Pues bien, por A de asno o B de burro —sin que estos términos forzosamente se refieran a mí— en algunas ocasiones me las han pedido y las he negado, mas con la Policía siempre he tenido buena suerte: La primera vez de que tengo recuerdo fue cuando un agente me hizo el alto pues me había salido unos pocos centímetros de mi carril. –Usted se salió de su línea –me dijo- pero podemos arreglarlo.
-¿Cómo? – le respondí- ¿pintando de nuevo el carril para que sea una verdadera línea recta y no curva? Me respondió que no, pero que unos billetes arreglarían el asunto. Me negué, le dije que yo no daba “mordidas”, que me diera una remisión y le entregué mi licencia de conducir (eran de cartón).
Cuando la vio me preguntó si los diez nombres que aparecían en el dicho documento tenían que apuntarse. –Claro- le contesté-, y entonces dejó que me marchara sin “mordida” y sin remisión.
La segunda vez en que tuve un problema con un agente fue cuando en el crucero de la 6ª. avenida y 6ª. calle de la zona 9 el “polaco” (localismo nuestro) me dio vía, según yo. Con su silbato me hizo detenerme. Me estacioné y le aseguré enojada que la señal me autorizaba a continuar el camino.
El “poli”, novato, escuchó mi filípica y amablemente me permitió que le enseñara cómo se da vía. Me paré con él en el crucero y comencé, correctamente, a dar las indicaciones. El tránsito casi se vuelve un caos: Todos los conductores se detenían: ¡Una joven con minifalda dando las vías correspondientes al lado de un “chonte” (otro localismo para los policías) no es lo usual en Guatemala! Pero logré poner orden y enseñarle al novato cómo se dan las vías.
Cuando Roberto, mi esposo, regresó a casa, ya el chisme estaba circulando: -¿Qué hiciste ahora? –me preguntó alarmado. –Nada especial- fue mi respuesta- solamente le enseñé a un “polaco patojo” cuáles son las señales indicadas para que cada quien transite adecuadamente. Roberto solo se rió y me dijo que era incorregible.
Tenía yo un BMW más viejo que Matusalén y con mis tres hijos me dirigía a ver una película al cine Reforma, cuando me paró “la tira” (la policía) pasado el puente de la Barranquilla. Me pidieron mis documentos, todos en orden, y me dijeron que continuara mi camino, pero el BMW ya no arrancaba. Los regañé, tal como suena, y les dije que por qué paraban a una señora con sus hijos pequeños en lugar de detener a los autos con hombres sospechosos.
Dios bendiga a esas víctimas de mi furia: empujaron el auto cuesta arriba hasta que arrancó el motor. Y no pidieron “mordida”. Les dejé, eso sí, una propina, porque se la merecían.
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