico-legendaria ha sobrevivido en la literatura popular guatemalteca, donde el folclor tiene un lugar especial en la literatura culta, señala Xet Monzón.
1. El Sombrerón
Se le conoce como Tzipitío, Tzipe, Sombrerón o Duende. La palabra tzi viene del quiché y se traduce como perro. Aunque podría provenir del náhuatl tzitzimitle, que significa demonio. El Tzitzimite es “un hombrecito muy pequeño, vestido de negro, con un gran cinturón muy brillante. Tiene un sombrero negro, pequeño también, y unas botas con tacones que hacen ruidito”. A este personaje le gusta “subirse a los caballos y hacerles nudos en la cola y en las crines. Estos nudos, que son así de menuditos, ‘cuesta un bigote’ deshacerlos’”.
Al Tzizimite también le agrada perseguir y molestar a las mujeres de pelo largo y ojos grandes. Cuando le gusta alguna muchacha, no la deja ni a sol ni a sombra: se le aparece en las noches cuando está dormida, y después de haberle enredado el pelo, le baila y le canta con su guitarra. De acuerdo con la idea popular, el Tzizimite tiene la altura de un dedo de la mano y cabe escondido en la almohada. Es un espíritu juguetón y doméstico. Su sombrero es tan grande que tiene que arrastrarlo, recorriendo a la hora del crepúsculo ciudades y campos. Cuando encuentra a la mujer de sus amores, amarra sus mulas al primer poste que encuentra, descuelga su guitarra que lleva al hombro y empieza a cantar y bailar.
2. La Llorona
La Llorona, a quien describen como una mujer vestida de blanco, se aparece, por lo regular, en lugares con alguna afluencia de agua como ríos, lagos o lagunas. Las personas narran que era una mujer que sufrió un delirio mental y ahogó a sus hijos. Como castigo de Dios, vaga por la eternidad buscándolos, y hay más de alguien que escucha su terrorífico grito “¡Ay mis hijos!”. En la actualidad, dicha narración se ha ido transformando y adaptando como un tipo de denuncia hacia el maltrato que reciben las mujeres. Según narraciones de habitantes de Amatitlán, La Llorona era una mujer que era víctima constante de violencia por parte de su esposo, hasta que llegó el día en que los golpes fueron tan severos que acabaron con la vida de la pobre mujer. El marido, para ocultar su crimen, la lanzó al Lago de Amatitlán, y luego huye con sus hijos hacia la capital. El alma de la pobre madre no descansa en paz, por lo que siempre se le escucha gritando desconsolada en búsqueda de sus hijos.
3. La Siguanaba
El nombre de Siguanaba se deriva de tziguán, que significa barranco en quiché. La Siguanaba se hace seguir por los hombres y luego de una larga persecución, los pierde en algún barranco. No muestra la cara, pero lo hace cuando ya se ha “ganado” —arrebatado el alma— al hombre quien se perturba al ver que es de caballo. Cuentan en la colonia El Incienso, zona 3 capitalina, que Juan, un albañil que emigró del Quiché, cada vez que recibía el pago de la semana, se lo gastaba en licor. Un día, rumbo a su casa, ubicada cerca del tanque que abastecía de agua a la referida colonia, iba caminando rápidamente bajo los efectos del alcohol. Un vecino interrumpe su andar y le pregunta: “Vos, Juan, ¿a dónde vas con tanta prisa?”, a lo que él responde apenas articulando palabras: “Mirá, esa hermosa mujer me está llamando, voy a ver para qué me quiere. ¡Está rechula!”. El vecino se quedó pensando que Juan estaba viendo visiones. Al otro día, encontraron al pobre Juan ahogado en un lugar que los lugareños llaman “la presa”. Esta es la leyenda de la mujer que llama a los hombres borrachos y mujeriegos para “ganárselos” y perderlos por los barrancos.
4. El Wiin
Sobre leyendas relacionadas con el diablo, en el municipio de El Asintal, Retalhuleu, cuentan que hay hombres que invocan al diablo en rituales llevados a cabo en el cementerio de la localidad, que consisten en oraciones y danzas, en las que giran el cuerpo hacia delante y hacia atrás. Cuando el diablo aparece, le puede conceder a la persona el don de la transformación, para que le permita robar animales de patio, objetos de valor o molestar a las mujeres, especialmente, a las solteras o a las casadas que se quedan solas porque el esposo emigró hacia Estados Unidos. A ese hombre se le conoce como El Wiin. Algunos lugareños lo han visto transformado en forma de perro, sentado en medio de la carretera. Se le reconoce por sus ojos que no son de humano ni de animal, sino dos bolas de fuego que atemorizan a quien lo ve.
5. El Cadejo
Es el espíritu que cuida el paso tambaleante de los borrachos. Guardián de los hijos de Baco, “es un animal en forma de perro negro, lanudo, con casquitos de cabra y ojos de fuego. Su tarea es perseguir y cuidar que no les pase nada a los ‘bolos’ que se quedan tirados en las calles. Sigue a los que están en peligro y los deja cuando este ya ha pasado”. Pero si bien El Cadejo es un espíritu protector, debe tenerse cuidado con él, pues al beber demasiado y con frecuencia, “lo puede ‘trabar’, pues si se lo encuentra a uno tirado y le lame la boca, ya lo ‘jodió’ para siempre, pues entonces uno jamás se compone. El Cadejo acostumbra a seguir por nueve días al hombre que le ha lamido la boca y no lo deja en paz. No es un espíritu perjudicial. No ataca, sino solo en casos extremos, por lo que no es motivo de pánico encontrarse con él. Hay plegarias específicas para atraer la gracia protectora de El Cadejo. En Petén aparece como cadejo blanco, que cuida a las mujeres. Por esa zona El Cadejo “es un chucho blanco, lanudo y grande, que acompaña a las mujeres cuando van a acarrear agua”.
6. La Tatuana
Es una de las más bellas leyendas del folclore narrativo de América. Según versiones del folclor histórico, La Tatuana era una mujer real que vivió en época colonial y en la década de 1830, durante el gobierno de Rafael Carrera, según la obra Leyendas populares de aparecidos y ánimas en pena de Guatemala, de Celso Lara (2002). Era una bruja condenada por la Inquisición a ser quemada viva en la Plaza Mayor de Santiago de Guatemala, que fue arrestada por orden del Capitán General y encerrada en una bartolina. “La Tatuana pidió una gracia: que le fuera entregado un pedacito de carbón. Así lo hicieron los soldados. Al tener en sus manos el trozo de carbón, dibujó en la pared un barquito, se subió en él y voló por entre los barrotes. Al entrar los guardias para llevarla a la hoguera, lo único que encontraron fue un terrible hedor a azufre. Se la ‘había ganado’ el diablo”, se expone la obra. Era una bruja que dominaba todas las artes de la magia negra y era amiga del demonio. En el siglo XIX la leyenda tenía plena vigencia. El historiador Antonio Batres Jáuregui hizo mofa de ella diciendo que era uno de esos espantos que no solo quitaba el sueño a los niños sino también a los adultos.
7. La gitana Vanushka
Las leyendas también se han inspirado no solo en eventos del más allá, sino en la pena o dolor de un personaje que vivió en la realidad, como el caso de la gitana Vanushka, en Quetzaltenango. Cuentan que ella era una hermosa mujer, alta, de tez blanca y ojos claros, y que se estableció en el país junto con su familia de gitanos que entretenían a la población con espectáculos circenses. A una de las presentaciones asistió el hijo del gobernador de la región, quien se enamoró de ella. Le prometió casarse y formar una familia, pero, al final, la abandona. Muere acongojada por el despecho amoroso y como recompensa, la Virgen del Rosario le concede el don de abogar por los enamorados para les ayude a encontrar el amor verdadero, que ella no gozó. La tumba de la gitana Vanushka, en el Cementerio General de la ciudad altense, es muy visitada por los enamorados, quienes le llevan flores.
8. La creación del hombre, según los mayas
Un mito antropogénico narra la aparición del ser humano, quien puede ser creado a partir de cualquier materia viva (planta o animal) o inerte (polvo, lodo o arcilla). Por lo general, están vinculados a los mitos cosmogónicos.
Al principio de los tiempos, según el Popol Wuj, se dispuso hacer el hombre y se buscó el material que debía entrar en su carne. Los Progenitores, los Creadores y los Formadores se reunieron, discutieron, reflexionaron y pensaron cómo debía ser el aparecimiento de la humanidad en la superficie de la tierra. Luego de dos intentos fallidos, el primero, con barro, y el segundo, con madera de tz’i t e’ y cibaque, el tercero, es exitoso con maíz. Decidieron y descubrieron que la carne del hombre debía ser de las mazorcas amarillas y mazorcas blancas, provenientes de Paxil-Cayalá — lugares legendarios que brindaron a la humanidad frutos naturales, base de su subsistencia y desarrollo económico—. La diosa Ixmucané molió el maíz en piedra y con la masa resultante moldeó a los seres humanos, pensantes y con la capacidad de adorar a los dioses. Los dirigentes B’alam K’i t ze’, B’alam Aq’a b’, Majukutaj e Iq’i b’alam son los hombres hechos de maíz, los primeros seres humanos creados.
La importancia del maíz surge en tiempos precolombinos y prevalece en la actualidad. Por ello, a los guatemaltecos, de manera coloquial, se le llama “hombres de maíz”.
9. El mito del diluvio
En la visión clásica del mito de la inundación, según los mayas, el protagonista era un ser monstruoso con forma de cocodrilo celeste y que arrojaba por su boca un copioso torrente de agua, cargado de elementos con los que produjo la inundación de la tierra. Luego de ser decapitado y detenida la inundación, sobre su cuerpo se colocaron los cuatro árboles del mundo para levantar y sujetar el cielo. Las fuentes coloniales aclaran que, después, un ser sobrenatural pisó la espalda del reptil. Esta acción se ha interpretado como una fecundación que marcaba el comienzo de un nuevo tiempo. La secuencia del mito es decapitar, que representa la muerte y fin del caos, y la acción de pisar, reorganización del nuevo mundo. Los señores mayas prehispánicos, al subir al trono, se visualizaban como héroes míticos que mataban al saurio, responsable de la inundación —caos— y como fundadores de un nuevo mundo. El degollamiento del caimán cósmico, que simboliza el fin del caos, fue marcado en el año 3298 antes de Cristo, “una muerte necesaria para el ordenamiento del cosmos”.
10. El Dueño del Cerro
Es una de las manifestaciones sobrenaturales más importantes en Mesoamérica, con fusión de elementos de la cosmovisión indígena autóctona y de la cultura hispánica. En Guatemala, los indígenas mayas de las tierras altas creen, según la tradición oral, en la existencia de un Dueño o Guardián del Cerro. Entre las comunidades mayas se encuentra ampliamente difundido el concepto de que hay un espíritu en cada elemento de la naturaleza; así, hay un espíritu o dueño del maíz, de los diferentes cuerpos de agua o de los animales. También, las colinas, los cerros, montañas o volcanes tienen su espíritu, siendo el “dueño” de cada uno de esos espacios, un personaje que no pertenece al mundo de los hombres, pero mantiene contactos de diversa índole con él. Sus características varían en cada región, pero, en general, es hombre, habla el idioma local, no tiene aspecto definido, pero tiene apariencia de ladino rubio y de ojos azules, con vestuario elegante, aunque también puede aparecer en forma de culebra gigante o con cuernos.
Habita dentro del cerro, tiene poderes sobrenaturales, puede tener carácter benigno o maligno, goza de abundancia de bienes y riqueza, se aparece a personas que caminan solas y se alimentan del hombre. Cada vez que un cazador busca a su presa, debe haber pedido permiso al “dueño” para llevarse a un animal, pues es extremadamente celoso de su propiedad y ataca cuando se siente ofendido. Solicitar un “favor” a un “dueño” conllevaría también aceptar una deuda con él. Muchas veces, es pagada con el alma de quien le pide el favor.
Fuentes consultadas: Érick Fernando García, del Centro de Estudios de las Culturas de Guatemala; Leyendas y casos de la tradición oral de la ciudad de Guatemala, de Celso Lara, Cefol (1984); Leyendas populares de aparecidos y ánimas en pena de Guatemala, de Celso Lara (2002); Leyendas de Guatemala: mitos, imaginario colectivo e identidad, de María Inés Xet Monzón (2016); El origen del maíz en Guatemala: lectura semiótica de mitos mayas, de Perla Pietrich de García-Ruiz, Tradiciones de Guatemala (1981); Leyendas cuentos, mitos y fábulas indígenas, de Jaime Ismael Búcaro Moraga, Tradiciones de Guatemala (1991); Imágenes de la mitología maya, de Oswaldo Chinchilla Mazariegos, Universidad Francisco Marroquín (2011); Una historia cronológica de la creación maya, de Martha Lidia Nájera, Revista Digital Universitaria, Unam (2012); El mito del diluvio en ceremonias de entronización de los gobernantes mayas. Agentes responsables de la decapitación del saurio y nuevas fundaciones, de Ana García barrios, Estudios de la Cultura Maya (2015), y Un acercamiento a “El Dueño del Cerro” dentro de la tradición oral de los mayas de las tierras altas de Guatemala. Comentarios en torno a un personaje que puebla el imaginario indígena, de Alejandro Garay, Estudios Digital (2013).